Después de esa noche, las cosas comenzaron a cambiar. Con el transcurrir de los días Eterna poco a poco iba recuperándose a sí misma. Ya no había más dolor, los demonios que dormían dentro de ella se habían esfumado, como el sol que evapora la sutil neblina matutina.
Había vuelto a su rutina, a sus entrenamientos con Piccolo, y sinceramente, era lo que más echaba en falta. Se sentía más viva que nunca, lo había dejado todo atrás y ahora por fin había podido reemprender la relación con su mentor, aquella que había quedado ligeramente desplazada. Y podía afirmar de mil formas distintas que eso que tenían ambos, ese sentimiento que fomentaban juntos era la felicidad en estado puro. Ahora, nadie podría deshacer esa unión tan importante.
Mientras estaban entrenando sumidos en su propio mundo, no pudieron percatarse de los pares de ojos que les observaban con alegría.
-Al fin, vuelven a ser los de siempre –decía Chi-chi feliz con el matiz que habían tomado los sucesos.
-Sí, tienes razón. Después de todo lo que han vivido se merecen eso y mucho más –sentenció Gohan totalmente de acuerdo con su madre.
Goku, entrenando por su propia cuenta sólo atinaba a responder con monosílabos mostrando su postura ante la situación... para mayor desesperación de su mujer, que no entendía cómo podía estar a sus anchas, tranquilamente, ante la estampa tan encantadora que estaban presenciando. Y es que ver cómo Piccolo era derribado por Eterna y acto seguido, el namekiano utilizaba alguna estrategia para devolverle las tornas y rodaban por el suelo, riéndose sin preocupaciones... era algo sumamente bonito de contemplar.
Por otro lado, C-16, quien también se sentía orgulloso de su querida amiga al fin recuperada, proseguía en su labor de levantar una casa digna en donde poder convivir con el resto de esa gente tan peculiar. Se detuvo un instante al escuchar las vibrantes risas que llegaban a sus oídos. Con la mirada enfocó la escena que se estaba desarrollando. Sonrió sutilmente, feliz.
Todo estaba en paz, todo había vuelto a la normalidad. Se habían acabado los misterios, las incógnitas, la angustia y el peligro. Todos habían vuelto al principio, a aquél onírico día en que la llegada de Eterna les había sorprendido a todos y cada uno de ellos. Esos días felices habían regresado con la promesa latente de quedarse de una vez por todas.
Siendo como era costumbre en esa gran familia, en concreto la mujer de Goku, se celebró una fantástica cena para festejar los tiempos que estaban viviendo. Y es que si se ponían a pensarlo, ya habían pasado unos pocos meses desde que salieran de aquél laboratorio. Ya iba siendo hora de hacer algo al respecto.
Se preparó una gran fogata en el claro que se postraba a los pies de la casa de los Son. Gohan y Goku hacían los preparativos mientras Chi-chi se había metido de lleno en la cocina para preparar un gran regimiento de comida. Gohan cada vez se parecía más a su padre en ese aspecto...
Por otro lado, la reciente y feliz pareja se preparaba para asistir a la cena... o eso intentaban.
-E-eterna... tenemos que irnos... -decía Piccolo sonrojado, quien apartaba de encima suyo, no con demasiadas ganas, a esa pequeña humana que le miraba con picardía.
-Vivimos al lado y todavía nos sobra tiempo –decía ésta sonriendo para sus adentros. Por más que Piccolo le dijera que no, saltaba a la vista que su cuerpo clamaba por algo muy distinto.
-¿Desde cuándo te has vuelto así? –preguntó el guerrero casi en un susurro. Bien sabía Dios que no quería dejar las cosas así. La deseaba con ansia, siempre tenía hambre de ella.
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Lunas de Recuerdos Olvidados
Fanfiction"Es curiosa la forma que tiene la vida de anteponer sus deseos a los nuestros." Eso pensó Eterna en su momento. Pero cuando llegó la hora de enfrentarse a la verdad, ésta llegó a su vida como un potente huracán que prometía romperla en mil pedazos. ...