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Quise correr hacia él pero mi instinto de supervivencia me lo evitó. Sólo me quedé ahí. Viendo como la sangre salía por debajo de su cuerpo. Cuando levanté la vista me di cuenta de que una flecha se dirigía directamente hacia mí. Esperé un segundo para calcular en dónde caería ésta. En cuanto vi que se acercaba más a mí a toda velocidad me moví dos pasos hacia la izquierda. La flecha impactó justo en donde mi cabeza había estado una fracción de segundo antes. Voltee a ver a las personas que ahora corrían en mi dirección. El del arco con flechas era un hombre blanco con tantos tatuajes que cubrían incluso su cara, y otras dos personas de piel negra pero extrañamente ambas tenían el cabello blanco como la nieve; por su físico una era mujer y el otro hombre, tal vez serían gemelos, y por último había un hombre, pero este no corría hacia mí, sino que estaba de pie justo en donde yo me había parado cuando vi la iglesia, así que no alcanzaba a verlo tan bien. Sin esperar más corrí hacia el interior de la iglesia y busqué a alguna persona que pudiera ayudarme, pero no había nadie, aquel lugar estaba desierto.

Pasé en medio de los largos asientos que había hasta llegar al altar; como escuché los pasos cercanos de aquellos asesinos decidí meterme debajo de la mesa, en donde los padres se ponen para dar la misa, y me aseguré de que ninguna parte de mi cue...

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Pasé en medio de los largos asientos que había hasta llegar al altar; como escuché los pasos cercanos de aquellos asesinos decidí meterme debajo de la mesa, en donde los padres se ponen para dar la misa, y me aseguré de que ninguna parte de mi cuerpo se lograra ver.

Dejé de respirar en el mismo instante en el que entraron a la iglesia.

No puede estar pasándome esto a mí. ¿A dónde me fui a meter?

– ¿En dónde está? –. Preguntó la voz de una mujer.

– No fue demasiado lejos. –respondió una voz masculina tan calmada que me sorprendió.

– No lo sé, señor... Este lugar es demasiado grande...

Unos pies se situaron frente a la mesa. Justo a lado de mí. Me tapé la boca como si así hiciera menos ruido.

– Dije que no fue demasiado lejos. –habló cortante el hombre que estaba a lado de mí. Si movía el pie unos 10 centímetros hacia enfrente golpearía mi pierna.

No lo muevas. No lo muevas.

Soltó aire de tal forma que me hizo pensar que estaba sonriendo en ese momento.

– Cierren todas las salidas posibles. –pasaron unos interminables segundos hasta que dejé de escuchar ruidos cercanos.

Levanté la tela, lentamente, que me cubría y asomé la cabeza hacia ambos lados. Salí intentando hacer el menor ruido posible. De repente escuché algo detrás de mí. Me giré sólo para darme cuenta de que el tipo tatuado estaba cerrando la enorme puerta de la iglesia.

– ¡Ah! Ahí estás –dijo sacando una flecha de su espalda y acomodándola para dispararme–. Procura no moverte esta vez... Porque yo JAMÁS fallo un tiro. –corrí hacia mi lado derecho y me escondí detrás de una enorme figura de algún santo que no me importó reconocer. Escuché un ruido detrás de mí. Giré mi cabeza sobre mi hombro y sorprendida me percaté de que había una flecha enterrada en la pared.

– Sal de ahí. –dijo con tono juguetón. Agarré un pedazo de mi camisa de tal manera que sobresalía y era seguro que él podría verla. Una flecha atravesó aquel pedazo de tela.

– ¡Espera! –. Grité intentando ganar algo de tiempo.

– ¿Qué? –. Su voz se escuchaba cada vez más cerca. Respiré hondo.

– No me parece justo

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– No me parece justo.

– ¿El qué? –. Estaba segura de que estaba apuntándome en ese momento, intentando encontrar el mejor ángulo para matarme rápidamente.

– Yo estoy desarmada y tú tienes un arco y flechas... Eso no es honorable...

– ¿Crees que me importa lo que es honorable?

– Tira tu arma y pelearemos como se debe.

¿Qué estás haciendo? Esto sólo pasa en la películas... Y aun si aceptara... No sabes nada de pelea cuerpo a cuerpo...

– ¿Por qué no mejor sales y te...?

– Complácela. –reconocí la voz que minutos antes había estado por descubrir mi escondite. Lo busqué con la mirada sin moverme hasta que lo encontré recargado sobre la mesa, viéndome con una arrogante sonrisa.

– Pero señor... –aun no alcanzaba a ver al del arco pero tampoco me iba a atrever a asomar mi cabeza por si su plan era enterrarme una flecha entre las cejas.

– ¿Qué eres? ¿Un gallina? –. Estaba realmente sorprendida de que aquel hombre, que ahora veía más de cerca, me estuviera "ayudando".

Misty ~PAUSADA por el momento ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora