Cap 2: Noche de Lobos.

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 Iba a colocar la botella sobre la mesa cuando su primo Jairo le puso el pie a propósito, ocasionando que se cayera y rompiera la preciada botella de Agua de Hada. Al caer se había cortado la mano derecha con un pedazo de vidrio de la arruinada botella, el corte era profundo y emanaba bastante sangre, pero a sus tíos no les importaba lo que a él le pasara. Con mucho cuidado se levanto del suelo, agarrando su mano con fuerza, tratando de ignorar las risas burlescas de sus dos primos y sintiendo la mirada furiosa de Marcus en su nuca. Cuando se pudo poner de pie, una mano lo tomo por el cuello con un agarre férreo, obligando le a caminar hacia la cocina.

- Mocoso estúpido... - escucho la amenazadora voz de su tío Marcus detrás de él, dolía mucho el agarre en su nuca - ¡Hoy dormirás a fuera! - grito abriendo la puerta de la cocina que daba al enorme jardín que se unía con el bosque sin ninguna barrera de por medio - ¡Haber si así aprendes a no ser tan imbécil! - le grito cerrándole la puerta en la cara.

- ... Ahora que hago - se pregunto al ver la luna llena brillar sobre el jardín, estaba solo, a oscuras, con la mano herida y sin haber probado bocado.

¡Auuuuu!

- Maldición - murmuro al escuchar el aullido de un lobo, por el sonido, la bestia no se encontraba muy lejos. Aporreo la puerta con fuerza, gritándole desesperado a sus tíos para que le dejan entrar, pero estos le ignoraron y siguieron con su cena. Abdier comenzó a maldecir a sus familiares mientras se alejaba del lugar rumbo a la caballeriza, ni loco se quedaría a fuera en noche de luna llena.

 Con pasos silenciosos camino por el césped seco, escuchando el crujir de las ramas bajo sus pies y el rugido del viento, también podía escuchar los aullidos de los lobos y coyotes que vivían en el bosque que rodeaba la mansión. Con paso rápido, casi corriendo, logro llegar a una caseta que había detrás de la mansión. La caseta era de madera con una puerta con ventanas de cristal, ese lugar no le protegería del ataque de un Licantropo pero por lo menos le dejaría dormir cómodamente sin pasar frío de noche. Cuando llego, abrió la puerta tratando de no hacer ruido y luego se adentro, por suerte, entraba la suficiente luz de luna como para permitirle ver que era lo que tenia en frente. Con mucho pesar se recostó en el frío suelo de madera, todo ahí olía a madera mojada.

- Me pregunto que hubiera pasado si mis padres no me hubieran abandonado - murmuro cerrando sus hermosos y tristes ojos pardos, ese pensamiento le atacaba con mucha frecuencia, si sus padre le hubieran querido - quizás hubiera sido feliz... - dijo en voz baja, casi en un susurro antes de caer dormido sobre los humedos tablones de la vieja caseta.

 Tiempo mas tarde fue despertado por un gruñido muy suave y el sonido que hacia un animal al escavar a un costado de la caceta, podía escuchar claramente el resoplido que hacia la bestias al cavar debajo de la puerta con sus garras, le habían descubierto.

¡Auuuuu!

 Al chico se le congelo el alma, era un hombre lobo el que estaba al otro lado de la puerta. Espero, el Licantropo estaba llamando a su manada y en esos segundo, Abdier espero a oír la respuesta de sus compañeros. No hubo respuesta. El lobo que raspaba y golpeaba la puerta con fuerza estaba solo, no había manada ni compañeros, y eso era lo que lo hacia mas peligroso. Un lobo solitario buscaba una manada, por lo que solían morder a sus presas para convertirlos en sus iguales.

- "¿Por que a mi? En la mansión tiene cuatro deliciosos filetes y él viene a por un hueso sin carne como yo" - pensó mientras se sentaba en el suelo, podía ver la sombra del Licantropo gracias a la luz de la luna que pasaba por la ventana que tenia la puerta de madera; si esto seguía así, el animal no tardaría en romper la puerta y entrar en la caseta - lindo lobito - murmuro poniéndose de pie, tenia miedo pero no debía dejarse dominar por el, si lo hacia, se quedaría congelado en el lugar. Cuando estuvo de pie, se acerco a la puerta con pasos silenciosos y el corazón latiendo tan rapido que puede que la bestia le este escuchando.

 Cuando se asomo por la ventana, vio una encorvada espalda de pelaje negro, lo mas seguro es que sea marrón oscuro pero como es de noche no se puede distinguir bien. Miro fijamente al animal, quien no paraba de escavar al otro lado de la puerta, puede que este intentando entrar en la caseta.

 A Abdier casi se le para el corazón al ver como el Licantropo dejaba de rascar la tierra, quedándose completamente quieto unos segundos para luego levantar su cabeza lentamente, clavando sus inhumanos ojos dorados en los pardos del humano. Ambos se observaron fijamente, dorados y pardos se miraron sin apartar la mirada en ningún momento. El lobo buscaba miedo en el muchacho, quien le observaba con mucha curiosidad. 

 Por suerte, no faltaba mucho para que amaneciera, puede que una hora, o dos como mucho. El lobo observaba al humano ladeando la cabeza, un Licantropo en fase lunar era solo instinto; y el instinto del lobo en esos momentos no le indicaban peligro, todo lo contrario, para la criatura era como estar en casa, el chico desprendía un aura que le tranquilizaba y es por eso que quería ir con él, quería estar al lado del niño de ojos pardos para así poder estar tranquilo y acompañado, ya no soportaba la soledad y el dolor. Abdier miro fijamente al Hombre Lobo, no parecía querer hacerle daño pero tenia la sensación de que si no hacia algo, la bestia se lastimaría más de lo que ya estaba.

- Bueno, no tengo nada que perder - murmuro poniendo su mano derecha en el picaporte, si el animal le mataba nadie le extrañaría, no tenia a nadie quien le lloraba si el moría; pero puede que ese Hombre Lobo pueda hacer que ese vació que tuvo desde que tiene uso de razón desapareciera, quizás si muere le haría un favor al mundo - adiós mundo cruel - decía dramático abriendo la puerta esperando a que el Licantropo le saltara encima y le desgarrara la carne hasta matarlo.

 El lobo se quedo parado en donde estaba, observando atentamente al chico: usaba ropa gatada y que era dos tallas mas grande, su piel estaba muy pálida y tenia ojeras; sus mejillas algo hundidas por los delgado que estaba, se notaba que sufría maltratos por los moretones que tenia en las mejilla. El humano era hermoso pero estaba lastimado y muy delgado, puede que sea aun mas hermoso si no tuviera esos horribles moretones y si no vistiera esa vieja y descolorida ropa que ocultaba su pequeño cuerpo.

 El joven mago miro con curiosidad al Hombre lobo, este le examinaba con sus brillantes ojos dorados como si estuviera buscando algo. El Licantropo tenia un hocico alargado y provisto de puntiagudos dientes y una húmeda nariz negra. Su cuerpo esbelto poseía garras fuertes y largas, los hombre lobos en faceta de luna llena no poseían cola. El animal le pasaba en tamaño por un par de centímetros estando en cuatro patas, cuando se paraban con sus piernas eran demasiado enormes y lucían mucho mas aterrerados.

- Estas herido - murmuro viendo las grande herida que la criatura tenia en sus costados, tenia cortes en sus garras y algunos raspones en la cara.

 El Licantropo le observo atentamente antes de adentrarse en la caseta con pasos silenciosos y a la vez algo torpes, cojeaba y tenia algo de tierra en sus garras pero eso parecía no importarle mucho a la criatura. Abdier espero a que el lobo se adentrara por completo en la caseta para así poder cerrar la puerta con tranquilidad, ya se había dado cuenta que el animal no quería dañar le, que raro. Cuando se giro, vio a la criatura recostada en medio de la caseta, lambiendo sus heridas con tranquilidad y parsimonia.

 Decidió dejar al lobo en paz, aun era muy temprano así que quiso seguir durmiendo. Ignorando la mirada curiosa del Licantropo, Abdier se recostó en una esquina de la casucha y cerro sus ojos pardos, tenia que descansar un poco mas si es que quería aguantar a sus insufribles primos y a sus inútiles tíos. Al poco tiempo callo dormido sobre un par de tablones húmedos y con una bestia peligrosa observándole desde muy cerca.

 El lobo le observo esas dos horas, estaba decidiendo si levantarse y acercarse al muchacho para así darle un poco de calor físico o quedarse donde estaba; prefirió quedarse quieto, no faltaba mucho para que amaneciera y para que volviera a ser humano, seria muy doloroso pero por lo menos ya estaba recobrando su conciencia humana.

 Horas mas tarde, el sol ya empezaba a aparecer en el cielo nocturno cuando Abdier se despertó por los quejidos y lloriqueos del lobo, quien se removía en el suelo con desesperación.

La luz del León (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora