Capítulo Diez

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Capítulo Diez

Las palabras de Tristan en verdad me habían llegado, de la nada comencé a sentirme mejor conmigo misma y con cómo estaba, mi ánimo rápidamente se subió y todo era risas y bromas.

Usualmente cuando estaba en un bajón emocional me costaba mucho salir de este, siendo ayudada por los tan odiados antidepresivos y música triste, por lo que me sorprendió lo que Tristan logró hacer con unas solas palabras que se oían tan sinceras de su parte que mi subconsciente me decía que no cayera en ellas. Expresar mi sentir jamás se me ha hecho fácil, me encerraba en mi propia burbuja que me protege de los demás en donde yo sola aprendí a dar abasto contra mis propios demonios; en un mundo de oscuridad logré encontrar mi luz que sería capaz de guiarme hacia la salida de todo esto y por primera vez, tenía un pensamiento positivo de que si lo lograría. Lograría superar ese mundo de tristeza al que, después de años, he vuelto a caer en una silenciosa lentitud.

—Ya se está haciendo tarde, vamos a casa. — se quejó mi mejor amiga, hecha un burrito con su toalla.

Todos asentimos y fuimos recogiendo nuestras cosas, tomando rumbo hacia el gran terreno de ensueño envueltos en una agradable conversación. La noche nos envolvió en su oscuro manto en menos de lo esperado revelando sus estrellas en un terciopelado fondo. Quedé boquiabierta por la cantidad de estrellas que se podían ver desde allí. Me quedé detrás del grupo, sonriendo satisfecha por lo que se me estaba brindando en estos momentos. Las imágenes de Tristan sosteniendo mi rostro con delicadeza volvieron a mí, reproduciéndose una vez más, sacando una sonrisa enamorada de mi parte. La química que había entre él y yo jamás lo había sentido así con otra persona, ni siquiera con Tristan. Me tenía completamente enamorada pero el miedo me impedía expresarlo.

—¿Qué haces tan sola?

Una sonrisa boba apareció en mi rostro en cuanto oí su voz. —Nada, solo miraba el cielo. — me iré a verle y me escondí en su pecho, siendo resguardada por su abrazo.

Cerré los ojos al sentir su suave aroma que me solía relajarme en momentos de angustia. Aunque ya nos conocemos hace alrededor de dos meses, sentía que la conexión que tenía con él se volvía más fuerte. Ambos estábamos para el otro, dándonos apoyo, demostrando levemente nuestro cariño con timidez pues el miedo a ser rechazado y salir herido era más grande. Los brazos de Tristan me acercaron más a él y apoyó con suavidad su mentón sobre mi cabeza, balanceándonos levemente.

—Deberíamos entrar, se está poniendo helado. — susurró él, tomando mi mano. Asentí con suavidad y me dejé guiar por él mientras que mi vista se fijaba en nuestros dedos entrelazados con emoción y nerviosismo.

Una vez dentro de la casa, tomamos turnos en darnos una ducha y mientras que uno se duchaba, el otro ayudaba a Tristan a cocinar. Cuando fue mi turno, entré dudosa de dejar a dos chicos cocinar, temía que serían capaces de quemar toda la casa por lo que no logré disfrutar de mi ducha, mi mente se imaginaba los peores escenarios de lo que podría representar una cocina caótica. Salí del baño con tan solo una toalla cubriendo mi cuerpo, gotas caían por mi pelo mojado y mis pies dejaban el camino marcado hacia la habitación que todos compartíamos. No me había fijado si alguien se encontraba en una de las camas ni mucho menos dentro de la pieza por lo que solo dejé que la toalla descubriera mi cuerpo desnudo y comencé a secarme con tranquilidad hasta que escuché a alguien toser. Cerré los ojos, contando hasta diez para no gritar y me giré, agarrando la toalla y tapándome nuevamente. Me encontré con aquel par de ojos café que, en ese momento, lograron que me congelara en mi lugar. No sabía si reír o llorar, si gritar o callar, no tenia de que hacer. Él se encontraba en frente de mí, rojo como un tomate y automáticamente pensé que yo estaría en las misma que él.

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