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Ambas chicas entraron a los cubículos tomadas de la mano. Por suerte estaban solos, ninguna persona entraba ahí. Karen conocía bien el lugar, por muchos años habían organizado fiestas allí y esos baños la habían sacado de muchas.

Entraron riendo y tambaleándose un poco, Karen y Lesslie sí habían ingerido alcohol y del bueno.

La más pequeña estaba por abrir una de las puertas, pero Ana negó con la cabeza en desaprobación. Le hizo una seña a Lesslie y esta centro su atención en su hermana.

Al final de todos los cubículos, un pequeño cuartito de limpieza se encontraba. Lesslie entonces entendió lo que su hermana tenía planeado. Ambas chicas se sonrieron cómplices y Karen entró al igual que Lesslie.

La pelirosa sintió algo en sus pies y sonrió en señal de victoria al ver el letrero de "No pasar" tirado en el suelo. Lo levantó con rapidez y lo colocó en el clavo oxidado que adornaba la puerta del cuarto.

Karen tomó el control y cerró la puerta asegurándola con llave. Escobas, trapeadores y más artículos de limpieza integraban todo el espacio. La pelimorada acorraló a la más pequeña en la esquina de la habitación, su cuerpo pedía a gritos acabar con aquello de una vez y abalanzarse a Lesslie.

—Eres muy traviesa, pequeña— Susurró en el oído de la menor. Sintió su cuerpo temblar ante tanta cercanía. Se sentía rara, definitivamente Lesslie no era virgen, y había tenido sexo con hombres muchísimas veces antes, pero ninguno le había hecho sentir lo que Karen estaba provocándole con tan sólo hablarle al oído.

Un gemido salió desde el fondo de la garganta de la chica, que por más que intento retenerlo no pudo, Karen lo notó y le habló a  la menor —Vamos pequeña, no te resistas, quiero escucharte—. Animó.

La mano de Karen dió a para en el escote de la chica, acarició su piel con delicadeza; sentía a Lesslie como una pequeña muñeca de porcelana que debía ser tratada con cuidado y cariño. Lesslie echó su cabeza hacia atrás y puso los ojos en blanco, eso se sentía tan bien.

—S-si...— Una sonrisa ladina se pintó en los labios de la pelimorada al escuchar a su amante, satisfacción pura se apoderaba de ella al saber que ella era la persona que estaba haciendo gemir a Lesslie.

Las manos de Karen bajaron ahora a la blusa de la pequeña. Botón tras botón fue abierto, dejando a la vista el sostén de la pelirosa.

—¿Lencería? vaya, no eres tan inocente como te ves— Habló Karen mirando con sus ojos brillando a el lindo sostén con encajes de la chica.

Lesslie sólo se mantenía callada con sus ojos cerrados, disfrutando cada acción que  hacía la pelimorada para ella.

Karen sostuvo los pechos de su chica entre sus manos, joder, eran perfectos. Cabían perfectamente en la palma de sus manos, redondos y firmes, maldita sea.

La cremallera del pantalón fue bajada en un acto que a oídos de la pelirosa fue sensual, lento. Ana terminó de sacarlo por completo sin despegar el contacto visual con la pequeña, clavando sus profundos orbes negros en los de la menor.

—¿Estás caliente, Yadid?— Murmuró de nuevo en su oído, acariciando por encima de las bragas de la chica, a lo que esta perdió el control y echó su cabeza hacia atrás, su labio inferior se movía sensualmente y lo atrapó de nuevo con el superior.

—Joder, Ana, ¿Que esperas?— Murmuró con un hilo de voz sientendose flotar ante sólo una caricia de la otra.

—Tan ansiosa— Murmuró con una sonrisa pintada en su rostro, a la vez que arrancaba de una vez por todas las bragas de la pelirosa. 

Antes de hacer algo más, la morena tomó a Lesslie por ambas piernas y las enrolló en su cintura, la espalda de la pálida fue estampada levemente en la pared, y sus piernas fueron abiertas.

Sin siquiera avisar o prevenir a la chica, un dedo entró de lleno en su vagina.

—¡Mierda!— Dió un grito de placer. Por fin, se sentía llena, se sentía completa. Se movió ligeramente, las paredes de la habitación retumbaban por la música a todo volúmen de afuera.

Karen empezó a mover su dedo en círculos, sintiendo como al instante se mojaba con los jugos de Yadid, con tan sólo ver los cabellos revueltos de su chica, la capa de sudor en su frente, y su labio sostenido entre sus dientes, juraba casi tener un orgasmo allí mismo.

Un segundo dedo dió a parar dentro de la chica. —Mierda, mierda y mierda— Karen sonrió, su chica retorciéndose de placer frente a ella, una imágen totalmente obscena, caliente y erótica.

Los dedos de la morena se seguían moviendo en un ritmo rápido, en círculos para aumentar las sensaciones. La boca de Lesslie estaba entreabierta mientras que comenzaba a sentir las descargas por todo su cuerpo.

—¡Me voy, me voy!— Karen aumentó aún más su ritmo, justo cuando dió en su punto dulce los ojos de Lesslie comenzaron a desprender pequeñas lagrimitas de placer, dios, era demasiado.

El clítoris de la menor estaba hinchado y rosado, Karen lo sostuvo con la llema de sus dedos y lo apretó, impidiendo a Lesslie llegar al orgasmo.

—¡Joder, Karen, déjame hacerlo!— Lloriqueaba, desesperada. Karen sonrió sin hacer caso a la indicación de su pequeña.

—Dime que me amas— Murmuró en su oído, se acercó a su cuello y comenzó a chupar. La piel de la pálida comenzó a tornarse de un color rojo vivo, y Karen sabía que luego se volverían morados. Todo el mundo sabría la gran follada que le habían dado a Lesslie.

—¡TE AMO, MIERDA!— Soltó, moviendo desesperadamente sus caderas hacia adelante en busca de llegar, todo el placer estaba concentrado en una parte de su cuerpo, y comenzaba a doler.

—Ese vocabulario, niña— Agregó demandante mientras que sería en su labor de chupar el cuello de su chica.

—Te amo, Ana— Sonrió de satisfacción al escuchar esas simples palabras. Pero aún faltaba más, sujeto bien el clítoris de la pequeña.

—Di que me amas más que a Anzaldo, hazlo— Lesslie comenzaba a llorar. Joder, estaba ahí.

—Ana, por favor—

—Dílo, Yadid.

—Te amo más que a Jorge.

Esas palabras fueron suficientes para que Karen quedara satisfecha, soltó el clítoris de la pelirosa y al instante echó su cabeza hacia adelante sintiendo su orgasmo apoderarse de ella.

Sintió de repente a Lesslie caer. Karen la sujetó de inmediato, la chica ni siquiera podía hablar. Era demasiado y estaba exhausta. La morena la levantó, y besó su frente.

Lesslie miró a Karen detenidamente, y en ese momento supo que su corazón estaba acelerado, y no sólo por el maravilloso orgasmo que acababa de tener.

[...]

Salieron de los baños veinte minutos después. Ambas venían riendo a carcajadas, habían dejado un desastre.

Karen no se equivocó, y el cuello de Lesslie estaba marcado gracias a ella.

Justo cuando estaban por dar vuelta para irse, gemidos se hicieron presentes, y Lesslie miró a Karen confundida, más aún porque era la voz de Rafael.

Esperaron, y en unos segundos Rafael salió de los baños de hombres abrochando la cremallera de su pantalón, y con una sonrisa de satisfacción en el rostro.

Alex venía detrás, y ambos se detuvieron en seco cuando vieron a Karen y Lesslie ahí paradas.

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-A.

They don't know about us; [Lessren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora