9: Vociferador

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Why ya nadie comenta 💔💔
Me hacen sentir sad :((
¡Comenten wnas! No se desanimen!
🖤💜

Al día siguiente, sin embargo, Harry apenas sonrió ni una vez. Las cosas fueron de mal en peor desde el desayuno en el Gran Salón. Bajamos el techo encantado, que aquel día estaba de un triste color gris, las cuatro grandes mesas correspondientes a las cuatro casas estaban repletas de soperas con gachas de avena, fuentes de arenques ahumados, montones de tostadas y platos con huevos y beicon. Harry, Ron y yo nos sentamos en la mesa  directiva de Gryffindor junto a Hermione, que tenía su ejemplar de Viajes con los vampiros abierto y apoyado contra una taza de leche. La frialdad con que ella dijo «buenos días», me hizo darle una mirada a Harry, obviamente seguía molesta. Neville Longbottom, por el contrario, saludó alegremente.
—El correo llegará en cualquier momento —comentó Neville—; supongo que mi abuela me enviará las cosas que me he olvidado.
Efectivamente, yo ya empezaba a poner de todo en mi plato cuando un centenar de lechuzas penetraron con gran estrépito en la sala, volando sobre las cabezas, dando vueltas por la estancia y dejando caer cartas y paquetes sobre la alborotada multitud. Un gran paquete de forma irregular rebotó en la cabeza de Neville, una carta cayó en mis tostadas y un segundo después, una cosa gris cayó sobre la taza de Hermione, salpicándolos a todos de leche y plumas.
—¡Ay mi dios!-grite
—¡Errol! —dijo Ron, sacando por las patas a la empapada lechuza. Errol se desplomó, sin sentido, sobre la mesa, con las patas hacia arriba y un sobre rojo y mojado en el pico.
»¡No. ..! —exclamó Ron.
—No te preocupes, no está muerto —dije, tocando a Errol con la
punta del dedo.
—No es por eso... sino por esto.
Ron señalaba el sobre rojo. Inmediatamente me aleje de Ron, esa cosa era como una Bomba de tiempo, palidecí y aunque en estos momentos me echaría a reír, sentí pena por el desgraciado de Ron.
—¿Qué pasa? —preguntó Harry.
—Me han enviado un vociferador —dijo Ron con un hilo de voz.
—Será mejor que lo abras, Ron —dijo Neville, en un tímido susurro—. Si no lo hicieras, sería peor. Mi abuela una vez me envió uno, pero no lo abrí y... —tragó saliva— fue horrible.
Harry contempló los rostros aterrorizados y luego el sobre rojo.
—¿Qué es un vociferador? —dijo.
Pero Ron fijaba toda su atención en la carta, que había empezado a humear por las esquinas.
—Ábrela —urgió Neville—. Será cuestión de unos minutos.
Ron alargó una mano temblorosa, le quitó a Errol el sobre del pico con mucho cuidado y lo abrió.
—Ahora sabrás que es un vociferador-dije mientras escondía a Cas y a James abajo de mis bolsillos ya que comenzaron a sobresalir, no quería que dañaran sus oídos.
En el salón se oyó un bramido tan potente que desprendió polvo del techo.
—... ROBAR EL COCHE, NO ME HABRÍA EXTRAÑADO QUE TE EXPULSARAN; ESPERA A QUE TE COJA, SUPONGO QUE NO TE HAS PARADO A PENSAR LO QUE SUFRIMOS TU PADRE Y YO CUANDO VIMOS QUE EL COCHE NO ESTABA...
Los gritos de la señora Weasley, cien veces más fuertes de lo normal, hacían tintinear los platos y las cucharas en la mesa y reverberaban en los muros de piedra de manera ensordecedora. En el salón, la gente se volvía hacia todos los lados para ver quién era el que había recibido el vociferador, y Ron se encogió tanto en el asiento que sólo se le podía ver la frente colorada.
—... ESTA NOCHE LA CARTA DE DUMBLEDORE, CREÍ QUE TU PADRE SE MORÍA DE LA VERGUENZA, NO TE HEMOS CRIADO PARA QUE TE COMPORTES ASÍ, HARRY Y TÚ PODRÍAIS HABEROS MATADO...
Harry se había estado preguntando cuándo aparecería su nombre. Trataba de hacer como que no oía la voz que le estaba perforando los tímpanos. Aún poniéndome las manos en los oídos escuchaba perfectamente los gritos:
—... COMPLETAMENTE DISGUSTADO, EN EL TRABAJO DE TU PADRE ESTÁN HACIENDO INDAGACIONES, TODO POR CULPA TUYA, Y SI VUELVES A HACER OTRA, POR PEQUEÑA QUE SEA, TE SACAREMOS DEL COLEGIO.
Se hizo un silencio en el que resonaban aún las palabras de la carta. El sobre rojo, que había caído al suelo, ardió y se convirtió en cenizas. Nos quedamos aturdidos, como si un maremoto hubiera pasado por encima. Algunos se rieron y, poco a poco, el habitual alboroto retornó al salón.
Hermione cerró el libro Viajes con los vampiros y miró a Ron, que seguía encogido.
—Bueno, no sé lo que esperabas, Ron, pero tú...
—No me digas que me lo merezco —atajó Ron.
Sonreí negando con la cabeza, mientras mi usual humor regresaba a mí y el ambiente volvía a estar como antes, aunque me daba pena por el señor Weasley, es un buen mago que gente como el señor Malfoy los quiere hundir.  La profesora McGonagall recorría la mesa de Gryffindor entregando los horarios. Tome el mío y  vi que teníamos en primer lugar dos horas de Herbología con los de la casa de Hufflepuff.
Los cuatro abandonamos juntos el castillo, cruzamos la huerta por el camino y nos dirigimos a los invernaderos donde crecían las plantas mágicas. Herbologia hasta ahora era mi materia favorita junto con transformaciones porque esperaba que cuando cursáramos tercero tendríamos cuidado de criaturas mágicas.
El vociferador había tenido al menos un efecto positivo: parecía que Hermione consideraba que ellos ya habían tenido suficiente castigo y volvía a mostrarse amable.
Al dirigirse a los invernaderos, vimos al resto de la clase congregada en la puerta, esperando a la profesora Sprout. Acabábamos de llegar cuando la vimos acercarse con paso decidido a través de la explanada, acompañada por Gilderoy Lockhart. La profesora Sprout llevaba un montón de vendas en los brazos, y  vi a lo lejos que el sauce boxeador tenía varias de sus ramas en cabestrillo.
La profesora Sprout era una bruja pequeña y rechoncha que llevaba un sombrero remendado sobre la cabellera suelta. Generalmente, sus ropas siempre estaban manchadas de tierra, como las mías. Gilderoy Lockhart, sin embargo, iba inmaculado con su túnica amplia color turquesa y su pelo dorado que brillaba bajo un sombrero igualmente turquesa con ribetes de oro, perfectamente colocado.
—¡Hola, qué hay! —saludó Lockhart, sonriendo al grupo de estudiantes—. Estaba explicando a la profesora Sprout la manera en que hay que curar a un sauce boxeador. ¡Pero no quiero que penséis que sé más que ella de botánica! Lo que pasa es que en mis viajes me he encontrado varias de estas especies exóticas y...
—¡Hoy iremos al Invernadero 3, muchachos! —dijo la profesora Sprout,que parecía claramente disgustada, lo cual no concordaba en absoluto con el buen humor habitual en ella.
Se oyeron murmullos de interés. Hasta entonces, sólo habíamos
trabajado en el Invernadero 1. En el Invernadero 3 había plantas mucho más interesantes y peligrosas, lo que me hizo sonreír, el abuelo siendo magizoologo también era experto en Herbologia. La profesora Sprout cogió una llave grande que llevaba en el cinto y abrió con ella la puerta. El olor de la tierra húmeda y el abono mezclados con el perfume intenso de unas flores gigantes, del tamaño de un paraguas, que colgaban del techo. Me disponía a entrar detrás de Ron y Hermione cuando Lockhart detuvo a Harry sacando la mano rapidísimamente.
—¡Harry! Quería hablar contigo... Profesora Sprout, no le importa si retengo a Harry un par de minutos, ¿verdad?
—Y a Laila-dijo Harry de repente.
—¿Espérate que?- grazne.
A juzgar por la cara que puso la profesora Sprout, sí le importaba, pero Lockhart añadió:
—Sólo un momento y por supuesto que tu amiga puede venir—y le cerró la puerta del invernadero en las narices, lo que encontré sumamente grosero
—Harry —dijo Lockhart. Sus grandes dientes blancos brillaban al sol cuando movía la cabeza—. Harry, Harry, Harry.
Harry no dijo nada. Estaba completamente perplejo. Nos miramos sin entender y con mis labios gesticule:
Esta loco
No tenía ni idea de qué se trataba. Estaba a punto de decírselo, cuando Lockhart prosiguió:
—Nunca nada me había impresionado tanto como esto, ¡llegar a Hogwarts volando en un coche! Claro que enseguida supe por qué lo habías hecho. Se veía a la legua. Harry, Harry, Harry.
Era increíble cómo se las arreglaba para enseñar todos los dientes incluso cuando no estaba hablando.
—Te metí el gusanillo de la publicidad, ¿eh? —dijo Lockhart—. Le has encontrado el gusto. Te viste compartiendo conmigo la primera página del periódico y no pudiste resistir salir de nuevo.
—No, profesor, verá...
—Harry, Harry, Harry —dijo Lockhart, cogiéndole por el hombro—. Lo comprendo. Es natural querer probar un poco más una vez que uno le ha cogido el gusto. Y me avergüenzo de mí mismo por habértelo hecho probar, porque es lógico que se te subiera a la cabeza. Pero mira, muchacho, no puedes ir volando en coche para convertirte en noticia. Tienes que tomártelo con calma, ¿de acuerdo? Ya tendrás tiempo para estas cosas cuando seas mayor. Sí, sí, ya sé lo que estás pensando: «¡Es muy fácil para él, siendo ya un mago de fama internacional!» Pero cuando yo tenía doce años, era tan poco importante como tú ahora. ¡De hecho, creo que era menos importante! Quiero decir que hay gente que ha oído hablar de ti, ¿no?, por todo ese asunto con El- que-no-debe-ser-nombrado. —Contempló la cicatriz en forma de rayo que Harry tenía en la frente—. Lo sé, lo sé, no es tanto como ganar cinco veces se- guidas el Premio a la Sonrisa más Encantadora, concedido por la revista Corazón de bruja, como he hecho yo, pero por algo hay que empezar. Después cuando seas mayor conquistaras el corazón de jóvenes brujas.
Le guiñó un ojo a Harry y lo último me guiñó un ojo a mí y  se alejó con paso seguro. Inmediatamente abrí la boca y me enoje, ¿que? ¿Hablaba sobre mi? ¿Eso era un chiste? Di un paso, dispuesta de un puñetazo a darle en su dentadura perfecta, Harry que sabía cómo era me puso una mano en el hombro, inmediatamente le di un pisotón.
—¡Jamás me vuelvas a tener una charla con Lockhart!
—¡Perdón! ¡Entre en pánico!

Laila Scamander y El Heredero de SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora