- CAPÍTULO X - Vanitas vanitatis

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Todavía no eran las seis y media cuando Alejandra se despertó. Mercedes le había dicho que a las nueve debía bajar a los niños al desayuno. Con levantarlos a las ocho tenía tiempo de sobra.

Se levantó a oscuras y a tientas fue al cuarto de baño. Encendió la luz y abrió los grifos de la bañera. Se daría un buen baño para relajarse. Lo necesitaba.

Mientras se llenaba la bañera salió a preparar la ropa. Pasarían todo el día en el hotel y a la mañana siguiente emprenderían de nuevo la marcha, de modo que decidió ponerse un vestido un poco elegante.

Sacó de la maleta uno que se había puesto en pocas ocasiones, prácticamente nuevo. Abrillantó sus zapatos y sacó sacó el joyero. Ya que la señora Flores presumía de sus joyas Alejandra no iba a ser menos, por sencillas que éstas fueran, de modo que cogió un camafeo con la silueta de una mujer, simple pero elegante, y unos aretes.

Cuando volvió al baño se desnudó y se sumergió en el agua. Estaba en su punto, ni fría ni caliente, tal y como a ella le gustaba.

Intentó dejar la mente en blanco, ahogar todos sus problemas. Se sentía relajada, en paz.

Alejandra perdió la noción del tiempo. Se puso nerviosa, pues no quería llegar tarde de nuevo. Salió rápidamente de la bañera y se secó con rapidez.

Se puso la ropa interior y se apretó bien fuerte el corpiño. El vestido se abotonaba por detrás, de modo que tenía que pedirle ayuda a alguien.

Salió del baño. El sonido de los tacones despertó a los niños.

- ¡ Arriba niños ! Rápido, se nos echa el tiempo encima.

Los niños obedecieron sin rechistar. Estaban bien educados, eran dóciles y, además, le habían cogido cariño a su nueva niñera.

- Calé, hazme el favor - pidió Alejandra - y átame los botones del vestido. Ricardo, tú ve yendo al baño.

Candela se los ató.

- Es un vestido precioso - le dijo la niña -. Me encanta como está bordado.

- ¿ Te gusta ? Lo he bordado yo. Si quieres te puedo bordar a ti los tuyos.

- ¿ En serio ? - dijo Calé ilusionada.

- Pues claro.

Cuando hubo bañado a los niños los vistió y peinó cuidadosamente.

- Quedan quince minutos para el desayuno - advirtió Candela.

Alejandra estaba aún sin peinar. Se pasó rápidamente el cepillo y se puso una cinta. No había tiempo para más. Cuando se colocó el colgante y los pendientes se dirigió hacia la puerta.

- ¿ Estamos listos ?

- ¡ Sí ! - dijo Ricardo con entusiasmo.

Alejandra les tomó de la mano.

- Pues allá vamos.

RECUERDOS ENFRASCADOS: Hacia una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora