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Me asomé ligeramente para poder ver al hombre tatuado. Estaba de espaldas, dejando su arco en la primera de las largas sillas que había. Sin dudarlo salté sobre su espalda y enterré mis uñas en su rostro. Sus gritos no lograron hacer que me quitara de encima. Corrió hacia atrás hasta estrellar mi espalda contra una pared sacándome el aire. Pero aún así no me di por vencida y enterré mis uñas en sus ojos, los cuales ni siquiera sabía si estaban abiertos o cerrados. Continué así hasta que se tiró al piso de espaldas volviendo a sacarme todo el aire; finalmente lo solté mientras tosía intentando respirar. Me arrastré rápidamente para tomar el arco y una flecha que encontré tirada en el suelo. Las acomodé como iban y apunté hacia el hombre tatuado y lleno de sangre en el rostro.

– ¡Maldita perra! ¿En dónde estás? –giraba intentando ubicarme mientras se limpiaba los ojos del líquido rojo.

– Aquí. –volteó su cabeza hacia mí y abrió la boca de la sorpresa justo en el momento en el que dejaba ir la flecha. Ya había utilizado el arco muchas veces, era algo que me encantaba, pero jamás había disparado a alguien en mi vida. La flecha se encajó justo en su boca abierta y lo atravesó. Sorpresivamente no cayó muerto al suelo, sino que de su boca, ya bloqueada por la flecha, salió un pequeño y débil gruñido. Empezó a caminar hacia mí; aquella imagen no era algo lindo. Busqué de prisa otra flecha pero todas estaban en el suelo, detrás de él. Recordé que me había disparado anteriormente dos veces y que las flechas estaban enterradas en la pared muy cerca de mí. Corrí hasta ellas y saqué una con fuerzas para dispararle de nuevo, la cual fue a dar directamente sobre su pecho derecho, pero no lo detuvo. Con mi corazón a todo lo que daba saqué la otra flecha de la pared dándome cuenta de que la punta de metal se había quedado enterrada, pero no importaba, al menos en donde antes había estado la punta ahora había muchas "astillas" que podrían atravesar su piel. Coloqué la flecha, la apunté y disparé haciendo que se enterrara en la pierna izquierda del hombre tatuado. Éste cayó de rodillas y, a continuación, muerto de lado.

Mi cabeza empezó a dar vueltas, tuve que recargarme en la estatua en la que antes me había escondido. Tardé un poco en dejar de sentirme mareada.

Mataste a alguien... Mataste a alguien... No sé si esto sea...

– Impresionante. –parpadeé un par de veces para salir completamente de mis pensamientos. Recordé que el hombre que me "había ayudado" seguía viéndome. Corrí hacia la flecha, en el suelo, más cercana y la apunte directamente hacia él. Debía tener unos 55 años, su cabello era gris y ondulado, su rostro era más largo de lo normal y tenía un intenso tono azul en los ojos. Sonrió ligeramente mientras estiraba un poco sus brazos hacia los lados y me mostraba las palmas.

 Sonrió ligeramente mientras estiraba un poco sus brazos hacia los lados y me mostraba las palmas

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– Estoy desarmado.

– ¿Crees que me importa? –. Por alguna extraña razón su sonrisa se intensificó.

– Me sorprendes.

– ¿Por qué me ayudaste y le dijiste que dejara el arco? –la curiosidad me estaba matando. Se encogió de hombros.

– Tenía curiosidad de lo que eras capaz... –decidió corregirse–. Tengo curiosidad de lo que eres capaz... Haz llegado demasiado lejos... No debería permitírtelo. –dejé que la flecha saliera disparada directamente hacia su cabeza pero algo estrelló contra ella y la hizo chocar contra la pared que estaba a su lado. Un extraño objeto metálico, curveado y muy filoso estaba enterrado en la pared.

¿Pero qué mie...?

Volteé mi cabeza hacia la derecha y vi la mano del hombre negro estirada hacia nosotros. Tomó otro de esos objetos metálicos que había lanzado y lo apuntó hacia mí. Giré sobre mis talones y entré a un enorme salón bloqueando la puerta detrás de mí.

Misty ~PAUSADA por el momento ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora