Capítulo 3

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Rumores

El día de trabajo transcurrió normal después de cierto interrogatorio que me puso con los nervios de punta. La venta en la cafetería parecía normal, llegaban desde jóvenes hasta adultos. Escuchar las risas de los chicos y ni que decir de las conversaciones de la chicas, sin duda alguna la edad de los que todavía estaban en colegio era envidiable, no tenían que preocuparse de dinero porque sus padres le daban todo. Su vida era tan normal y tan divertida.

Pero a diferencia de ellos estaban los adultos que llegaban a leer un periódico o conversar con los de su edad sobre los problemas de la sociedad. En cuanto llegué a atenderlos, no pude dejar de escuchar una conversación muy amena entre dos abuelitos que hacían referencia al dinero y un supuesto cambio monetario.

Me acerqué a tomarles el pedido y luego me alejé lentamente con el fin de escuchar dicho dialogo que sonaba interesante ante mis odios.

—Teodoro ¿Qué piensas de lo que andan diciendo? —Le preguntó el abuelito con sombrero que estaba situado hacia la ventana.

— ¿A qué te refieres Alberto? — Respondió el otro señor de su misma edad con algo de curiosidad.

—Sobre lo que Jamil Mahuad piensa, me refiero a que posiblemente haya un cambio de moneda— Dijo pensativo el del sombrero.

—Eso... Sinceramente no sé qué vaya a pasar, pero lo que tengo entendido es que son suposiciones— Terminó con una risa apagada.

—Espero que tengas razón—Suspiró—Tengo una buena cantidad de dinero en el banco para mi vejez, por lo que perder mis ahorros no sería nada bueno.

Alberto tomó un sorbo de café y dijo— Yo también tengo mis sucres guardados, pero el banco me ha dicho que no tengo que preocuparme de eso, si algo así pasa ellos nos devolverán nuestros ahorros sin ningún problema.

Si de verdad ocurriera lo que estas personas decían, seguramente la economía del país bajaría y se crearía una crisis financiera. No quiero pensar de esa forma, es mejor dejar ese tema a un lado y considerar la idea de que todo estará bien.

Mi jefe me dijo que saldría por unas horas, y que tratara en la más eficaz posible ocuparme de la cafetería.

—Bueno al menos todo ha ido de maravilla— Alabé mi buen trabajo.

Cuando estaba recogiendo unas tasas de las mesas sentí un pequeño dolor de cabeza. Me detuve un momento para que pasara y continué mi camino hacía el mostrador. Pero cuando estaba a punto de llegar el mareo se hizo más intenso, las manos me empezaron a temblar y lo único que podía escuchar eran augurios de personas, me puse tan nerviosa que la bandeja que traía se me cayó al piso provocando un estruendo y entonces una ráfaga de imágenes llegó a mi mente.

Mi cabeza dolía y el dolor de ver a muchas personas morir, casas destruidas y bancos desmantelados taladraban mi corazón, pero algo más fuerte me hizo entrar en desesperación, veía a mi familia y a mí misma morir, destellos de un disparo, y las llamas vivas propias de un incendio. Era tan difícil despertar; lo único que pude hacer en ese instante fue gritar con todas mis fuerzas y llorar como un niño sin la posibilidad de detenerme.

— ¡Valentina! ¡Valentina! ¡Reacciona! —Escuché una voz a lo lejos— ¿Qué sucedió? ¡Reacciona por lo que más quieras!

Yo abrí mis ojos lentamente, al principio veía borroso, y parpadeé varias veces para visualizar bien.

— Jefe —Su rostro era pálido— Lo siento, rompí varias tasas por mi culpa.

—Tranquila, no te preocupes por eso ¿Puedes contarme lo que te sucedió? —Preguntó Ángel con preocupación.

—No sé cómo explicarlo, todo es tan doloroso que me aterra volverlo a recordar...—Me detuve al ver mis manos.

—Tus manos están sangrando—Se acercó a mí para ayudarme a quedar de pie y llevarme hasta una silla—Esas heridas hay curarlas antes de que se infecte.

—Gracias por ayudarme— Articulé en voz baja.

—Más que eso dime ¿Por qué te pusiste en ese estado? —Empezó a curar mis heridas.

Estoy segura de que lo sucedido hace unos momentos no era normal, nunca antes me había pasado algo así, pero contarle esto a alguien que recién acabo de conocer no sonaba razonable. Y para contarle lo que vi, tendría que omitir ciertos detalles.

—Sonará falso lo que voy a decir, lo que sucede es que tuve un choque de imágenes y sonidos que me llevaron al punto de la desesperación y el terror—Las lágrimas se pronunciaban en mí—Todo lo que vi... Se sentía tan real... Pensará que es ilógico y no lo culpo. Yo también pienso que son tonterías.

Él alzó su mirada esmeralda y dijo— Yo nunca pensé eso, creo en lo que me estas contando ¿Te ha pasado otras veces?

Negué con mi cabeza—Es la primera vez.

—Ya veo... Creo que deberías descansar, estás lastimada y no quiero retenerte más tiempo—Me sonrió—Te acompañaré hasta tu casa.

Esto era extraño. En algún lugar de mi corazón me sentía feliz por el gesto amigable que tuvo hacía mí. Sin querer me he dado cuenta de que al pasar más tiempo con mi jefe todo fluía de manera natural, es decir, el miedo que tenía al principio se iba disipando a medida que lo conocía. Era acogedor lo admito. Y para ser sincera, olvidando un poco el mal rato que pasé, tenía que aceptar que mi jefe contaba con su encanto, no me mal interpreten, pero hasta cierto punto era verdad. Él podría ser incluso casi o igual de guapo que su hermana.

No estaba segura si era un fantasma o un ser sobrenatural, pero lo cierto era que se convertiría en una persona de confianza para mí a pesar de la primera impresión que tuve de él y de la manera extraña en la que apareció ante mí en un principio. 

Tiempos Memorables ||TERMINADO||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora