VIII

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Ichimatsu estaba con Karamatsu sabiendo que él también quería permanecer a su lado.

Le daba una sensación de dependencia. Y él, absolutamente lo era. Ya lo había dejado en claro varias veces para él mismo. Aunque nunca le terminaba de agradar aceptarlo. Karamatsu era todo lo que le daba un motivo para despertarse cada mañana. Para luchar contra todo lo que le abrumaba, superar cada día. Era la razón por la que estaba dentro de esa iglesia de pueblo y no como una desagradable escena en algún asqueroso callejón olvidado. Estaba seguro. No quería ni necesitaba ningún lugar donde Karamatsu no estuviera, Karamatsu era su ancla a la vida porque le tenía fe. Si por Ichimatsu fuera, nada de eso pasaría. Él no se merecía nada de eso. Era Karamatsu quien insistía en dárselo.

Encerrado en su habitación alcanzaba a diferenciar la voz de Karamatsu. Cuando daba esas misas suyas utilizaba un tono de voz que lo alcanzaba a pesar de la distancia. Era reconfortante de alguna manera. Su voz atravesaba todos los obstáculos y llegaba hasta él. También era una mierda cursi, pero no importaba. Le agradaba escucharlo y recordar y saber que era aceptado. Que Karamatsu lo quería también. Estiró el brazo para alcanzar el pequeño gato de peluche que actualmente era su única pertenencia. Un regalo del padre para tratar de hacer que confiara en él.

Luego de que la misa terminara y las personas hablaran con él individualmente contándole todos los pesares que tuvieron que soportar durante las dos semanas de su ausencia, Karamatsu se vio libre de retirarse. Fue a la cocina para comenzar a preparar lo que comerían. Algo sencillo, no podía excederse, en primer lugar, porque no tenían demasiada comida, solo lo que sería necesario para no pasar por hambre, y después porque no podía arriesgarse a cometer gula.

Estaba tan enfrascado en su labor que no se percató de su acompañante que llegó allí movido por el olor de la comida, no hasta que se giró y lo descubrió de pie en la puerta. Cuando vio a Ichimatsu tuvo muchas ganas de abrazarlo, desde que habían regresado tenía demasiadas y constantes ganas de abrazarlo. Porque Ichimatsu había mencionado la posibilidad de suicidarse y ya había pasado una buena temporada desde la última vez y temió que se tratara de una recaída en la que Ichimatsu se sumergiría y él no quería. Simplemente no soportaría ver a Ichimatsu en ese estado otra vez. Era diferente. Ya no se trataba de un semejante en apuros, era Ichimatsu, una persona importante en su vida. La más importante sin temor a exagerar. También era más consciente de lo incorrecto de su pensar. Ya desde antes había tenido ese tipo de impulsos en otras ocasiones. Abrazarlo, acariciarlo, y a veces algo más, algo que era lo más pecaminoso que alguna vez le había pasado. Había tenido deseos de besarlo. Volvió a concentrarse en lo que hacía sin querer analizar demasiado la actitud de Ichimatsu que había cambiado. Algo había pasado y sentía que no se debía solo a lo que había pasado durante aquel viaje. Quizá fuera el por qué Ichimatsu había ido a alcanzarlo a media noche, algo que vivió durante ese par de días que estuvo solo. Pero Karamatsu sabía que la oportunidad de preguntarle ya había pasado.

Sirvió la comida de ambos y se sentaron. Después de los rezos y agradecimientos a Dios por los alimentos no volvieron a abrir la boca. Pero sus ojos se encontraban constantemente.

Karamatsu extrañaba el calor y la sensación de compartir cama con Ichimatsu. Se preguntaba qué era eso que sentía en lo bajo de su vientre al pensar en volver a tocarlo.

Ichimatsu lo tenía más claro y sabía que su relación iba más allá de lo que cualquiera de los dos hubiera admitido. Al poner atención identificó el tipo de mirada que ahora le dirigía el padre. Había enfrentado esa mirada muchas veces, de muchas personas diferentes en tantas habitaciones de hotel que no podría recordarlas todas ni aunque lo intentara. También notaba como Karamatsu parecía percatarse de lo mismo, sacudir la cabeza y fruncir el ceño como si se regañara a sí mismo, luego hacía más de esas aburridas oraciones. Ichimatsu lo entendía, él había vivido en celibato o algo así, porque hacerlo era lujuria y todo un verdadero drama. No estaba de acuerdo con eso, claro, cómo alguien podría privarse de algo que se sentía tan bien. Pero era malo, debía entenderlo y aceptarlo. Todo lo que había hecho hasta ese momento estaba mal. Aceptar a todas esas personas. El que fueran hombres lo hacía peor. Y al parecer estaba llegando a la cúspide de lo malo al tener pensamientos de ese tipo con un sacerdote, un mensajero de dios. Y creer que lo correspondía. Porque eso que veía en los ojos de Karamatsu podía ser un mero reflejo de sus deseos. Porque claro que lo deseaba. Lo había hecho tanto, pero hace ya tanto. Y es que se sentía tan bien.

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