21

31 4 0
                                    

-La magia es un puente. Un puente que te permite ir del mundo visible hacia el invisible. Y aprender las lecciones de ambos mundos.

Paulo Coelho, Brida.


-En verdad que estás loco, Edd.-Volví a decir la mañana siguiente cuando me encontré caminando junto a él por un sendero que parecía no tener fin.

-Pero tengo razón.-Murmuró en respuesta.-Si hay un pueblo al final, estoy segurísimo.-Rodee los ojos al ver solo más curvas.

-Pero estás loco.-Esas palabras casi las grite. Me abalance hacia él y le saque la lengua. Una reacción muy infantil. Edd río.

-Mira quien despertó de buen humor hoy.-Yo sonreí.-Eres rara.

-Lo soy.-Admití moviendo energéticamente la cabeza.-No debería haberme ido contigo, pero eso es lo que estoy haciendo. Debería estar asustada por lo que viene, pero estoy feliz.

Cuando llegamos al pueblo estaba amaneciendo. Hacia un gran esfuerzo por seguir en pie, estaba sudada y eso me hacía sentirme sucia. Nos habíamos detenido un poco a descansar bajo la sombra de un árbol para descansar del sol, pero nada había servido.

-Amanece.-Murmuró Edd suspirando.-Y hemos llegado.-Mira el pueblo, su vista lo inspecciona.-No tengo ni idea de algún lugar para dormir o algún banco.-Yo sonreí, porque tampoco tenía idea.-Solo porque paramos a descansar.-Bufe molesta. La calle principal estaba vacía a esas horas de la mañana. No se veía ni un alma. Edd tenía el ceño fruncido y miraba a todas las direcciones mientras caminábamos.

-¿Reconoces algo?-Pregunté.

-Aún no.-Murmuró.-Pero tengo un leve presentimiento que si conozco esta ciudad.

-Pueblo, Edd. Un pueblo. No hay vida.

Levantó las cejas.

-Busquemos un hostal y luego nos preocupamos por lo demás.-Propuse.

-Preguntaremos por un banco.

Había un puente, cuando lo pasamos me fije que no había río, apenas un hilito de agua. El pueblo estaba rodeado por el bosque y que digamos, no estaba bien cuidado. Las casas apenas eran de un piso y apenas se mantenían en pie. Me pregunté cómo era posible que alguien siguiera viviendo ahí, ¿Qué los ataba? ¿Por qué no se iban a la ciudad? Me parecía increíble si nos encontrábamos con otras personas, pero luego ya no me sorprendí. El pueblo estaba más habitado de lo que parecía. Me pare en seco.

Pasaron horas antes que consiguiéramos encontrar un banco. Anduvimos un poco perdidos con una direcciona que nos brindó una persona, pero luego lo encontramos. Yo me imaginaba algo llamativo, grande y blanco. No era nada así.

-¿Edd?-No escondí mi curiosidad.- ¿De dónde sacaste dinero?-Le pregunte cuando salió del lugar con una sonrisa radiante. Yo me había quedado afuera esperándolo. La sonrisa se le borro de la cara al momento de escuchar mis palabras. Me miro un rato y luego suspiro.

-Hay cosas que simplemente no quieres saber.-Fue todo lo que dijo. Sabía que me estaba ocultando algo. Todo, en verdad. Me ocultaba todo si era respecto a su vida.

-Me conformo que no lo hayas robado...-Edd me estaba tendiendo la cajetilla de cigarrillos que compro antes del banco. Negué con la cabeza lentamente.

-Tengo una cuenta. Me la dejo mi padre antes...-Murmuró sacando un cigarrillo.-No he robado nada.-Arqueé una ceja y señale la cajetilla rectangular.

-¿Y eso?-Edd río.

-Eso es otra historia.-Cerró los ojos por un momento y prendió el cigarrillo-Elena, no hay nada de malo en eso, de verdad.

Tardes De OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora