Un silencio incómodo inundó la sala. Heidi estaba sentada en una de las sillas del comedor, Kyle estaba apoyado en una pared que se encontraba cerca de la cocina y Cartman estaba, como siempre, en el sofá. Este último hubiera deseado tener poderes de rayos láser en ese momento porque le estaba dedicando una mirada fulminante a la castaña. Heidi lo había notado, pero prefirió mirar hacia otro lado.
Nadie sabía por qué ella había decidido ir a visitarlos. Ni siquiera Heidi.
Sin embargo, ya estaba allí. No había vuelta atrás. Huir sería muy cobarde en ese momento, por lo que no le quedó otra más que quedarse ahí tragándose miradas amenzantes y silencios incómodos. Kyle había notado la expresión que Cartman tenía en el rostro y pensó en reprenderlo, como una madre, para que dejara de hacerlo, pero luego recordó que Eric Cartman no obedecía a nadie y mucho menos a él así que prefirió quedarse en silencio y dejar el tiempo pasar. Él sabía que su presencia era la única razón por la cual Cartman aún no le había arrancado los ojos a Heidi; eso y su incapacidad de caminar.
— Bien, Kyle. ¿En qué quieres que te ayude?
Esa pregunta lo había agarrado frío. Estaba perplejo, debía pensar en algo rápido que decir para no quedar como un verdadero idiota.
— Pues... ya sabes. De vez en cuando hay que estar cambiando de lugar a Cartman y no creo que pueda hacer eso yo solo. Como verás, es algo pesado. — Heidi soltó unas risitas ante su comentario.
¿Quién coño se había creído ese judío? Primero trae a casa a una persona que prácticamente estaba muerta para él y luego se atrevía a llamarlo gordo. Hijo de puta. Si por Cartman fuera, ya los hubiese matado a los dos.
Kyle miró su reloj minutos después. Maldición, con todo este asunto había olvidado que tenía clases ese día.
— Heidi, debo ir a mis clases. ¿Podrías cuidar del gordo mientras no estoy? — Heidi asintió con la cabeza — Bien, aquí te dejo mi tarjeta y mis llaves por si necesitan algo. Nos vemos más tarde.
¿Quién se había creído ese judío, su madre?
Kyle salió disparado del departamento dejando a los dos solos. Eso era tan peligroso como dejar encerrado a alguien en la jaula de un león hambriento; solo que, en este caso, Heidi sería un domador, pues conoce de pies a cabeza a su acompañante y sabe cómo enfrentarlo.
— ¿Necesitas algo, Eric? — preguntó con cierta amabilidad
— Que te largues. — respondió el castaño toscamente.
— Si lo hago tendrás que ingeniártelas para comer o ir al baño.
Mierda. Tenía razón. Lo tenía agarrado por las bolas. La odió, odió al idiota que lo había atropellado y puesto en esa situación, odió a Kyle, odió a su madre por haber seguido en drogas a pesar de que él le había dicho que no le gustaba que lo hiciera, odió a todo el mundo en ese momento, incluso a ti que estás leyendo su miseria en este fanfic.
¿Acaso Dios estaba aburrido y se le ocurrió hacerlo pasar por toda esa mierda con el afán de divertirse? No lo sabía. Solo sabía que odiaba a todo el mundo. "Ganaste esta vez, Heidi Turner." pensó él, pero nunca iba a admitirlo; solo se quejó dando gruñidos pareciendo un niño berrinchudo de cinco años.
Ya era casi la hora del almuerzo y el refrigerador estaba vacío (casi, a excepción de unas cuantas rebanadas de queso). Eric tenía hambre pero no pensaba dirigirle palabra alguna a esa chica. Él no tenía que pedirle comida. Si ella se había dado el lujo de irrumpir en su casa, ella tenía que poseer la iniciativa de servirle sin que él tuviese que decirle nada. Era su jodida obligación. Ella y Kyle son sus sirvientes ahora.
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Limbo
FanfictionÉl ha liderado movimientos, manipulado gente y elaborado planes casi perfectos; pero había dejado de lado su vida académica y profesional. Ahora está desesperado, indeciso y presionado. Las imágenes corresponden a sus respectivos autores. Incluye te...