Tras cruzar todo el pueblo llegaron a la apartada capilla de la Virgen, a la cual había adosado un bloque de viviendas. El carro se detuvo ante ella.
- Ya hemos llegado - dijo Amador.
- ¡ Por fin ! - dijo cansada Mercedes mientras descendía de la carreta -. Llama a ver si nos abren. No deseo más que meterme en la cama.
Alejandra y los niños bajaron del carromato.
- ¿ A qué esperas ? Empieza a bajar las cosas - ordenó tajante doña Mercedes.
- Pero señora...
- Rápido.
Alejandra empezó a sacar las cosas menos pesadas, como maletas y cajas, pero ella sola no podía bajar los pesados muebles.
Mientras, Amador hablaba con la casera, doña Balbina, una anciana con pinta afable y simpática.
En ese momento pasaba por allí una cuadrilla de chavales, poco más mayores que Alejandra.
- Mirad - dijo uno de ellos con el cigarrillo en la boca -. ¿ Quiénes son esos ?
- No sé, pero tienen pinta de ricos - dijo otro.
Y es que en la villa la familia Flores realmente era una familia rica, pues tampoco había demasiados recursos.
- La chica del carro es guapa... - dijo uno de ellos.
- Ni lo sueñes - dijo el primero de todos.
Tiró al suelo el cigarro, se metió la camisa por dentro del pantalón y se puso en marcha hacia ella a al vez que se colocaba el pelo.
Alejandra se percató de ello y comenzó a ponerse nerviosa. ¿ Qué querría ? ¿ Por qué acudía hacia ella con tanta decisión ?
El muchacho caminaba firme y seguro, con cierta chulería. Llegó junto a ella y se apoyó en la carreta.
- ¿ Qué hay ? - dijo levantando la cabeza.
Alejandra estaba callada. No sabía que decirle.
- ¿ Qué te pasa ? - insistió el chico - ¿ No sabes hablar o qué ?
- Perfectamente. ¿ Se puede saber que quieres ?
El joven se impactó. No esperaba una contestación tan chocante.
- Perdona, he sido un poco atrevido. Me llamo Rafael - se presentó tendiendo su mano a Alejandra.
- Alejandra - respondió reacia y desconfiada, dándole un apretón de manos.
Rafael se encendió otro cigarrillo.
- ¿ Te ayudo a bajar los muebles ?
- Creo que puedo sóla.
- Lo dudo mucho - dijo Rafael riéndose.
- Además, no se si a los señores les gustarán que un desconocido toque sus cosas.
- Tranquila - dijo él -, yo soy de fiar.
Rafael se arremangó la camisa y se subió al carro a ayudar a Alejandra.
- Así que os venís a vivir aquí - dijo él.
- Al señor Flores le han trasladado aquí, para trabajar en la oficina de correos - explicó -. Yo soy su criada y niñera.
- Entiendo.
Poco a poco fueron bajando los muebles del carromato, a la par que hablaban y se contaban un poco sus vidas. Rafael trabajaba en un barco pesquero, al igual que todos sus hermanos mayores e igual que había hecho su padre, quien ahora estaba enfermo, y de quien también se ocupaba él.
Don Amador se acercó a ellos.
- Señor - dijo Alejandra -, este es Rafael. Se ha ofrecido ha ayudarme a bajar los muebles y meter las cosas en casa.
- Muchas gracias chaval - dijo Amador uniéndose a ellos.
Una vez hubieron subido al piso, con mucho esfuerzo, todas las pertenencias, don Amador le dio algunas pesetas a Rafael.
- Te lo mereces - le dijo sonriendo.
- ¡ Muchas gracias señor !
Alejandra le acompañó hasta la puerta.
- Bueno, pues nada, encantado de haberte conocido - Rafael había perdido ya la chulería del principio y estaba más cortado.
- Hasta mañana, y muchas gracias por todo.
- ¿ Volveremos a vernos ? - preguntó embobado.
- Eso espero.
Alejandra sonrió y cerró la puerta lentamente mientras miraba con fijación sus ojos azules.
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RECUERDOS ENFRASCADOS: Hacia una nueva vida
Ficção HistóricaCon tan sólo quince años, Alejandra se ve obligada a abandonar a su humilde familia y dejar lejos su hogar para trabajar como criada de una familia regida por las apariencias, formada por un afable funcionario, dos niños cariñosos y una soberbia señ...