VI

111 19 5
                                    

Era viernes en la tarde, en las calles se encontraban personas que regresaban presurosas a sus casas o que apenas iban saliendo a alguna reunión social, ya que en la ciudad era costumbre verse en la noche. Y Karamatsu, bueno, él aún no tenía el valor de regresar al hotel. Debería haber llegado hace ya como unas cinco horas, pero estaba sentado en esa vieja y poco estable banca de paso.

Fumando.

Evitaba todo lo que podía fumar porque era consciente del daño que le hacía a su cuerpo, pero a veces simplemente era necesario. Porque había cosas difíciles de soportar, cosas que, aunque sabía que Dios estaba allí para él, para apoyarlo y alentarlo, no alcanzaba para sobrellevarlo. También lo evitaba porque era una de las tantas cosas a las que Ichimatsu era adicto y sabía que eso podría hacerle difícil el problema. Suspiró al pensar en el otro individuo que quizá, solo quizá y si tenía suerte, se estaría preguntando con preocupación el porqué de su retraso.

Este sacerdote de campo nunca había tenido relación con algo tan siniestro como un caso de un cuerpo asesinado, abandonado y no identificado ni reclamado en la posteridad, por lo que no sabía qué sucedía en esos casos. Él ilusamente creyó que habría sido enterrado con dignidad en algún cementerio y quería encontrar aquel lugar de descanso para darle presentación y luego llevar a Ichimatsu para que saludara a su hermano. Horrible sorpresa se llevó mientras trataba de averiguarlo al descubrir que existían más cuerpos de los que se podían controlar y nadie iba a perder su tiempo en algo que debería ser un derecho de todo ser humano. Tras muchas y muchas personas que no supieron darle una respuesta llegó con un hombre que sin ninguna clase de tacto le dijo que si no estaba en una fosa común habría terminado en la basura. Karamatsu se sintió nauseabundo. Después sinceramente se alegró de haber decidido hacer esto primero y sin Ichimatsu.

Sin moverse, con solo sus dedos arrojó la coletilla encendida a la calle. Estaba tan encerrado en sus pensamientos que no pensó en el daño que esa acción en realidad causaba.

Se levantó sin mucha energía y dio algunos pasos lentos con dirección al hotel donde se estaba hospedando. Era como si su cuerpo actuara en modo automático, algunos otros padres reunidos en la recepción lo saludaron, pero él ni siquiera se dio cuenta de ello. Prefirió subir las escaleras y lo hizo con tal calma que ni siquiera llegó agitado a su piso correspondiente.
Luego se detuvo en su puerta sin la capacidad de levantar el brazo para poder ingresar. No tenía idea de cuánto tiempo estuvo allí de pie cuando la puerta se abrió e Ichimatsu se encontró frente a frente con él. Fue demasiado de golpe, aún no sabía cómo enfrentarlo, incluso quiso salir corriendo. Mas Ichimatsu lo tomó del brazo como si hubiera adivinado lo que planeaba y lo jaló dentro cerrando la puerta tras de ellos.

-¿Dónde estabas? – preguntó sin rodeos y Karamatsu solo pudo bajar la mirada. Aunque fue un golpe a sus sentidos, trató de ignorar el obvio olor que impregnaba la ropa del sacerdote – dijiste que ibas a llegar temprano – comenzó a molestarle un poco que el sacerdote se mantuviera en silencio y mirando a todos lados menos a él, y tener la duda sobre qué es lo que había pasado no ayudaba en mucho – ¿No vas a hablar? – Entonces lo miró e Ichimatsu pudo ver a través de esos ojos azules una tristeza tan profunda que incluso él se sintió mal por un momento – ¿Qué pasó? – perdió el enojo que estaba creciendo en él.

-Lo siento – dijo Karamatu bajando la mirada otra vez.

-¿Por qué te estás disculpando?

-Fui a... – sentía algo atorado en su garganta, no tenía idea de cómo decirlo de manera delicada y la mera idea de que Ichimatsu se pusiera triste ya lo ponía triste a él – yo busqué a tu hermano y... – algunas lágrimas se escaparon sin que él hiciera nada por detenerlas – él, su cuerpo, no fue enterrado en ningún lado – los ojos de Ichimatsu no se apartaron de él – así que fue colocado en una fosa común – porque de entre las dos opciones posibles esa era mucho mejor que la otra.

RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora