Voluntad

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La alarma de Kyle sonó, como de costumbre, a tempranas horas de la mañana. Esta había sonado tan fuerte que su ruido pudo escucharse hasta la sala, donde Eric y Kenny estaban durmiendo, a lo que el rubio y el castaño se levantaron quejumbrosos.

  —  Carajo, debí decirle al judío que le bajara el volumen a esa mierda.

  —  No hay problema, Cartman. Igual me tenía que levantar temprano. Por cierto, ¿qué hora es? —  Kenny sacó su celular de su mochila y vio la hora — Bien, ya debo irme. Debo llevar a Karen a la escuela.

  —  Oh, bueno. — Cartman se levantó del sofá y se dirigió hacia la puerta del cuarto de Kyle, la cual desde hacía ya un tiempo atrás tenía un papel pegado que decía "Aléjate, culón", para luego tocarla repetidas veces. — ¡Judío! ¡El pobre ya se va!

Kyle abrió la puerta y se dirigió a la cocina — Espera Kenny, antes de que te vayas — El pelirrojo le preparó un emparedado de queso al rubio y se lo dio. — Toma, para el camino.

 — ¡Dios mío, gracias Kyle! — Kenny agradecía con el corazón a todo aquel que le diera comida. Había veces en las que se quedaba sin desayunar porque prefería que Karen comiera un waffle entero en lugar de compartirlo con ella. — Prometo compensártelo algún día.

 — No es necesario, Kenny, no te preocupes. — Respondió Kyle con una sonrisa amistosa en el rostro. —  Espero verte pronto.

 — Nos ponemos de acuerdo. ¡Nos vemos, chicos! — Se despidió Kenny.

 — ¡Adiós, Kenny! — Dijeron el pelirrojo y el castaño al unísono.

Una vez que Kenny se fue, Kyle procedió a servir el desayuno para los dos: emparedados de queso con café.

 — Estoy hasta la puta madre de los emparedados de queso o jamón. — se quejó Eric.

 — Es lo único que hay, gordo. — respondió Kyle con indiferencia.

 — Ugh. ¿Tienes dinero?

 — ¿Para qué? — Preguntó extrañado el pelirrojo.

 — ¿Quieres comer algo decente o no?

Kyle no respondió. Él también ya estaba harto de desayunar lo mismo todos los días y sabía que Cartman tenía buena mano para la cocina, así que sacó su tarjeta de crédito para entregársela.— Trata de no gastar demasiado. Tampoco tardes.

 — No te arrepentirás. — El castaño salió del departamento rumbo a la tienda más cercana. Una vez allí, rápidamente, escogió todos los ingredientes que necesitaba para una receta que su madre le había enseñado años atrás. Ya con todo listo, pagó y fue con prisa al departamento. Se moría de hambre.

Finalmente llegó. No había tardado mucho, incluso lo había hecho demasiado rápido, a lo que Kyle estuvo ligeramente sorprendido. Sin decir nada, el castaño entró y fue directo a la cocina poniendo mano a la obra; mano ya que solo podía utilizar una debido a que su otro brazo estaba enyesado.

 — ¿Necesitas ayuda? — preguntó Kyle — Solo puedes usar un brazo y...

 — No, judío. Yo puedo solo. — En realidad sí la necesitaba, pero era un maldito orgulloso.

Cartman se desesperó porque se estaba tardando más de lo normal, pero finalmente logró terminar. Muy satisfecho con el resultado, procedió a servir ambos emparedados. Kyle le dio la primera mordida al suyo y puso inmediatamente una expresión de placer en su rostro. El pelirrojo lo sintió tan delicioso que no sabía si era porque en verdad lo estaba o porque estaba acostumbrado a comer mal.

 — ¡Está delicioso! — Comentó alegre el pelirrojo. Ese emparedado le había levantado el ánimo.

 — Por supuesto que lo está. Es una receta de mi madre, el secreto está en la salsa.

LimboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora