Capítulo Veintisiete.

1.9K 125 18
                                    

MESES DESPUÉS...

Mi embarazo ya está algo avanzado, ya es bastante notable mi vientre. Las cosas entre Ivar y Hvitserk siguen algo tensas, pero la inconformidad del pueblo con Ivar ya disminuyó, ya están más de acuerdo con él, y ya no hacen caras cada vez que dice que ha sido bendecido por los Dioses, ya lo aceptan también.

Decidí tomarme una siesta porque porque me encontraba exhausta, ahora no vivo sólo por mí.

Cuando desperté, Ivar no estaba a mi lado, y aparentemente en casa tampoco. Pero escuché a la gente que trabaja en la casa susurrar algo de que el Profeta estaba desaparecido. Temo creer que mi esposo tiene algo que ver con eso, quizás lo visitó y le dijo algo que no quería escuchar y... Carajo, ¿por qué dudo de mi esposo?

De cualquier manera, la noticia se hizo saber al alba, y pronto había varias personas reunidas alrededor de la que solía ser la casa del Profeta. Por otro lado, Ivar y yo estábamos en nuestra habitación, el día de hoy me toca encargarme de su peinado, mientras Karl se encontraba pintando su pequeño escudo en el suelo, a unos pasos de nosotros.

—Auch.—se quejó Ivar, después de que le di un pequeño tironcito en el cabello, yo me detuve asustada, pero él se rió, así que le di un pequeño golpe en la cabeza, divertida.

—¿Qué le pasó?—Hvitserk lo cuestionó, entrando sin previo aviso. Por todos los Dioses, ¿Ivar sí tuvo que ver con la desaparición del Profeta?

—¿Qué?—cuestionó Ivar, aún divertido por nuestra escena previa.

—¿Qué le pasó al Profeta?—especificó Hvitserk.

—¿Al Profeta?—preguntó Ivar, confundido.—Me dijeron que se fue.

—Había sangre fresca en el suelo.—recalcó Hvitserk, no cayendo por lo que Ivar le dijo.

—Tal vez hizo un sacrifico, ¿yo que sé?—Dijo Ivar, haciendo que yo riera nerviosamente por lo absurdo que era eso, pero a sus ojos, fue porque el comentario me hizo gracia.

—Están ebrios, ambos.—nos dijo y negué, apuntando a mi estómago, no puedo tomar en el embarazo, después, me recargué en la espalda de Ivar, abrazándolo por detrás.—Si se fue, tenemos que encontrarlo. Y si alguien trató de matarlo, necesitamos saber quién. Y por qué, si no los Dioses...

—No hables por los Dioses, Hvitserk.—le reclamó Ivar.—Solo él podía y solo los Dioses saben dónde está. Si no, yo seré quien hable por ellos, en el momento indicado.

—Yo lo sé, lo sé.—le murmuró Hvitserk antes de irse, cosa que dejó a Ivar completamente paralizado.

—Ivar, cariño, ¿todo bien?—le pregunté,pero no me respondió.

Mierda. Si el Profeta está muerto... Me temo que Ivar fue quien terminó con él. Sus delirios de grandeza lo están llevando a hacer cosas que no creía que haría.

—Papá, ¿qué le pasó al señor Profeta?—Karl le cuestionó a Ivar, con su fina y tierna vocecita, llena de inocencia.

—No lo sabemos hijo, se fue.

(...)

—Pueblo mío, hemos sufrido una terrible pérdida. Todos nosotros. Nos han quitado al Profeta.—anunció Ivar, varias personas estaban reunidas en la sala principal, escuchando lo que el Rey tenía para decir al respecto.—Créanme, estamos haciendo todo lo posible para averiguar qué le pasó. Lo necesitamos. Nadie recuerda a Kattegat sin el Profeta, él sabe todo sobre nosotros, sobre nuestro pasado y todo lo que el futuro nos depara.

Ivar caminaba a la gente, y tomó la mano de una mujer, qué conveniente.

—Encontraré al que hizo esto, y haré pagar con sangre lo que nos ha hecho.—aseguró.—Mientras tanto, no tengan miedo de que yo haya sido revelado como alguien a quien los Dioses han ayudado y bendecido, les prometo que no afectará sus vidas y que no cambiará nada. Excepto que pueden sentirse orgullosos de ser gobernados por alguien que ha sido ayudado directamente por los Dioses, por alguien que junto con su esposa, tendrá un hijo bendecido por los Dioses.

—¡Viva Ivar! ¡Viva ______!—aclamó la gente, mientras Ivar me señalaba con una sonrisa, específicamente a mi vientre crecido.

Ivar se regocijó entre los aclamos de la gente, antes de tomar asiento a mi lado y poner una mano sobre mi vientre con suavidad.

(...)

—¿Cómo está Baldur?

—Está bien, no deja de patear, creo que está ansioso por nacer.—le dije, mientras se recostaba a mi lado, con la mano en mi vientre. Mi comentario fue plenamente honesto, las pataditas abundaban de una manera alucinante.

La cantidad e intensidad de las patadas, además del constante movimiento, hambre y cansancio me están haciendo dudar de sí en realidad es sólo Baldur a quién esperamos.

—Te amo.—me dijo, y creo que es la primera vez que le nace decirlo, no lo dijo porque nos encontremos en una situación de riesgo.

—Y yo a ti.—le dije sonriendo, por el embarazo mismo, sentía unas tremendas ganas de llorar.

—Aparte de mi madre, nunca supe lo que es ser amado o amar en verdad. Como sabes, mi padre me abandonó para que muriera siendo bebé, porque estaba lisiado. Todos me han tratado siempre primero como lisiado, lo único que quería era que me amaran. Pero vi que era imposible. Así que estaba enojado con todos, he sentido ira toda mi vida, hasta el momento en que llegaste tú, sin realmente esperar nada a cambio, me diste todo, eres toda bondad, eres mi mundo.—me dijo, y sentía que no podría aguantar las lágrimas por mucho más.

—Me alegra de verdad, ser esa persona en tu vida, tú también lo fuiste. Si bien crecí en una familia, realmente nunca fui deseada, por eso mi madre no dudó ni dos segundos antes de ofrecerme por tierras, pero es la mejor cosa que pudo haber hecho. Gracias a eso tuve la oportunidad de casarme contigo y llevar en mi vientre un hijo tuyo. El hijo de un hombre único.—le dije y sonrió, posando una mano en mi mejilla. Se acercó a mí y yo eliminé la distancia entre ambos y dejé que nuestros labios se juntaran en un tierno beso.

—Me he estado preguntando algo.—me dijo en cuanto nos separamos, y me acosté sobre mi brazo.—¿Qué hacen los Dioses? O bueno, las personas bendecidas. Necesito hacer algo más, tengo qué.

—Lo que debas hacer, se revelará a su tiempo, yo lo sé. Por ahora, sé un buen rey y un buen padre, tanto para Karl como para Baldur en un futuro.

—Lo seré.—me aseguró, acostándose en su brazo.—Lo soy, ¿no es así?

—Sí bueno... Karl a veces te teme pero... Es un niño algo sensible, ya se acostumbrará.—le comenté.

—¿De verdad? Quizás eso será lo que lo haga diferente a todos nosotros; aunque espero que sea una virtud y no algo que lo haga terminar muerto joven.

—¡Ivar!—le reclamé.

—¿Qué? No digo nada más que la cruda verdad.

Nos reímos un poco y pasamos el resto de la tarde en compañía, ignorando por sólo una tarde al resto del mundo, concentrándonos en nosotros mismos y en el bebé que está por venir. Tenía tiempo que no tenemos esta paz, aunque yo sé que hay una tormenta por venir, puedo sentirlo.

¿Por qué con él?| Ivar Ragnarsson y tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora