1

448 33 8
                                    

– Quédense quietos y no hagan ruido. –ordenó mi madre saliendo del auto. Mis amigos y yo estábamos en el asiento trasero jugando a molestarnos. Seguimos a mi madre con la vista mientras entraba a aquel edificio. Cinco minutos después los tres estábamos aburridos.

– ¿Y si entramos? –. Sugirió Iván.

– ¿Estás loco? –lo miré sin creer lo que acababa de decir– Mi madre nos dijo que nos quedáramos aquí. Y si no los mata a ustedes por desobedecer me matará a mí.

– ¡Vamos Misty! ¡No seas aburrida! –tardaron otros 10 minutos para poder convencerme cuando finalmente lo lograron.

– ¡Bien! Pero nadie puede vernos o estaremos en muy graves problemas. –salimos cuidadosamente del carro y evitamos a toda costa que alguien nos viera.

Como no teníamos tarjetas de identificación no podíamos pasar por la puerta (además de que los guardias nos verían) así que buscamos entre muchas ventanas hasta que finalmente logramos entrar por una que se encontraba abierta.

Nos acercamos lentamente a una puerta que estaba entreabierta y de donde salían voces.

– No, –se escuchó la voz de mi madre salir desde aquella oficina– le aseguro que nadie está al tanto de esto.

Martín tocó mi brazo para preguntarme qué era lo que estaba pasando pero antes de que siquiera abriera la boca yo me llevé el dedo índice a los labios como señal de que no hablara.

– ¿Estás segura? –logré asomarme un poco para poder ver. Mi madre acababa de entregarle una caja negra a uno de los 3 hombres que estaban frente a ella–. Si alguien descubre algo sobre esta nueva arma se va a desatar la 4ta Guerra Mundial. –quien hablaba era un hombre grande, vestido con un traje negro.

¿4ta Guerra Mundial? Jamás creí que eso podía pasar. En mi escuela apenas estábamos llegando a la tensión entre Estados Unidos, Corea del Norte y Rusia que causaron la 3ra Guerra Mundial.

Esta vez fue Iván fue quien me tocó del brazo para preguntarme pero no logré callarlo a tiempo.

– ¿Qué está pasando? –preguntó susurrando pero su voz fue lo suficientemente alta para que los hombres de aquella oficina cerraran la boca.

Cuando regresé la vista a la oficina abrí los ojos como platos al darme cuenta de que todos nos veían, incluida mi madre; quien nos miraba con terror al descubrir lo que habíamos hecho. Uno de los hombres nos señaló.

– ¡Atrápenlos! –otro hombre oprimió un botón situado en la pared. Al instante empezó a sonar una alarma y todas las habitaciones se iluminaron de un rojo intenso. Me giré hacia mis amigos.

– ¡Corran! –sabía que aquello que acabábamos de escuchar era algo de vida o muerte.

Nos metimos a otra habitación y nos escondimos. Iván se metió debajo de la mesa (que no lo cubría lo suficiente), Martin debajo de un escritorio de madera y yo dentro de un mueble metálico algo pequeño pero que, por medio de unas pequeñas rayas, me dejaba ver un poco lo que sucedía afuera.

No tardaron mucho en encontrar a Iván, a quien jalaron de los pies para poder sacarlo de la mesa. Logré ver sus rasguños marcados en el piso. Lo cargaron y movieron hacia un lugar en donde yo sólo podía ver sus pies pataleando en el aire.

– ¡Por favor, suéltenme! ¡Yo no sé nada! ¡No diré nada! ¡No!

– ¿En dónde están tus amigos? –. Preguntó furioso alguien.

– ¡No lo sé! ¡Nos separamos! –admiré su valentía al mentir por nosotros– ¡Por favor! ¡No diré nada!

– De eso estoy seguro... –unos horribles gritos se escucharon por toda la habitación y al instante pude ver como tiraban a uno de mis mejores amigos al suelo desangrándose. Me tapé la boca para omitir los ruidos y el vómito que mi boca querían sacar. Se retorció un poco y finalmente se dejó de mover.

Esto no puede estar pasando. Esto no puede estar pasando.

– ¡Busquen a los otros! –me pegué a la pared metálica del mueble como si eso fuese a evitar que me vieran– ¡El niño dijo que se habían separado! ¡Busquen en las habitaciones contiguas, no deben estar muy lejos!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

– ¡Busquen a los otros! –me pegué a la pared metálica del mueble como si eso fuese a evitar que me vieran– ¡El niño dijo que se habían separado! ¡Busquen en las habitaciones contiguas, no deben estar muy lejos!

Conté hasta veinte. Tomé aire y abrí las puertas del mueble.

Misty ~PAUSADA por el momento ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora