- CAPÍTULO XIV - Una carga explosiva

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Tras todo el día dando tumbos por la ciudad regresaron al hotel. Ya en la habitación Alejandra acostó a los niños.

- Tenéis que descansar - dijo -. Mañana será un día muy largo.

- Pero iremos en tren - respondió ilusionado Ricardo -. Yo nunca he ido en tren.

- Cierto. Yo tampoco - dijo.

En ese momento llamaron a la puerta. Alejandra la abrió.

- Buenas noches - dijo Amador -. Aquí tienes tu billete y los de los niños. Mañana temprano iré a la estación para que carguen los muebles en el tren. A las ocho baja a desayunar con los niños y deja listas las maletas. El tren saldrá a las nueve.

- De acuerdo señor Flores - respondió Alejandra -. Buenas noches.

Don Amador sonrió y dio media vuelta.

Alejandra apagó las luces y se fue a dormir.

Por la mañana repitió el mismo proceso que el día anterior y bajaron a desayunar a la hora convenida. En el salón se encontraron con Mercedes, pero don Amador aún no había llegado.

- Vamos a esperar un poco más - dijo impacientada la señora -. Este inepto se habrá perdido.

Al poco tiempo entraba Amador por la puerta.

- ¿ Se puede saber que ha pasado ? - inquirió su mujer.

- No han podido cargar los muebles. Han tenido que llevar los vagones con un envío urgente de dinamita, para mandar a Francia, por lo de la Gran Guerra.

Mercedes enfureció.

- ¡¿ Me estás diciendo que tengo que volver a subir a ese maldito carro ?!

- Eso parece - dijo él.

- ¡ Al menos te habrán devuelto el dinero de los billetes !

- No se si llega a la mitad - dijo Amador agachando la cabeza.

Cuando hubieron desayunado salieron con el equipaje y volvieron a encaramarse en la carreta. Se reanudaba el viaje.

RECUERDOS ENFRASCADOS: Hacia una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora