Un bosque, a primera hora de la mañana, cuando el sol comienza a filtrarse entre las copas de los árboles y proporciona destellos en la hierba mientras los pájaros entonan sus alegres gorjeos, es un lugar mágico... Y sin duda, Piccolo lo sabía bien.
En el río, una muchacha de cabello plateado jugueteaba relajadamente con algunos animalillos acuáticos mientras se bañaba. El sol matutino resplandecía sobre su blanca piel, dándole el aspecto de una criatura angelical.
Se dejaba arrastrar libremente por la suave corriente del río mientras el reconfortante sonido del agua le embotaba los sentidos, ajena a todo... o tal vez no.
Sonrió para sus adentros.
Piccolo, agazapado entre las ramas de un frondoso árbol, la observaba detalladamente mientras su mente le repetía una y mil veces que aquello a lo que se dedicaba desde hacía unos días estaba mal, tal vez fuese incluso inmoral... pero sus instintos le impulsaban con fuerza, con rabia, a en cierto modo, espiarla.
Espiar... En su cabeza esa palabra sonaba estrepitosamente mal. Se avergonzó y, sonrojado, descendió procurando no hacer ningún sonido que pudiera delatarle. Tocó el suelo con sus pies y cuando se dispuso a elevarse en el aire...
-¿Ya te vas, Piccolo?
Se paró de golpe, sabiéndose descubierto. Giró su cuerpo repentinamente para encontrarse de frente con Eterna. Daba igual cuánto tiempo pasara o en cuántas ocasiones pronunciara su nombre, que ese tintineo que era su voz siempre conseguía sonsacarle el mismo efecto. No sabría si calificarlo como un bálsamo o como un estimulante. La mezcla de emociones que sentía le confundía enormemente.
El pelo empapado se le pegaba a la piel, las gotas de agua que resbalaban por su rostro brillaban como destellos solares, y sus ojos, terriblemente profundos, dejaron a Piccolo sin aliento.
-E-eterna... no sabía que estabas aquí...
-¿En serio? Yo diría que no sabes mentir -respondió ella para picarle un poco.
Piccolo se sonrojó como nunca, sintiéndose estúpido. Jamás se había comportado de ese modo con nadie, pero desde que la conociera a ella, hacía ya casi dos años, no podía evitar sentirse distinto... sentirse realmente bien y descubriéndose haciendo cosas que jamás pensó que haría. ¿Pero cómo podría explicarle por qué lo hacía? Decirle que esas escenas le resultaban oníricas... impalpables, como los sueños que guardan celosamente nuestras mentes, de esos que no llegaste a descubrir el final por más que lo intentases... sonaría absurdo a oídos de cualquiera, menos a los suyos. Para él era el pensamiento más congruente que había tenido en demasiado tiempo.
De no ser porque sonaría ridículo, habría jurado una y mil veces que Eterna, en mitad del bosque, se asemejaba en demasía a lo que la cultura popular denominaría como un hada, una criatura encantada que vive en la naturaleza...
Volviendo de nuevo a la realidad se forzó a dejar semejantes pensamientos a un lado para poder hablar con coherencia, si es que acaso fuese posible dado su estado.
-Verás, yo... me gusta pasear temprano por el bosque, sentir la tranquilidad antes de que la vida cotidiana me golpee de lleno... en fin, no sabía que estarías aquí, lo siento -terminó de explicarse mientras bajaba la mirada al suelo.
-Sé que ésta no ha sido la primera vez -dijo ella sorprendiéndole. -La próxima vez estaría bien que te atrevieras a darte un baño conmigo en lugar de observar desde las alturas -sonrió.
Piccolo sintió el rubor inundarle las mejillas. Y es que él jamás había recibido ninguna petición parecida. No sabía qué responder, y a pesar de todo, sabía que en su fuero interno estaba feliz por ello. Decidió pensarlo detenidamente. Dar un paso más...
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Lunas de Recuerdos Olvidados
Fanfic"Es curiosa la forma que tiene la vida de anteponer sus deseos a los nuestros." Eso pensó Eterna en su momento. Pero cuando llegó la hora de enfrentarse a la verdad, ésta llegó a su vida como un potente huracán que prometía romperla en mil pedazos. ...