Capítulo 17- Mi niña...mía.

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     Rachell despertó cuando su cuerpo pidió aire fresco, frunció el ceño, incómoda por no poder moverse y no entender la causa. Cuando sus ojos se abrieron la habitación estaba completamente iluminada, cerro un poco los párpados y giró su rostro para encontrar todas las cortinas abiertas de par en par, dejando los grandes ventanales descubiertos y permitiendo una increíble vista a la ciudad. Los rascacielos más altos se veían desde su propia altura en aquel ático lujoso.

     Bajó su vista suspirando por despertar en aquel lugar, y se dio cuenta del causante de su sofoco. Ithan estaba casi sobre ella, con la cabeza apoyada en su pecho, una mano abrazando su cintura con posesividad, y una pierna encima de las suyas, mientras ella se encontraba boca arriba, tiesa. Su pecho latió con rapidez al verlo abrazarla de aquella manera ¡Oh, era tan íntimo! Tontamente sintió como si vivieran juntos y eso fuera lo más normal del mundo.

     Su espalda fornida estaba desnuda, se había quitado la camisa y eso le excitó. El cuerpo de aquel hombre era un espectáculo de ver. El brazo que la rodeaba era su brazo tatuado y ella aprovechó la oportunidad para detallar cada uno de sus dibujos.

     Era una bella sucesión de dibujos que iban desde un bosque que comenzaba en su muñeca hasta llegar casi a su codo, donde se fundía una espesa tiniebla arropando a una luna brillante sobre una colina, con sombras grises, blancuzcas y negra, también se percibían nubes espesas con ilustración de tormenta, un trueno y un rayo se vislumbraba saliendo de la espesa nube y desapareciendo en el pico de un árbol. Todo una obra que ver, tatuada en su piel.

     A un lado, más arriba de aquel tatuaje enorme, había un curioso martillo que la hizo sonreír. Ladeo el rostro intentando ver lo que había en la cara interna de su bíceps, eran unas letras, pero no pudo leer lo que decía ¿Sería una dedicatoria? ¿Un nombre? Nunca lo había visto con claridad.

     Suspiró sintiéndose cada día más enamorada, levantó su mano derecha, la única que tenía libre, y hundió sus dedos en el cabello largo del rubio, lo acarició con suavidad, contemplando su espalda desnuda y sus glúteos redondos que sobresalían desde debajo de las 'sabanas.

-Que delicia...-Susurró con la voz ronca. Rachell detuvo su mano de inmediato tensándose- No, no pares...-La castaña alzó las cejas y continuó con la caricia en su cabello.

-Buenos días.

-Buenos días, preciosa...-Ithan alzó el rostro y lo ladeo para mirarla. Rachell ahogó casi un grito interno, al ver su rostro al despertar. Tenía los labios rojos, los ojos achinados por la luz y con un azul tan brillante como el agua del océano, el cabello despeinado y más rubio de lo normal con perfectas sombras castañas que casi parecían pintadas, la luz le daba desde atrás y casi tuvo la impresión de observar una corona celestial rodear su cabeza.

     Por otro lado, Ithan contempló el rostro de la castaña. La venda la tenía un poco manchada de un líquido rosa claro, su frente se había desinflamado considerablemente, los ojos los tenía grandes con un gris tan intenso que le provocó ganas de besarla hasta quedarse sin aliento. Los labios entre abiertos y rosados, los pómulos sonrosados y el cabello despeinado, esparcido por la almohada.

-Estás preciosa.

-Seguro que sí, sobre todo con ésta cosa –Señaló su frente. Ithan rió y negó con la cabeza.

-Sigues estando preciosa.

-Gracias Ithan...lo mismo digo –Torció los labios la chica. Ithan se inclinó, besó sus labios cortamente y se levantó.

-¿Qué hora es? –Interrogó Rachell mientras él se dirigía al baño.

-Las ocho.

-¡Ocho! ¡Oh dios mío! ¡Perderé la primera clase! –Saltó de la cama corriendo, buscando por todos lados su bolso. Ithan la observó con los brazos cruzados y una sonrisa estúpida en sus labios. Mirarla correr por toda la habitación con una camisa tan holgada que tenía estilo de rapera, le llegaba hasta las rodillas como un vestido, y eso le causó gracia. El cabello, por primera vez desde que la conoció, lo tenía suelto, cayéndole como una cascada de hebras lisas y espesas, con suaves hondas en las puntas, hasta la altura de los senos ¡Se veía preciosa!

Atravesando las TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora