Capítulo 9

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Joel se corrio sobre las nalgas de Capricio. Estaba satisfecho y cansado. Miro el techo y se dio cuenta de que una de sus botas colgaba del candelabro.

-Creo que me ire descalzo...de nuevo. -Capricio mormuro unas palabras intangibles, pero Joel lo comprendio. -Si, lo se. Es mi culpa. -Capricio volvio a murmurar y se movio. -Ya voy, ya te lo quito. -Joel le solto el nudo y la tela que cubría la boca de Capricio se solto.

-La próxima vez te tocará a ti estar atado.

-Me gustaría ver eso.

Se miraron y las carcajadas surgieron. Joel disfrutaba de cada momento que pasaba con Capricio.

-Necesito decirte algo.

-No quiero escucharlo.

-Capricio. -Él se levanto y le coloco el pañuelo en la boca.

-Es tu turno. Luego hablamos.









El señor desperto con un terrible dolor de cabeza. Tenía un agujero más grande que su puño en el pecho. Sangraba por otras heridas, pero la más preocupante era del tamaño de un alfiler. Sólo que ese alfiler casi alcanzaba su corazón, matándolo.

-Ese maldito híbrido. -Eso también lo había dejado asombrado. No esperaba que existieran criaturas así, pero aparentemente si existen. -Quiero su cabeza.

-No lo encontramosss. Las sombras estaban más que asustadas por Atienne. La sangre de los humanos contenían algo en su sangre que lastimaba a las criaturas de sangre y pena. Eso es lo que contaban las leyendas y sin duda era verdad. -Sssu ssssangre essssta lo oculta.

-¡No quiero escusas! -El señor se incorporo de golpe. -¡Tiene a mi esclava! ¡Nadie me quita a mi esclava! Y si no me obedecen les irá mal a ustedes.

-Sssi amo. -Las criaturas dejaron de ser sombras y mostraron su verdadera forma. Su cuerpo estaba cubierto de escamas negras, sus delgadas manos tenían filosas garras. Pero lo más aterrador eran sus ojos, posos de negro sin un atisbo de blanco. En esos posos negros se veían las almas de los condenados. Un recuerdo y una advertencia de lo que le pasaría a quien negociara con el pecado.

-¿Qué hacen? -El señor sintio humedad recorrer su pierna. Se miro y noto el enorme charco de sangre que salía de una de las heridas. -Regresen a las sombras.

-¿Sssseñor?

-¡Regresen a las sombras maldición! -Las criaturas dejaron de moverse. -Yo no estoy muriendo. -Esas malditas cosas lo veían desangrándose y lo daban por muerto. -Soy un maldito vampiro. Esto no es gran cosa.











Leo abrio los ojos cuando se dio cuenta de que no estaba solo en la habitación. Observo cada cosa que lo rodeaba. Las cortinas estaban cerradas, las ventanas también. Miro la cama que estaba en el otro extremo del cuarto. Stevan estaba profundamente dormido con Anastacio a su lado.

Se fijo en el espejo y ahí estaba.

Una enorme sombra negra que tenía reflejo, pero no cuerpo.

-¿Quién está ahí? -La sombra se movio, de ella salio humo negro. -¿Qué eres?

-¿Dónde essssta? -Sombras, criaturas del mal. Aparentemente Stevan sintio lo mismo y se desperto. -Dime donde essssta.

-Demonio de sangre y maldad. -Leo y Stevan hablaron al unísono. -Por el poder de los anillos santos, te ordenamos salir de este cuarto. -La criatura grito tan fuerte que quebro el espejo, pero fue un grito de ayuda. Pronto otras sombras se reunieron en el espejo.

-Sacalas.

-No puedo. -Leo temía lo que podrían hacer las sombras, podrían torturarlos o poseerlos. Entonces las ventas se abrieron y una fuerte brisa soplo, en medio del sonido del viento se escucho una voz.

-¡Criaturas del mal! ¡Obedecerán mis palabras! ¡Largo! -El chillido de las sombras fue tan ensordecedor que Leo se cubrio los oidos. Toda la estructura de la mansión parecía sacudirse.

Tan pronto como empezo el chillido, así mismo termino.

La habitación estaba completamente vacía, sin rastro de las sombras o de su humo tóxico y mortal.

-¿Qué...qué acaba de pasar? -Stevan simplemente parecía estar en shock. Lo que acababa de pasar era imposible.

-Creo que las expulsó. -Leo estaba impresionado y aterrado al mismo tiempo.

-¿Qué clase de persona podría expulsar esas cosas por su propia palabra? -Stevan miro las ventanas cerradas. -¿Quién tiene ese poder?

-Solo uno. -Leo sintio el miedo apoderarse de él. -El mal mismo.














Estella salio del mercado cargada con varias bolsas. Estaba por subir al auto cuando lo vio.

En la tienda del frente, rodeado de esferas blancas con luces y una hermosa cortina verde de fondo. Ahí, el único, hermoso y más bello vestido que Estella había visto.

Le era imposible comprarlo. Sólo una mujer como su señora podría comprar un vestido así.

-Odio mi suerte. -Absorta en sus pensamientos no se dio cuenta de la persona que pasaba por el frente de ella. Justo cuando estaba por detenerse choco con la otra persona. Las bolsas cayeron al suelo desparramando su contenido-Lo lamento, yo no vi por donde...-

-Ivas. -Estella alzo la vista y se encontro con un hermoso rostro. -Deja que recoja eso.

-Yo...

-Esta bien, no pasa nada. -Él sonrio e inclino la cabeza. -También es mi culpa.

-No tienes que...- ¡Habla! -...No es necesario.

-Es un placer ayudar, yo me encargo. -El chico se agacho al mismo tiempo que Estella y chocaron. -Perdón.

-Perdona. -Estella se sonrojo.

-Soy algo tonto. -El chico esquivo su mirada y también se sonrojo. -Disculpa mi torpeza. Perdería la cabeza si no estuviera unida a mi cuerpo.

-Esto es mi culpa por distraída.

-Las chicas distraídas son muy bonitas. -Estella se sintio muy incomoda. Era algo dulce, pero apenas lo acababa de conocer. -Perdona si te pongo incomoda. -El chico se veía apenado.

-Esta bien. Yo tengo que irme. -Estella trato de recoger las cosas que estaban esparcidas en el suelo.

-Dije que te ayudaría, dejame ayudarte. -Él también comenzo a recoger las cosas y termino primero que ella. -Listo.

-Gracias. -Él se puso de pie y la ayudo a incorporarse. -Lamento haber chocado contigo.

-Yo no. -El chico volvio a sonreir. -Fue un gusto conocerte. -Él se acerco y la miro a los ojos. -Soy Ian, es un gusto.

La Dama del Vampiro.© [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora