III

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Ichimatsu había caído bajo.

Después de que él y su hermano gemelo cumplieran dieciocho años los echaron de aquel orfanato diciendo que eran demasiado grandes para ser cuidados. No le importaba, ni siquiera le gustaba estar allí. Esta vez fue más fácil eso de terminar en la calle, Jyushimatsu logró conseguir un trabajo descargando camiones en una fábrica de sofás. Ichimatsu no podía, aunque había recuperado peso y energías con la mediocre alimentación que les dieron, no tenía la resistencia de dedicarse a un trabajo tan pesado como aquél. Para su mala suerte tampoco contaba con habilidades para ninguna otra cosa.

No quería que Jyushimatsu fuera el único que se esforzara por ambos. Le era de una verdadera dificultad acercarse a cualquier persona que no fuera su hermano, no podía articular palabras ni hacer nada como tal. Era un inútil. Todos los días salía con la intención de buscar trabajo y la mayor parte de las veces lo único que terminaba haciendo era vagar de un lado a otro.

Un día estaba sentado contra una pared, minúsculo para el resto del mundo. Un sujeto se detuvo junto a él sin percatarse de su presencia y se puso a buscar algo en su portafolio, tal vez iba a buscar trabajo y quería asegurarse de que todo estaba en orden. Ichimatsu lo observó y lo maldijo para sus adentros, esperaba de todo corazón que no lo consiguiera. Entonces vio una cartera asomándose de su bolsillo.

"Hazlo." Todo lo que necesitaba hacer era estirar su brazo. "Hazlo." Si lo deslizaba con cuidado no se daría cuenta. "Hazlo." Sintió como si todo se estuviera poniendo caliente. "Hazlo." Necesitaban ese dinero. "Hazlo." Jyushimatsu no podía hacerlo todo. "HAZLO."

El sujeto asintió satisfecho, guardó todo, se arregló la corbata y caminó decidido. Ichimatsu se levantó y caminó en dirección contraria. No mucho más adelante lanzó la cartera a la basura quedándose solo con el dinero.

Para cuando llegó a casa ya había inventado una excusa.

—¿Te pagaron por encontrar a un gato? —preguntó Jyushimatsu pasmado.

—Parece que lo querían mucho —respondió Ichimatsu mirando el suelo.

—¡Uah! —con una enorme sonrisa levantó a su hermano sin dificultad sobre su cabeza y comenzó a dar vueltas— Increíble, eres increíble, nii-san. —Volvió a dejarlo en el suelo y lo miró con ojos brillosos.— Sabía que lo lograrías.

Ichimatsu se sintió como basura. Sabía que lo era.

Al día siguiente caminaba por las calles, no quería repetir aquello, quería buscar un trabajo y no avergonzar a la única familia que tenía. Pero no lo logró. Pasó un tiempo sin hacer nada otra vez dejando únicamente que su hermano se encargara de todo, trataba de no comer mucho ni ser exigente. Cuando ya llevaba más de un mes siendo un inútil volvió a hacerlo. Las personas no se percataban de lo que les hacía, era muy sigiloso, trataba de que solo fueran carteras o dinero en efectivo pues no sabría cómo vender o cambiar otras cosas de valor.

Pronto se dio cuenta de lo fácil que era conseguir dinero de esa manera.

Ichimatsu había caído muy bajo.

Llevar demasiado dinero todo el tiempo se volvería sospechoso, como si casi hubiera rescatado a todos los gatos de la ciudad y por cada uno le hubieran pagado bastante, no tenía sentido, no podía inventarse que tenía un trabajo, no podría con las preguntas de cómo le iba o si tenía amigos o problemas o para empezar qué sería.

Además, sería una mentira que iría mucho más allá de lo que pretendía, esperaba no tener que decirle a Jyushimatsu cómo estaba llevando dinero a su pequeño hogar, a veces compraba comida y la ponía en la nevera sin decir nada, la mayor parte de las veces Jyushimatsu no se daba cuenta y cuando sí, él solo contestaba que alguien se lo había regalado en la calle. Jyushimatsu siempre le creía, era su hermano y no tenía razón para no hacerlo, eso lo hacía sentir peor. También se estaba llevando una impresión irrealmente positiva del mundo en la que te pagaban por ser bueno.

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