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Escuché que la puerta se abría. Me puse de pie tan rápido como pude y corrí escaleras abajo hasta encontrarme con la siguiente puerta, después recordé que tenía que ir hasta el primer piso así que giré sobre mis talones con la intención de bajar pero una figura enorme cayó por el centro de la escalera de caracol. Al asomarme vi a la criatura en el primer piso. Levantó su cabeza hacia mí y cuando lo hizo me eché hacia atrás horrorizada por su rostro deforme y lleno de forúnculos. Empujé con todas mis fuerzas la puerta pero ésta no cedía, mi hombro dolía cuando le ponía presión. Escuchaba cada vez que uno de sus pies subía el siguiente escalón. Grité empujando la puerta de nuevo. Recordé que tenía una pistola en el pantalón. La saqué, le quité el seguro y apunté hacia donde se escuchaban los pasos. Mis manos temblaban como jamás lo habían hecho. Entonces volví a verlo. Se acercaba lentamente a mí. Estiró su enorme brazo con la intención de sujetarme. Jalé del gatillo.

Quedé aturdida por el fuerte sonido el cual venía acompañado del eco que causó las escaleras. Pegué mi espalda a la pared intentando recomponerme. La cosa deforme había caído por las escaleras con el impacto de la bala. Puse fuerza en mis piernas y empujé la puerta logrando abrirla. Corrí hacia la primera habitación que vi con la puerta abierta. Mi corazón latía a mil por hora. Lo escuché gruñir desde el pasillo. Coloqué la linterna sobre una mesa de tal manera que apuntaba hacia la puerta, la cosa ya sabía en donde estaba y yo necesitaba luz. Giré mi cabeza hacia todos lados. Había un hacha colgando detrás de un vidrio.

Rómpase en caso de incendio

Tomé el martillo rompe cristales y lo estrellé contra el vidrio. Tomé el hacha y esperé a que la cosa entrara a la habitación. Cuando la vi apreté el mango con más fuerza. Su mano larga sangraba por el impacto de la bala, de cualquier manera la estiró hacia mí. Me defendí cortándole dos de sus deformes dedos. Soltó un chillido que me puso la piel de gallina. Corrió hacia mí. Por instinto me alejé de eso. Me dieron ganas de vomitar cuando vi que su sangre era de un color negro, como si ya estuviera coagulada. El olor que emanaba era lo más cercano que podría tener a un cadáver putrefacto.

Logró golpearme con su otro brazo antes de que pudiera defenderme. Salí volando un metro y mi espalda chocó con fuerza contra la pared sacándome todo el aire. La cosa me agarró del tobillo con fuerza y me arrastró para acercarme más a él. Cuando lo hizo logré darle un hachazo en la pierna que lo hizo chillar y caer de rodillas. Le di una patada en el abdomen.

Cuando me puse de pie me lancé sobre él y empecé a darle hachazos en la cabeza ignorando el dolor  mi hombro. Cuando dejó de moverse me detuve dejando caer el hacha ensangrentada.

Me llevé la mano izquierda al hombro derecho apretando los dientes por el dolor que los movimientos tan bruscos me habían causado en el hombro lastimado.

Saqué el mapa y la linterna una vez más para ver de nuevo a dónde tenía que ir. Después de estar segura en dónde se ubicaba el punto volví a guardar el mapa.

Caminé lentamente hacia la puerta. Me detuve para escuchar si había otro ruido. Como no pasó nada salí y bajé por las escaleras.

La puerta del primer piso estaba abierta. Me detuve al ver a un chico, un poco más chaparro que yo, parado frente a mí, dándome la espalda. Saqué la pistola y le apunté.

– ¡Hey, tú! –se dio la vuelta. Cuando lo vi, con ojos llorosos y mocos chorreando de su nariz no pude evitar correr hacia él bajando mi arma. Me detuve antes de tocarlo–. ¿Qué haces aquí, Martín?

– No lo sé, estaba jugando y de repente aparecí aquí. No sé qué está pasando, tengo miedo, Misty. –lo sujeté por los hombros. Sabía que Bunt solamente lo había traído hasta ahí para distraerme y hacerme más lenta.

– Tranquilo, sólo tenemos que llegar a ese punto de allá. –señalé sobre su hombro. Sólo debíamos caminar unos cinco metros. Lo agarré del brazo y empezamos a caminar. De repente escuché un gruñido agudo. Cuando volteamos vimos una cosa humanoide. Estaba parado en cuatro, pero sus brazos y piernas eran más largos de lo normal, sus ojos eran blancos pero su piel negra, tanto que sin la linterna no podría verse. Empezó a correr hacia nosotros.

Apenas tuvimos tiempo de darnos la vuelta cuando Martín fue jalado del pie

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Apenas tuvimos tiempo de darnos la vuelta cuando Martín fue jalado del pie. Esa cosa delgada ahora lo tenía colgando boca abajo, mirándome, desafiándome.

Misty ~PAUSADA por el momento ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora