Capítulo 41- Dime que me amas...

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     Manuel sopesó las palabras de su primo. Quizá debía solucionar las cosas. Tenía que admitir que los últimos dos días sin ella había sido duros. Condujo hasta la casa de la pelirroja, sin pensarlo más, estacionó, respiró profundo y tocó.

-¡Oh! ¡Hola Manuel!

-Hola suegra ¿Cómo estás? –Sonrió con entusiasmo, la mujer le devolvió la sonrisa y lo hizo pasar.

-Gracias a Dios has venido, esa niña está volviedome loca...-Manuel alzó una ceja y pronto la vió desaparecer. A continuación, la pelirroja salió de su habitación y lo observó. Éste se encontraba mirando unas fotos familiares sobre la chimenea cuando ella apareció en el salón

-Hola...-Saludó con voz apaciguada el castaño al girar y percibir a la pelirroja allí, se acercó. Ella suspiró y torció los labios.

-Pensé que no querías verme...

-Aún estoy enojado...

-Entonces ¿Para qué has venido?

-Vamos a mi apartamento, no quiero hablar aquí.

-Aquí podemos hablar...-Contestó testaruda, cruzando las manos sobre su pecho. Manuel resopló y manifestó.

-¿Podrás dejar de comporte como una niña?

-¡Mira quién habla!

-Mira Nicole... –Se acercó más dando un par de largas zancadas, llegando hasta quedar frente a ella, muy cerca. Nicole enderezó su espalda y lo miró a los ojos- Aquí no podré follarte como un jodido maniaco, como he querido hacer desde hace dos días. Estoy cabreadísimo por lo que has hecho. Pero no puedo estar sin ti más de doce horas ¿Lo entiendes?

     La pelirroja sintió su garganta cerrarse y su corazón acelerarse, algo más en su interior se contrajo al oír su ronca voz enojada; susurrando esa palabras, y atisbando sus ojos verdes que parecían envueltos en llamas.

-No todo se soluciona follando como animales.

-Así somos tú y yo, y lo sabes muy bien.

-¿Y si no me he bañado en días? –Intentó espantarlo. Manuel sonrió y ella torció los labios aguantando su propia sonrisa.

-Nos duchamos juntos ¿Supone eso un problema?

-Manuel, por favor...

-Vamos Nicole, por favor, necesitamos hablar.

Cambio su gesto a uno suplicante, Nicole dejó salir el aire de sus pulmones y asintió.

-Voy a cambiarme...-Se dio la vuelta y antes de entrar a su habitación, manifestó- ¡Y sí me he Duchado!

Manuel soltó una pequeña risa y esperó en el salón. Cuando la chica salió, ambos se despidieron de la madre de la misma y se encaminaron a su auto.

-Entonces, pensabas irte del país sin decirme...vaya, que madura.

-Manuel...-La chica suspiró y ladeando su rostro advirtió- No comiences con tu fulano sarcasmo, porque acabaremos mal.

-Yo no acabaré nada mal, acabaré dentro de ti.

-¡Manuel! ¡Después dices que yo soy la niña! –El chico solto una corta carcajada y Nicole se deleitó mirando su hermoso perfil al sonreir, su gruesa carcajada y su ahora, creciente buen humor.

-Bien, basta. Hablaremos en serio –Anunció deteniéndose en el estacionamiento. Nicole asintió y luego de bajar del auto, ambos se adentraron en el asensor.

El ambiente era denso, uno de pie junto al otro, a solo milímetros de tocarse. Sus miradas se encontraron por el espejo de aquella caja metálica que parecía achicarse cada vez más. La respiraición de Manuel comenzó a acerse más pesada cuando la electricidad entre ambos inundó su cuerpo, mientras la de la pelirroja tomaba más velocidad, así como su pulso. Apartó los ojos de él y tragó grueso para controlarse.

Atravesando las TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora