Ante la mención del que era su verdadero nombre, Eterna sintió cómo se le crispaban los nervios. Dejó el miedo de lado para dar paso a la confusión y algo más... Algo que incluso a ella le sorprendió. Enfado, un arrebato de ira.
Bullía de rabia sin entender qué demonios estaba pasando. Se separó bruscamente de Piccolo para poder salir de la cama. Como un perro enjaulado comenzó a dar vueltas por la estancia, intentando calmarse en vano.
-¿A qué ha venido eso? -espetó de mala gana. Seguía furiosa.
-¿En serio me estás preguntando eso? -dijo Piccolo abriendo los ojos de par en par. -Prometiste contarme "el resto" después de hablar con C-16, ¿¡y ahora me sales con estas!?
Eterna se quedó muda. Él jamás le había gritado... jamás habían discutido y menos de ese modo, pero sus engranajes internos funcionaban a mil revoluciones por hora y queriendo aclarar todo esto, siguió con la disputa.
-¿Y no te valió todo eso? -preguntó ella con un ligero temblor en su voz. -¿¡De verdad crees que para mí es fácil!? ¡Estoy muerta de miedo, como nunca en mi vida! Sé lo que te prometí, y sé que ya has esperado demasiado tiempo... -dejó de hablar para poder coger aire y serenarse un poco, pero esta vez no funcionó. Se pasó las manos por el pelo para apartárselo del rostro y poder mirarle fijamente. -Bien, aquí va el resto, pero antes respóndeme algo -se calló para ver si Piccolo ponía alguna objeción. Al recibir silencio como única respuesta, continuó.
-¿Por qué, Piccolo? ¿Por qué has tenido que llamarme así?
Él se quedó observándola impasible, sin dar muestras de que su retorcido plan estaba funcionando. Podía ser una idea incluso cruel, pero sabiendo cuánto odio presentaba Eterna hacia su verdadero nombre y a todo lo que concernía a su pasado, supuso que ella reaccionaría, y una vez más no se había equivocado.
-¿Es que acaso no es obvio? Ese es tu nombre, ¿no? -continuó con su farsa, provocándola más para que al fin explotara y lo soltara todo. Sabía que después de esto, Eterna se habría quitado de encima el peor de los infiernos.
Lo que el namekiano no previó fue que ella se acercara a él a grandes zancadas, con las mejillas perladas de lágrimas y con impotencia comenzara a golpearle el pecho con sus puños, llorando sin poder aguantar más.
-¡No! ¡Sabes que ya no soy esa! ¡Soy Eterna, y lo soy gracias a ti! ¿Por qué, Piccolo? ¿Por qué...? -dijo rompiendo a llorar, desconsolada, mientras sus débiles golpes cesaban al notar unos fuertes brazos a su alrededor.
Al fin se había dado cuenta de todo. El miedo que sentía no era sólo por el trauma que Erik le había causado. A pesar de todo, y aunque para ella ocurriese hacía escasos días, realmente aquello había sucedido hacía ya muchos años atrás. Podía vivir con ello y afrontarlo, superarlo, pero el terror atroz que la inundaba estaba provocado por la posible reacción de Piccolo. ¿Y si después de saber eso cambiaba su actitud con ella? ¿Y si no la volvía a ver igual y después de eso ya no supiese cómo tratarla? Eran demasiadas preguntas atormentándola, y sin más se dio cuenta de que su único y verdadero miedo era perderle a él, y si no actuaba de un modo distinto, acabaría pasando. ¿Desde cuándo se había vuelto tan importante para ella? ¿Cómo había llegado a amarle tanto, hasta el punto de dolerle?
-Me humilló, Piccolo... -comenzó a decir entre hipos. -Erik me humilló... del peor modo que se puede humillar a una mujer.
Piccolo la sentía temblar entre sus brazos y notó cómo sus manos se aferraban a su traje de combate, pegando más su rostro contra su pecho. Notó cómo las lágrimas traspasaban su ropa, mojándole la piel. Verla así le estaba matando por dentro. Como pudo la separó con cuidado unos centímetros para limpiarle las lágrimas con el pulgar.
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Lunas de Recuerdos Olvidados
Fanfiction"Es curiosa la forma que tiene la vida de anteponer sus deseos a los nuestros." Eso pensó Eterna en su momento. Pero cuando llegó la hora de enfrentarse a la verdad, ésta llegó a su vida como un potente huracán que prometía romperla en mil pedazos. ...