Sin duda alguna, la primera noche fue la más difícil. En cuanto Piccolo vio a Eterna sacar el futón que había usado la primera vez que compartieran estancia supo que las cosas no iban a salir tan bien como él esperaba.
Sabía que tenía que ser paciente y conformarse de momento con los pequeños logros que había conseguido durante ese día. Si ella le había prometido que se abriría y dejaría salir todo el tormento que la acongojaba no le quedaba más remedio que confiar en ella. Lo único que tenía que hacer él era estar ahí, ser paciente... virtud que para su desgracia no poseía.
La idea de dejarla dormir en el suelo no entraba en sus planes. Aguantaría cualquier calumnia si es que se presentaba, pero no toleraría aquella desfachatez. Tenía presente las contradicciones que presentaba Eterna cuando mantenían contacto físico, se debatía entre la felicidad absoluta y el terror paralizante de "algo" que para él aún era desconocido.
Sin dejarla proseguir en su labor, se acercó hasta ella manteniendo a raya la molestia que le estaba inundando. No era pertinente ser demasiado brusco con ella.
-¿Qué crees que estás haciendo? -se maldijo a sí mismo al percatarse del tono tan severo que había usado.
Eterna, sin más, dejó el futón encima de la cama y le dedicó una penetrante mirada. Se la veía claramente nerviosa... pero lo que predominaba en ella era la culpabilidad y el arrepentimiento.
Sin proferir palabra alguna volvió a doblar el futón y lo guardó nuevamente en el armario. Se acercó a Piccolo y, atrapando su mano entre las suyas volvió a mirarle fijamente a los ojos.
-Lo siento mucho, Piccolo... te prometí que las cosas mejorarían y lo único que estoy haciendo es empeorarlo todo. Sé que llevas razón y que estás poniendo todo tu empeño en ayudarme, así que aunque me cueste te daré las respuestas que buscas -se calló para poder coger aire y serenarse un poco. -No voy a permitir que sigas sufriendo por mi causa, pero entiéndeme, acabamos de empezar con esto y siendo franca, las cosas no están yendo demasiado bien.
Piccolo sabía que ella en parte también llevaba razón. Pero, ¡por todos los Dioses! ¿Por qué tenía que acabar sucediendo todo eso? Siempre había sentido que las cosas, al lado de Eterna, se tornaban fáciles y llevaderas. Su modo de pensar y de ver la vida, aquella soltura grácil con la que resolvía las situaciones más incómodas para él... todo aquello era único, pequeños momentos efímeros en los que creía tener delante de sus ojos a un ser encantado y mágico de la naturaleza. Lo que no le resultaba difícil admitir era cuánto echaba de menos esas peculiaridades que habían conseguido enamorarle en milésimas de segundo.
-Tranquila, no es sólo culpa tuya, sin duda yo no soy el ser más paciente del mundo. Agradecería que tú también me tuvieras paciencia -dijo acariciándole el rostro con la yema de sus dedos.
-No hay de qué preocuparse, estoy segura de que con tu ayuda podré superar esto y hacerlo por fin a un lado. No te mereces que te trate así.
Sin más, Piccolo sintió sus impulsos gritándole en su interior. Cuando se quiso dar cuenta, había cargado a Eterna en sus brazos y la acomodaba en la cama para arroparla después. Finalmente él se metió entre las sábanas junto a ella, quedando recostado sobre un lateral, observándola mientras ella adoptaba la misma postura.
Súbitamente sintió el cálido tacto de su piel envolverle la cintura y atraerle hacia ella. Se dejó hacer, feliz, satisfecho por el cariz que estaba tomando la situación. Finalmente quedaron pegados el uno contra el otro, sintiendo cómo les latía el corazón, acelerado, fuerte, envolviéndoles con su dulce melodía. Estaba tan absorto que se sobresaltó al escuchar esa profunda y dulce voz que le hacía perder la cabeza.
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Lunas de Recuerdos Olvidados
Fanfic"Es curiosa la forma que tiene la vida de anteponer sus deseos a los nuestros." Eso pensó Eterna en su momento. Pero cuando llegó la hora de enfrentarse a la verdad, ésta llegó a su vida como un potente huracán que prometía romperla en mil pedazos. ...