*CAPÍTULO 4 -- El sitio "especial".
Martes 24 Octubre.
Al salir Loreta me hizo una perdida, no volví a llamarla ya que ayer olvidé recargar el saldo... De todos modos quedamos delante de la estación de buses.
Llegué a la estación y no había ni un alma.
Era comprensible el cielo estaba completamente negro ayer en el tele-noticias anunciaron tormenta, y como no, yo soy la única tonta que sale en días como estos. Llevaba 10 minutos esperando pero nadie aparecía, "¿Quizás se marchó ya?" pensé mientras miraba la hora, eran las ocho y cuarto, a este paso como tardara mucho más no llegaríamos.
A través del cristal de la parada del bus vi a lo lejos una silueta que se acerca a toda velocidad con un paraguas en la mano. ¡Loreta!
-¡Uf!¡Uf! ¡Ya he llegado!- dijo resoplando.
- ¡Hola! Hmm... ¡después dices que la tardona soy yo! ¡jaja!
- ¡Calla! Te he llamado para avisar de que me retrasaría un poco, ¡¡pero no lo has cogido!!
- ¿Y se puede saber porqué?
- ¡Tuve un dilema!
- ¿Q-qué? ¿Ha pasado algo?-dije preocupada.
- ¡¡NO SABÍA QUE PONERME!! – exclamó.
- Uy... sí... ¡que problemón!
- ¿Huh?...- me echó una ojeada de arriba abajo- La verdad es que, tu no te has preocupado mucho por eso... ¿Me equivoco?
- ¡OYE! ¿Qué pasa? ¿Es obligatorio llevar vestido? ¡¿Es que acaso está prohibido ir con pantalones cortos y mallas a ese sitio tan "especial"?! – refunfuñé.
- ¡¡JAJAJAJA!! ¡No, no mujer!¡No te enfades!- dió un golpecito en mi hombro – ¡Venga vamos tirando que se hace tarde! Al final se nos pondrá a llover... menos mal que he sido previsora. –enseñó el paraguas – ¿Te has traído uno?
- No. No creo que llueva.
- Quien sabe... es mejor prevenir que curar, si llueve ya te dejaré el mío, ¡vamos!
Empezamos a andar, no sé a donde íbamos, solo me limité a seguir a Loreta, que por cierto parecía muy contenta. Me fijé en su vestido y la verdad es que es bastante provocativo... cada vez daba más mala sensación todo esto.
Al cabo de un rato llegamos, estábamos delante de un gran edificio, su numero es 36. De momento todo parece normal.
-¿Dónde están todas?- pregunté mientras nos aproximamos a la entrada.
- Seguramente estarán ya dentro.
Al adentrarnos una chica nos atendió.
- ¡Bienvenidas! ¿Tenéis reserva?
Nos acercamos, mientras admiraba mí alrededor Loreta habló con la recepcionista. Hallé un elegante pasillo que lleva a una cafetería, asomé la cabeza un poco para ver más allá, la cafetería era hermosa, tenía una terraza al aire libre y como un cobertizo de parras con flores encima de las mesas... me gustaría venir algún día, se veía un sitio acogedor.
-¡Hikari! ¡Ven!
- Voy...! – volví a recepción.
La mujer nos pidió las tarjetas doradas y se las enseñamos.
- ¡Genial!¡Venid!
La amable recepcionista nos guió hasta una sala privada. Dentro se oía mucho jaleo. De fondo escuchamos una voz conocida que gritaba nuestros nombres.