Memorias de Sam II

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¿Quién me iba a decir a mí que algún día saltaría en paracaídas? No me importa el salto, ni la distancia. Nada. Lo único que tengo en mente es a ella y me hierve la sangre al pensar lo que esos desgraciados le pueden haber hecho estos días.

Juls, Erika e Ian van detrás de mí. Al tocar el suelo, el paracaídas desaparece eliminándose de nuestro inventario. Hacemos gestos con las manos para entendernos y nos escondemos entre los matorrales y detrás de las rocas grandes.

Avanzamos sigilosamente con las ballestas en mano, cargadas y nosotros bien protegidos con armadura de camuflaje. Los animales sienten nuestra presencia y olor. Por suerte y aunque no estemos dentro de la tribu, nos reconocen. Acercan sus morros a cada uno de nosotros con entusiasmo. Parece que se alegran de vernos y están algo maltratados... Paso la mano por encima de Tron, acariciándolo. Están todos más delgados de lo normal. Si los dinosaurios están así... no me quiero ni imaginar el trato que habrá tenido Diana. Los voy a matar.

El huerto está descuidado también...

Seguimos avanzando medio agachados y en sigilo. A medida que nos acercamos a la casa escuchamos las irritantes voces de Liam, Jessica y Max. Parece que están en la primera planta. Me asomo con cuidado por una de las ventanas y los veo sentados en las sillas del comedor.

El plan es sencillo: entrar de golpe, amenazarlos con disparar si hacen algo y rescatar a Diana.

Nos acercamos a la puerta. Ian y yo nos ponemos cada uno a un lado y las chicas igual. Con gestos y susurros nos las arreglamos para llegar a una idea. Nosotros derribamos la puerta de madera, entramos y apuntamos.

–A la de tres –susurra Ian y todos asentimos.

–Uno...

–Dos...

–¡Tres!

La puerta cae. Entramos rápidamente sin darles tiempo a reaccionar. Erika y Juls se dispersan por la habitación rodeándolos y sin dejar de apuntar.

–¡Al más mínimo movimiento disparamos! –grito.

Parecen aturdidos y no saben hacia qué lado mirar. Saben que están atrapados.

–¡¿Dónde está?! –estoy perdiendo la paciencia. –Quedaos aquí. Juls, ven conmigo.

Subimos apresuradamente las escaleras y corro a la habitación de Diana.

–No puede ser... ¡Malnacidos!

–¿Han quitado la puerta? ¡Sam tenemos que sacarla de ahí ya!

–¡Diana! ¡Responde! –empiezo a aporrear la pared con fuerza con la intención de tirarla abajo. –¡Joder! Juls ayúdame.

Cada vez está más agrietada.

–Vamos, vamos. ¡Ábrete!

–Tranquilízate Sam. Ya falta poco.

Y de repente la puerta se desploma y desaparece dejándonos en el inventario madera y paja.

–Dios mío... ¡Diana! –Juls se queda de piedra cubriéndose la boca con las manos. Yo no puedo reaccionar.

La habitación está totalmente oscura y ella está en un rincón de la cama sentada totalmente demacrada. Tiene la cara empapada de lágrimas y se tapa los ojos con los brazos. Debe de ser una cantidad de luz inmensa para ella ahora mismo.

Camino apresuradamente hacia ella y la abrazo con fuerza. La cargo en brazos.

–Los voy a matar... –digo entre dientes. –Diana, ¿estás bien? Pequeña di algo...

ARK: Supervivencia ExtremaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora