Capítulo Cuatro

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Capítulo Cuatro

Nunca he experimentado aquella sensación de conocer a alguien y que el pensamiento de aquella persona te invada hasta en los sueños. Diría que me estaría enamorando, pero sería demasiado pronto, sólo los tontos se apuran en el amor. El deseo de estar con ella se volvía agonizante, y la intriga de poder  conocerle mejor me volvía loco. Su imagen se atravesaba por mi mente en cada minuto del día, distrayéndome de todo lo que estaba haciendo, incluyendo en mis entrenamiento y mis estudios. Simplemente no podía olvidarla y todo lo que hacía, me recordaba a Alice Metta, mi alumna.

No sé qué es lo que me atrajo a ella. Ambos esa noche estuvimos lo bastante intoxicados como para luego olvidarlo todo, pero el recuerdo seguía vivo en mi mente, reproduciéndose una y otra vez. No quiero que Alice me vea sólo como un ligue de una noche, y si lo hiciera me sentiría realmente decepcionado ya que sé que no tendría oportunidad con ella.

—¿Has intentado hablarle por mensaje?

—Me habla con lenguaje formal. — exclamé exasperado. —¡Vamos! ¿Acaso se olvidó de mí?

Demian comenzó a reír, sacudiendo su cabeza sorprendido por mi reacción. —Hermano, eres su entrenador. ¿Cómo quieres que te hable informal?

Abrí la boca, listo para replicar, pero ningún sonido salió. Suspiré frustrado, pasando una mano por mi pelo. Demian tenía razón. Me sentí un estúpido al no pensarlo, ni siquiera intenté ponerme en su lugar. Emití un sonido de frustración y me lancé boca abajo en mi cama, mi cara cubierta por las almohadas. Respiré hondo, aspirando la leve esencia a cítricos que Alice dejó en ella. Hasta mi propia cama me recordaba a ella.

¿Y si la voy a ver a su departamento? ¿Y si la voy a buscar después de clases? ¿Parecería muy desesperado por verla una vez más?

El sonido del timbre me obligó a levantarme de mi cómoda cama, sacándome de mi trance. Maldecí por lo bajo mientras que Demian se reía de mi gran cara de perro y caminé perezosamente hacia la puerta, la cual abrí de golpe. Mi boca cayó abierta al ver a una cierta persona mirándome con una mirada de cachorrito triste.

Nunca pensé que al ver a una persona mi estado de ánimo cambiaría tan drásticamente, de desesperado pasé a estar confundido, y luego molesto. Eché un vistazo hacia atrás para ver si es que Demian estaba espiando y una vez asegurado, me dirigí a la chica en frente de mí y con un tono frío, pronuncié sólo una palabra. —Vete.

Estaba a punto de cerrarle la puerta en las narices cuando su pequeña mano se interpuso en el camino. —Tristan, por favor. Hablemos.

—No hay de qué hablar, Natalie. — chasqueé la lengua, molesto. —Ya con lo que mostraste en la fiesta fue más que suficiente.

Natalie hizo ademán de tocar mi brazo, pero me di un paso hacia atrás justo a tiempo evitando cualquier tipo de contacto físico. —Vamos, Tristan. Alexander es solo un amigo. Te llevarías bien con él.

—Ajá. Claro. Ahora se les llaman amigos a quienes que literalmente te tragan la lengua. ¡Qué genial! Lo intentaré con Demian algún día. — repliqué, dejando mis palabras llenas de sarcasmo fluir. —Y no, no me llevaría bien con él porque odio a los hombres que golpean a las mujeres y no las respetan. Espero no verte más.

Y sin más , cerré la puerta con un fuerte portazo, el sonido de este retumbando y estremeciendo todo el interior de mi departamento. Apoyé la espalda contra la misma puerta, suspirando hondamente. Removí algunos mechones de pelo que caían sobre mi frente con exasperación. Increíble. Simplemente increíble. Jamás llegué a pensar que podría causarme tanto asco ver a alguien que una vez quise con todas mis fuerzas y, sobre todo, jamás pensé que aquella persona sería capaz de llegar a mi puerta, rogando por explicar lo inexplicable. Ella estaba besándose con otro, consciente de mi presencia y no le importó, y la excusa de "que estaba borracha" no serviría pues no estaba borracha, estaba bastante sobria como para pensar en sus actos.

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