Harry aprendió enseguida que no había que sentir compasión por los gnomos y decidió lanzar al otro lado del seto al primer gnomo que capturase, pero éste, percibiendo su indecisión, le hundió sus afiladísimos dientes en un dedo, y le costó mucho trabajo sacudírselo...
—Caramba, Harry..., eso habrán sido casi veinte metros...-dijo Ron
—Oh, esto es la guerra Potter- dije aún con mi gnomo en el aire, que parecía a punto de vomitar, por lo que dándole una última vuelta en el aire lo lance con toda la fuerza que pude y todos vimos como cayo mucho más lejos que el de Harry.
—¡Anotación!-grite poniendo mis manos en mi boca para hacerlo más fuerte—¡150 puntos para Laila! ¡Scamander lleva la delantera!
—Hay una batalla bastante reñida entre Potter y Scamander ¿qué piensas Freddie?-dijo George con voz de comentarista.
—Bueno, confiando en la fuerza de los pisotones de Laila apostaría todo mi dinero en la rubia, Georgie-respondió Fred.Pronto el aire se llenó de gnomos volando.
—Ya ves que no son muy listos —observó George, cogiendo cinco o seis gnomos a la vez—. En cuanto se enteran de que estamos desgnomizando, salen a curiosear. Ya deberían haber aprendido a quedarse escondidos en su sitio.
Al poco rato vimos que los gnomos que habían aterrizado en el campo, que eran muchos, empezaban a alejarse andando en grupos, con los hombros caídos.
—Volverán —dijo Ron, mientras contemplamos cómo se internaban los gnomos en el seto del otro lado del campo—. Les gusta este sitio... Papá es demasiado blando con ellos, porque piensa que son divertidos...
En aquel momento se oyó la puerta principal de la casa.
—¡Ya ha llegado! —dijo George—. ¡Papá está en casa!
Por lo que todos fuimos corriendo a su encuentro.
El señor Weasley estaba sentado en una silla de la cocina, con las gafas quitadas y los ojos cerrados. Era un hombre delgado, bastante calvo, pero el escaso pelo que le quedaba era tan rojo como el de sus hijos. Llevaba una larga túnica verde polvorienta y estropeada de viajar.
—¡Qué noche! —farfulló, cogiendo la tetera mientras los muchachos y yo nos sentabamos a su alrededor—. Nueve redadas. ¡Nueve! Y el viejo Mundungus Fletcher intentó hacerme un maleficio cuando le volví la espalda.
El señor Weasley tomó un largo sorbo de té y suspiró.
—¿Encontraste algo, papá? —preguntó Fred con interés.
—Sólo unas llaves que merman y una tetera que muerde —respondió el señor Weasley en un bostezo—. Han ocurrido, sin embargo, algunas cosas bastante feas que no afectaban a mi departamento. A Mortlake lo sacaron para interrogarle sobre unos hurones muy raros, pero eso incumbe al Comité de Encantamientos Experimentales, gracias a Dios.
—¿Para qué sirve que unas llaves encojan? —preguntó George.
—Para atormentar a los muggles —suspiró el señor Weasley—. Se les vende una llave que merma hasta hacerse diminuta para que no la puedan encontrar nunca cuando la necesitan... Naturalmente, es muy difícil dar con el culpable porque ningún muggle quiere admitir que sus llaves merman; siempre insisten en que las han perdido. ¡Jesús! No sé de lo que serían capaces para negar la existencia de la magia, aunque la tuvieran delante de los ojos... Pero no os creeríais las cosas que a nuestra gente le ha dado por encantar...
—¿COMO COCHES, POR EJEMPLO?
La señora Weasley había aparecido blandiendo un atizador como si fuera una espada. El señor Weasley abrió los ojos de golpe y dirigió a su mujer una mirada de culpabilidad, no lo culpo, yo di un pequeño salto con ese grito.
—¿Co-coches, Molly cielo?
—Sí, Arthur, coches —dijo la señora Weasley, con los ojos brillándole—. Imagínate que un mago se compra un viejo coche oxidado y le dice a su mujer que quiere llevárselo para ver cómo funciona, cuando en realidad lo está encantando para que vuele.
El señor Weasley parpadeó.
—Bueno, querida, creo que estarás de acuerdo conmigo en que no ha hecho nada en contra de la ley, aunque quizá debería haberle dicho la verdad a su mujer... Verás, existe una laguna jurídica... siempre y cuando él no utilice el coche para volar. El hecho de que el coche pueda volar no constituye en sí...
—¡Señor Weasley ya se encargó personalmente de que existiera una laguna jurídica cuando usted redactó esa ley! —gritó la señora Weasley—. ¡Sólo para poder seguir jugando con todos esos cachivaches muggles que tienes en el cobertizo! ¡Y; para que lo sepas, Harry ha llegado esta mañana en ese coche en el que tú no volaste!
—¿Harry? —dijo el señor Weasley mirando a su esposa sin comprender—. ¿Qué Harry?
Al darse la vuelta, vio a Harry y se sobresaltó.
—¡Dios mío! ¿Es Harry Potter? Encantado de conocerte. Ron nos ha hablado mucho de ti...
—Oh gracias-murmuré sintiéndome ignorada.
—Y ella es Laila, es nuestra amiga también-respondió Harry poniéndome una mano en el hombro.
—Oh encantado. Ron y los gemelos nos han hablado también de ti...
—¡Esta noche, tus hijos han ido volando en el coche hasta la casa de Harry y han vuelto! —gritó la señora Weasley—. ¿No tienes nada que comentar al respecto?
—¿Es verdad que hicisteis eso? —preguntó el señor Weasley, nervioso—. ¿Fue bien la cosa? Qui-quiero decir —titubeó, al ver que su esposa echaba chispas por los ojos—, que eso ha estado muy mal, muchachos, pero que muy mal...
—Dejémosles que lo arreglen entre ellos —dijo Ron a Harry y a mí en voz baja, al ver que su madre estaba a punto de estallar—. Venga, quiero enseñarles mi habitación.
Salimos sigilosamente y despacio de la cocina y, siguiendo un estrecho pasadizo, llegamos a una escalera torcida que subía atravesando la casa en zigzag. En el tercer rellano había una puerta entornada. Antes de que se cerrara de un golpe, le tape el hombro a Harry y a Ron porque por un instante vi un par de ojos castaños que estaban espiando.
—Ginny —dijo Ron—. No sabes lo raro que es que se muestre así de tímida. Normalmente nunca se esconde.Subimos dos tramos más de escalera hasta llegar a una puerta con la pintura desconchada y una placa pequeña que decía «Habitación de Ronald».
—Ronald-dije con una risa, molestándolo.
—¿Quieres que diga tu segundo nombre?-dijo Ron amenazante.
—Oh es Elizabeth, como mi madre-le dije a Harry.
—Oh pero ¿quieres que le diga tu otro nombre?-dijo Ron.
Abri mi boca en una perfecta O, horrorizada.
—¡No te atreverías!-dije tragando aire.
—¿Qué?-preguntó Harry sin entender-¿Qué hay de malo con tu nombre?
—Oh, verás...-comenzó Ron
—¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Perdón por reírme de tu nombre!Cuando entre, con la cabeza casi tocando el techo inclinado, tuve que cerrar un instante los ojos. Era como el interior de una naranja; era de color naranja intenso: la colcha, las paredes, incluso el techo. Luego me di cuenta de que Ron había cubierto prácticamente cada centímetro del viejo papel pintado con pósteres iguales de los Chudley Cannons.
—¿Tu equipo de quidditch favorito? —le preguntó Harry
—Los Chudley Cannons —confirmó Ron, señalando la colcha naranja, en la que había estampadas dos letras «C» gigantes y una bala de cañón saliendo disparada—. Van novenos en la liga.
Ron tenía los libros de magia del colegio amontonados desordenadamente en un rincón, junto a una pila de cómics que parecían pertenecer todos a la serie Las aventuras de Martin Miggs, el «muggle» loco.
Su varita mágica estaba en el alféizar de la ventana, encima de una pecera llena de huevos de rana y al lado de Scabbers, la gorda rata gris de Ron, que dormitaba en la parte donde daba el sol.
Luego Harry volvió hacia Ron, que nos miraba con impaciencia, esperando que Harry o yo emitiéramos una opinión.
—Es un poco pequeña —se apresuró a decir Ron—, a diferencia de la habitación que tenías en casa de los muggles o tu habitación en Dorset. Además, justo aquí arriba está el espíritu del ático, que se pasa todo el tiempo golpeando las tuberías y gimiendo...
Pero Harry le dijo con una amplia sonrisa:
—Es la mejor casa que he visto nunca.
Ron se ruborizó hasta las orejas.
—Que genial- gemi- tienen un espíritu del ático? ¡El nuestro ya no está! Y...¡Auch!
Iba a decir algo más pero unos golpes en mi estómago me detuvieron, abrí mis bolsillos y James y Cas salieron de un salto, haciendo que Ron y Harry dieran un paso atrás asustados. Cas inmediatamente al ver el lugar tan anaranjado pareció asustado y se abrazó a mi bota, queriendo que lo levantara. Sin embargo James parecía fascinado por toda la habitación y comenzó a correr hacia la cama. Rápidamente agarre a Cas y me lo puse en el hombro.
—¡No, no! ¡Nope! ¡James espera! ¡James!-grite para no perderlo de vista, me lancé a la cama de Ron y agarre al Bowtruckle antes de que fuera más lejos.
—¡Te dije que debes tener cuidado!-le regañe pero James no parecía avergonzado- te tendré que poner un cascabel en el cuello-suspire.
—¿Qué son?-preguntó Harry con curiosidad mientras se acercaba a mi, con Ron a su derecha.
—Uh...son Castiel y James. ¿Qué? Tú tienes una lechuza. Tú tienes una rata. Yo tengo Bowtruckles. Castiel, James saluden. James es nuevo.
—¿lo llamaste James?-preguntó Harry mientras se acercaba a el Bowtruckle y este se subía a su mano.
—Bueno es como tú, siempre va hacia el peligro: y me dio varios ataques cardíacos este verano, casi muero de la preocupación. ¿Ves? ¡Incluso le agradas!
—Entoncen tienes a los Bowtruckles en vez de una lechuza?-preguntó Ron
—Oh Ronald, si quisiera una lechuza la hubiera traído a Hogwarts.
—Son agradables-dijo Harry mientras James comenzaba a jugar con sus dedos.Laila tiene un nombre vergonzoso que solo Ron sabe 😂😂😂
Harry conoció a James 💜💜
Público seguido por qué aprovechando que son vacaciones este 2018 quiero subir la cámara de los secretos y el prisionero de Azkaban que estoy muy segura que ese estará lleno de DRAMAAA.
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Laila Scamander y El Heredero de Slytherin
Fanfic#2 «-¿Lo prometes? -Lo prometo» Ninguna carta, ninguna excusa, ningún regalo Muggle, ningún signo de vida y aún así le había enviado un regalo de cumpleaños. Laila Scamander iba a matar a Harry Potter. Pensando que después del primer año Hogwarts vo...