Capítulo Diecisiete.

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Seguimos jugando después de eso, solo que Ivar ahora se sentó a mi lado, para marcar territorio y generar más presión, Hvitserk se quedó donde estaba, sabe que no le conviene venir acá, tras Ivar.

Justo acababa de mover mi pieza, cuando entró Harald riendo feliz, le dio una palmada en el hombro a Ivar y fue por un vaso.

—¿Qué te pasa a ti?—le cuestionó Ivar.

—Seré padre.—dijo Harald, sirviéndose bebida en su vaso.—Skol.

—Huh...—dijo Ivar en voz baja.

Heahmund movía su pieza, y ya vale todo.

—Quizá podríamos...—le comenté a Ivar, levantando las cejas.

—¿Cómo?

—Tengo algo que servirá.—le dije con media sonrisa.

Él sonrió pícaro.—Quizá cuando tengamos el control de Kattegat...—accedió y sentí su mano en mi pierna, causándome escalofríos.

Luego ya recordamos que Hvitserk está escuchando y que Heahmund está frente a nosotros.

El obispo desapareció otra pieza de mi tablero y suspiré cansada, apenas me distraigo y vale mi partida.

(...)

Los cuernos sonaban en el fondo, y al frente de la bahía nos encontramos Ivar, Hvitserk, Harald, Astrid y yo, seguidos de la multitud.Viendo los barcos acercarse a la costa.

—¡Son hermosos!—exclamó Harald, así que sonreímos. Más aliados, por fin.

(...)

—Y allí apareció con gran asombro en el cielo. Una mujer vestida con el sol y la luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.—nos sermoneaba Heahmund, sobre sus enseñanzas cristianas.

—¿Quién es esa mujer?—pregunté yo, con la curiosidad que Ivar y yo parecíamos compartir.

—La virgen. María, la madre de nuestro Dios, Jesucristo.—me respondió Heahmund, aún mirando a la luna a traves de los barandales.

A ver... ¿cómo dijo? ¿Virgen con hijo? Mhm.

—Si era virgen, ¿cómo podría ser madre?—le cuestionó Ivar, con una mueca que me causó gracia.

—Fue un milagro.—comentó Heahmund.

—Yo diría que sí.—dijo Ivar antes de tomar de su vaso, yo sonreí divertida.

Por más que digan odiarse, estos dos son divertidos, incluso me atrevería a decir que llegarán a ser amigos. Claro, si no fueran tan cabezones respecto a sus religiones.

—¿No hay muchas cosas milagrosas en su fe?—nos cuestionó, girándose por fin de la ventana.—¿Como la serpiente cuyo cuerpo se sostiene en el mar?

—Eso no es un milagro.—negó Ivar.—Eso es verdad.

Podría decir que recuerdo como si fuera ayer el día en que el mismísimo Ragnar Lothbrok me contó esta historia, era pequeña, pero algo así nunca se olvida.

—Un día Thor estaba pescando, y enganchó una serpiente por error. Y los dos lucharon una batalla todopoderosa.—comenté.

—Quiero saber más.—me comentó Heahmund, acercándose a mí, así que Ivar se aclaró la garganta.

—La historia va así, el gran mar se mantiene en su lugar gracias a Jörgmungandr, la serpiente, cuyo cuerpo gigante lo rodea, y sostiene su cola dentro de su boca para completar el círculo y detener las fuertes olas. Pero un día, el dios Thor, hijo de La Tierra, estaba pescando en el mar para pescar a la serpiente usando una cabeza de toro como cebo, Jörgmungandr se molestó, y las olas golpearon las orillas mientras él se retorcía de ira. Fueron bien emparejados, la serpiente y el dios, en esa lucha furiosa.—conté, citando exactamente cada palabra que Ragnar me había dicho.

¿Por qué con él?| Ivar Ragnarsson y tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora