Parte 14

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Cada objeto, roca y llama que se hallaba en el lugar, flotaba en el aire gracias al poder de Eterna. Se desplazaba lentamente hacia el gran agujero que se abría ante ella. Era como un gran túnel de piedra y tierra compacta que no tenía fin. Alzó la vista para encontrarse con el cielo, viendo como la oscuridad se iba disipando y los colores del amanecer comenzaban a pintar el firmamento. Se elevó en el aire y salió ilesa del edificio, ya consumido.

Se paró en seco intentando encontrar en su interior la poca paz que le quedaba. Debía serenarse si no quería destrozar todo cuanto estuviese a su alrededor. Se le agolparon en la mente todas las emociones y el sufrimiento que había recibido a manos de esos desalmados. Y no solo eso, lo que realmente le preocupaba era la atroz tortura que había padecido Piccolo al hallarse inmovilizado y obligado a observar y escuchar cada reacción y grito que ella había proferido. Sabía que todo ello iba a traer consecuencias... tarde o temprano Piccolo le preguntaría por ello, por su pasado, y ella, sabiendo cuán doloroso le podría resultar, no podía hacer más que resignarse a guardarse para ella toda esa carga. Un peso que ella no había deseado recuperar.

Posó sus pies en tierra firme y en medio de su ensimismamiento, alzó la vista al frente para ver correr hacia ella a ese pequeño niño al que tanto había llegado a adorar. Se abalanzó sobre ella sin pensárselo dos veces, mientras Eterna, al fin, se sentía liberada de la prisión de su mente. Ahora volvía a ser ella, ya no escuchaba, ya no sentía nada que no fuese innato en ella.

Levantó a Gohan en sus brazos y se encaminó hacia sus amigos que la habían esperado aguantando la angustia. Una sonrisa de alivio se extendió en sus rostros, salvo Piccolo, quien seguía bajo los fuertes efectos del sedante. 

El pinchazo que sintió el corazón de Eterna al verle en ese estado hizo que de sus ojos brotaran lágrimas y rompiera en un llanto silencioso, intentando no alertar a su preciada familia. Todo aquello había pasado por su culpa, más bien, y gracias a su padre, por su mera existencia.

-Te he echado de menos, Luna -dijo C-16 rompiendo el mutismo del grupo. 

-Y yo a ti también, ahora que te recuerdo -respondió ella más calmada. -Pero me gustaría decirte algo, C-16... Luna no soy yo, ya no más. Desde que despertara habiendo perdido la memoria soy Eterna, y ese será siempre mi nombre -terminó de explicarse mientras acariciaba el rostro de Piccolo.

-La verdad es que te pega, me gusta -sonrió de vuelta el androide.

Sin más que objetar pusieron rumbo a sus casas para reponerse de esa pequeña aventura infernal. Querían volver a sus agradables y apacibles vidas en el monte, alejados de la sociedad humana y del daño que podían provocar a menudo.


Con uno más en la familia, y dadas las circunstancias, C-16 se instaló temporalmente en casa de Goku, hasta que pudiera adquirir la suya propia junto a todos ellos. Al ver aparecer a semejante hombre, Chi-chi no pudo hacer más que soltar un grito, hasta que vio a su marido e hijo detrás de él.

Les acabaría tolerando aquello, por supuesto, y al androide no le faltaría de nada... pero sin duda antes recibiría una gran y satisfactoria explicación. Dados los hechos, se lo merecía. Así que, tras soltar sendas regañinas a su familia por los actos cometidos esa noche, la calma consiguió instalarse en esa casa, dirigiendo toda su atención hacia su nuevo componente, quien, bajo la presión de esa intimidante humana no tuvo más remedio que responder a un sinfín de preguntas. Sin duda su historia les resultaba fascinante a la vez que aterradora. Saber todo por cuanto habían pasado él y Eterna consiguió ponerle la piel de gallina a la mujer, quien escuchaba estupefacta el relato.

Así pues, exhaustos después de la noche que acababan de tener, Goku y Gohan se desplomaron en sus respectivas camas, cogiendo el sueño con gran facilidad. 

Lunas de Recuerdos OlvidadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora