33

38 3 0
                                    

-¿Por qué te gusto?

-¿Por qué me besaste?-Rodeé los ojos.

-Yo te pregunte primero.

Se encogió de hombros.

-No me importa.

Sonreí.

-Está bien, ganas. Te bese porque me parecía que un beso podía volverme a sentir que... esto es real. Ya sabes, espadas mágicas, cazadores, casi me cortan el cuello... Necesitaba algo cotidiano.

-Por eso.-Susurró luego de estar en silencio, concentrado en sacar pasto a tirones.-Por eso es que me gustas. Cualquier otra persona simplemente hubiera dicho "porque estaba borracha."

Rodeé los ojos de nuevo, y sonreí.

Miré el agua. Estábamos sentados comiéndonos unas empanadas de queso a orillas de un rio. El sol había desparecido hace poco, y el cielo estaba morado.

-Creo que deberíamos. Deberíamos dejar de vagar.-Dijo de repente.

Lo mire. ¿He dicho que Edd siempre va en serio? Miraba el horizonte y movía sus dedos, nervioso.

-¿A qué te refieres?

Bufó.

-Estoy cansado de esto, Ele.-Me miró con el ceño fruncido.-No vamos a ninguna parte, creo que deberíamos dejar de vagar. ¿Qué hemos hecho en 4 meses? Nada.

No dije nada. Se me seco la boca. 4 meses, sí. 4 meses era demasiado tiempo.

-No entiendo. Pensé que te gustaba....

Volvió a bufar y se agarró los cabellos de su cabeza para desordenarlos.

-Quiero quedarme en un lugar y no moverme por algún tiempo. Unas semanas.

-Sí... Te comprendo. Pero, no nos vemos en un departamento.

Me sonrió.

-Lo sé. Por eso no te había dicho esto. Pero es que ya no lo aguanto más.

Silencio. Volví a mirar el río. El cielo se había ido oscureciendo de apoco y empezaba a hacer frio.

-Sé a dónde podemos ir.

Lo dije de repente. De hecho, no lo pensé ni dos veces. Sólo lo dije, porque yo también estaba cansada.

Me miró, atentamente levantando una ceja.

-¿De verdad?

Asentí.

-Camila tiene un campo. Digo no es suyo pero...-Parecía no entender, pero de repente abrió la boca y sonrió con ganas.-Lo malo es que está... Donde empezamos.

-Podríamos ir.-Musitó.-Necesito un lugar donde descansar sin que nada me importe.

Nos miramos a los ojos.

-Entonces está decidido.

-No sé cómo se abre.-Tiré la manilla hacía mí, y luego la empuje.-No hay caso.-Dije cuando vi que no cedía. Edd soltó una risita atrás mío.

-Porque.-Musito empujándome hacia un lado.-Las puertas de los bancos solo se abren con una tarjeta.

-¿Por qué a mí me tocó ser tan mediocre?-Comenté cuando ya habíamos salido y cruzábamos una plaza.-Digo, a tu lado...

Se río.

-Porque en cada película hay un personaje así.-Murmuró.-Son los estereotipos.

Estaba hablando en serio, pero bueno. Es Edd. Siempre tiene una respuesta estúpida para todo. Para todo.

-Esto no es una película.

Y bueno, está soy yo. Replicando aunque sé que no ganaré.

-Tienes razón. No lo es.-Pero sería muy divertido si lo fuera.

-¿Si lo fuera tú serías el personaje principal?-Asintió energéticamente.

-El guapo héroe que tiene una espada pero no tiene a la chica que quiere porque está enamorada del malo.-habló rápido.-Es el cliché.

Sonreí.

-Sí, tienes razón. Es muy cliché.

-Ven, vamos por unos Hands Rolls.

-Muchas gracias.-Volvía a repetir Edd una y otra vez, nuestros bolsos dentro de un maletero extraño. Nosotros en un auto de un extraño. Me acurruco entre el asiento y Edd, entrelazando mi brazo al suyo. Escondo mi cara en su hoddie mientras él repite esas palabras una y otra vez.

Estamos viajando. Todo de vuelta, nos devolvemos. Con solo pensarlo me dan ganas de reír y llorar. Hemos hecho este viaje para nada.

¿Para nada? No, hemos hecho muchas cosas. ¿Pero qué sentido tiene hacer un viaje sin destino? ¿Hacer cosas sin razón?

Hace unas dos semanas atrás casi morí. Me río, aunque suene tan verosímil, es verdad. Tuve un cuchillo en mi cuello. Tengo una herida que lo comprueba.

-¿Por qué nunca hicimos dedo?-Le pregunto, soltando una risita. Edd se encoge de hombros y también ríe. Es gracioso que sea tan simple. Escondo mi cabeza en su hombro, quiero dormir.

El dueño del auto resulta ser muy simpático, se llama Gabriel y nos cuenta su historia. Nos pregunta de donde somos, que hacemos, y yo le invento una historia rápidamente mientras Edd me mira con orgullo. Somos estudiantes, digo, seriamos pero nos hemos tomado un año sabático. El señor se ríe y nos pregunta porque decidimos visitar una zona donde solo hay vacas. Edd se encoge de hombros y murmura que nunca hemos sido de ciudad. Ah, y también somos pareja. Una pareja visitando pueblos en su año libre. Qué bonito suena así.

Cuando nos bajamos ya es de noche, hemos viajado mucho. Nos encontramos en una gasolinera y mientras yo voy al baño Edd compra algo de comida y pasta de dientes.

Literalmente me espera afuera del baño. Cuando salgo de la cabina, está en el sector de lavamanos, lavándose los dientes.

-No eres una dama.-Le digo mientras me acerco a él. Me levanta el dedo de al medio mientras escupe la pasta al lavamanos.

-No va a entrar nadie.-Se encojé de hombros.-Es la una de la mañana, y por estos caminos no circula nadie más que los fantasmas porque estamos en invierno.

Me pasa la pasta y me lavo los dientes.

Guardamos los cepillos en la mochila, y vuelvo a mirar mi reflejo. Me reviso el cuello, alrededor de la herida hay un moretón color verde. Pero la herida se ve bien. Ahí, a mitad del espejo estoy yo. Al lado esta Edd, es una imagen rara, quizás por el lugar, por la oscuridad que se cuela por las ventanas o por el ruido, algo lejano, como si fuéramos nosotros los únicos vivos en kilómetros. O simplemente por la caja de tampones que se refleja en la otra pared.

-¿Qué llevamos en la mochila?

-He comprado pan, dulces, un queque y un...-No lo dejo terminar, me abalanzo a él y lo beso.

No sé porque estoy haciendo esto, quizás por el momento que se siente de película, o porque nos acabamos de lavar los dientes. Quizás es más simple. Quería besarlo. Edd se sobresalta al principio, pero no duda en devolverme el beso. Y ahí estamos los dos.

Me separo un poco, y suelto una risita.

-Estas en un baño de chicas.-Digo. Él también ríe y vuelve a besarme. Es un beso lento, no nos apresuramos, tenemos todo el tiempo del mundo en nuestras manos.

-Te juro que nadie va a entrar. Ha estas horas solo hay camioneros.-Dice a unos centímetros de mis labios. Me apretó a él, abrazándolo y escondo mi cabeza en el hoddie que huele malditamente bien. Como a chocolate, cigarrillos y sudor.

Lo quiero. Quiero a Edd.

Tardes De OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora