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Pierre sonrió al ver nuestra confusión.

– Verás, –volteó a ver a mi madre– ¿podría dejarnos a solas? –ella negó con la cabeza.

– Ni pensarlo, no voy a ir a ningún lado. –dijo firme.

– Quiero dejar en claro que si esta conversación sale de aquí estarían arriesgando su vida. –dijo serio el señor Butterworth. Tragué saliva poniéndome nerviosa por lo que acababa de decir.

– Déjanos explicarte... –inició Pierre–. Hace tiempo alguien entró a nuestro sistema y lo hackeó, pero no por diversión, como tú lo hiciste. –no, no estaba molesto conmigo.

– No hemos podido rastrear su IP, pero sospechamos que es de Alemania, Rusia o China.

– Empezó a crear sus propios mapas en donde hace que la gente entre a jugar pensando que es otro nivel más... Pero cuando están ahí él mata su cuerpo real y los deja en la realidad virtual para siempre...

–Oh por Dios... –susurró mi madrastra tapándose la boca.

– Es por eso que te necesitamos. –Natasha tomó mi mano en un intento de parecer más amigable.

– ¿Quieren arriesgar la vida de mi hija? –mi madrastra se situó a lado de mí –. No lo voy a permitir, largo de mi casa. –los tres se levantaron de la silla.

– ¿Por qué yo? –. Pregunté poniéndome de pie.

– Porque eres la primera persona que logra avanzar tanto en el nivel de La Iglesia.

– ¿Cómo lo saben? –mi madrastra ya los estaba empujando hacia la puerta.

– Podemos ver a los jugadores, pero no podemos hacer nada contra él.

– Acepto. –mi madrastra me miró con los ojos como si fueran a salírsele.

– Pero Miranda...

– Zuli, si lo que dicen es cierto... No quiero que más personas mueran... –volteé a ver de nuevo a las tres personas que estaban a punto de salir de mi casa–. Acepto.

***

– Entonces, ya sabes lo que hay que hacer, ¿no? –asentí. Mi madrastra estaba en la esquina de la habitación. La habían dejado dejado estar conmigo sólo si prometía fingir no estar ahí, aunque no usaron esas palabras exactamente.

– ¿Si pasa algo podrán sacarla del juego? –preguntó mi madrastra notablemente preocupada.

– Tranquila, Zulema –volteé a verla con una ligera sonrisa–. Estaré bien. –se acercó hasta mí y plantó un beso en mi frente.

– Cuídate, mi niña. –realmente la quería mucho, pero jamás la había llamado mamá. Ni una sola vez.

– ¿Quieres que nos salgamos para que te quites la ropa? –. Preguntó Natasha. Asentí. Sin decir nada más, todos salieron de la habitación. Me desnudé y entré a la cápsula.

Quédate quieta y no hagas ruido. –dijo mi madre viéndome seriamente. Extrañada de que no hablara en plural volteé a ver a mi lado. Estaba sola en la parte trasera del auto. Ella salió y entró al edificio.

No están aquí porque no los fueron a buscar... Estoy sola en esto.

Respiré hondo antes de salir del carro y entrar por la misma ventana por la que ya había entrado una vez. Con mucho cuidado fui a la oficina donde anteriormente había escuchado la voz de mi madre. Sabía que tenía que hacer todo igual, pero no sabía hasta qué momento exactamente. Cuando me asomé vi los ojos azules de un hombre que me miraban directamente. Sonrió y me guiñó un ojo. Me quedé paralizada.

– ¡Atrapenla! –gritó otro hombre que me vio oprimiendo un botón en la pared. Al instante empezó a sonar una alarma y todas las habitaciones se iluminaron de un rojo intenso. Me puse de pie con la intención de correr hacia el mismo lugar en donde me había escondido anteriormente pero recordé que no nos habían encontrado porque Iván había dicho que habíamos ido a otras oficinas y nos había dado tiempo suficiente para correr. Sin pensar más corrí directamente hacia la ventana por la que había entrado y fui directamente al auto. Lo encendí y salí del estacionamiento a toda velocidad. Mientras conducía recordé lo que sucedería a continuación. Cuando pasé el árbol contra el que había chocado me sentí aliviada, pero eso no duró demasiado porque perdí el control del coche y me fui a estrellar contra un árbol aún más grande. Salí intentando ignorar el dolor.

¿Hacia dónde corriste? Piensa, piensa.

Moví mis pies tan rápido como me era posible recordando por donde había pasado anteriormente. Cuando llegué al final del bosque vi la iglesia. Seguí corriendo. Al voltear sobre mi hombro vi como el de la flecha me apuntaba. Empecé a zigzaguear. En cuanto llegué a la puerta de madera la empujé con todas mis fuerzas y entré. Mi primer instinto fue esconderme debajo de la mesa de nuevo.

Si no me encontraron la primera vez, tampoco lo harán una sentida vez, ¿o sí?

¿En dónde está? –. Preguntó la mujer. Esperé a que el hombre mayor dijera que probablemente no llegué tan lejos pero eso nunca pasó.

– ¿Podrías salir, por favor? –preguntó parándose a lado de la mesa. No me moví–. Sé que estás ahí, la primera vez también te escondiste en el mismo lugar. –tragué saliva.

Supo que estaba aquí... Supo que estaba aquí y no dijo nada.

Lentamente levanté la tela que me cubría y salí de debajo de la mesa con ambas manos levantadas sobre mi cabeza, para que vieran que no estaba armada. Las tres personas que me rodeaban apuntaron directamente a mi pecho.

– Basta –dijo el hombre mayor sin dejar de mirarme. Los tres bajaron sus armas. Caminé hasta situarme frente a él–. Volviste. –dijo con una sonrisa en su rostro.

 –dijo con una sonrisa en su rostro

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– ¿Lo sabías? –pregunté.

– Lo esperaba. –dijo con sinceridad.

Misty ~PAUSADA por el momento ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora