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Encendí un cigarrillo y traté de no pensar. Bebí. Pensé en las pocas cosas que tendría para contar a mis hijos y nietos.                                                                                                                                                                   -Paulo Coelho. En el rio piedra me senté y lloré.



Miles de artefactos me rodeaban, y yo me encontraba entre ellos, en el suelo, frente a Edd el que tenía miles de cosas mágicas.

-¿Y eso qué es?-pregunté apuntando un extraño objeto circular.-un objeto que te sirve para desaparecer, o para transportarte?-Edd miró dudoso el objeto, pero cuando lo tomó con sus dos manos, rió a carcajadas.

-Esa, muñeca.-musitó divertido.-es una brújula común y corriente.

-Ah, ¿En serio?-Murmuré decepcionada.-No hay un botón mágico, que si lo apretó saldrán fuegos artificiales, ¿o algo?-él sonrió y negó con la cabeza divertido.-¿ni una brújula mágica que te revele el futuro?-Edd volvió a sonreír. Y me quedo mirando, sin moverse hasta que me incomodo.-¿Qué?-Musité.

-Es que...-Negó con la cabeza despacio.-Eres idiota.-Murmuró despacio y me sonrió. Luego miró algo que resplandecía en el suelo y lo tomó con cuidado.-Esto es un anillo.-Tomó mi diestra y lo depositó en mi palma.-No te lo pongas, no ahora.-me advirtió.

-¿qué, Qué hace?-musité.

-este también forjado por elfos.-murmuró.-en la era negra. Es uno de los 3 anillos hecho para el bien en épocas oscuras. Ornamente perfecta.-yo miré los dibujos grabados en el anillo.-y fácil de transportar para quien haga el bien.-musitó. Y te oculta de todo lo que quiera hacerte daño.-arqueé una ceja, curiosa.

-¿Te vuelve invisible?-pregunte.

-Oh, no nena. Eso es imposible.-musitó como si fuera lo más obvio del mundo.-si lo tienes puesto, y te lanzan una maldición, le revota. Si intentan controlarte, no te pasa nada, pero si se trata de heridas físicas su protección no sirve.-musitó.

-oh, ya. ¿Y sirve por si un extraño humano pelirrojo bien parecido a un Hobbit me trata de leer la mente?-su sonrisa se borró de la cara.

-Sí.-musitó como diciendo una verdad desagradable.- ¡y no me parezco a un Hobbit!-alegó sonriendo, desviando el tema del anillo y de la mente.-Esto es real. No confundas una historia fantástica con la realidad.

-vaya realidad.-musité.-espadas mágicas, cazadores, pelirrojos psíquicos y brújulas normales.

-bienvenida a mi mundo, nena.-Musitó y yo rodeé los ojos.

Nos conseguimos una mochila. Guardamos el anillo, la brújula, las dagas y fuera de eso, la espada con su vaina y guardia.

Edd bromeó todo el camino que teníamos que colocarle un nombre. También habíamos conseguido unos excelentes abrigos en una tienda de ropa de segunda mano. La verdad que ya no me preocupaba de dónde sacaba tanta plata. La verdad es que me había dado cuenta que él era el único a quien tenía. Y tenía que empezar a confiar en él, aunque la mayoría de las cosas que decía no eran más que mentiras.

Almorzamos en un local de comida rápida en el pueblo. Pedí un simple sándwich de jamón y queso, lo que le provoco un ataque de risa a Edd. El comió algo más llenador y pidió una lata de cerveza.

Luego pasamos a buscar la mochila con nuestras pocas pertenencias al lugar que Edd había arrendado el otro día. Cuando llegamos, la lámpara a parafina seguía prendida.

Tardes De OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora