2: Lo siento

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Estoy empezando a odiar seriamente Wattpad

—¿Esa es Laila?-escuche una voz preguntar, yo estaba roncando ligeramente con los ojos cerrados pero ahora estaba fingiendo porque los gritos de afuera de la señora Weasley me habían despertado.
—¿Se quedó dormida en el sillón?-esa voz la identifique como la de Ron.
—La pobrecilla tenía mucho sueño, creo que eso de tener muchas criaturas la deja exhausta.
—No lo creo- oh por Merlin, yo conocía esa voz:
Ese era Harry Maldito Potter.
—Laila nunca se cansa por sus criaturas es que solo tiene sueño todo el tiempo-continuó Harry cosa que era razón.
—Uh...bien, Harry, creo que tendrás que alejarte un par de metros de nuestra rubia favorita-dijo George- porque si se despierta y estás a su lado algo muy feo puede pasar.
—Te escuche Weasley-dije abriendo los ojos, cuando me levante parpadeando y vi a Harry, él me saludo
—¡Laila!-dijo con sorpresa y alegría a la vez.
—Oh, muy bien, muy bien, Laila no trates de matarlo- dijo Ron tocándome el brazo- es complicado, pero tiene su explicación.
—¿Matarlo?-preguntó Harry sin entender.
—Oh bueno, todos reaccionamos diferente de que nunca nos escribiste, y ah...Laila te quiere matar porque le prometiste escribirle y no pudiste.
—No lo quiero matar...-dije
—Laila, me escribiste, literalmente, que si lo veías se lo darías de comer a tu Occamy-respondió Ron.
—Oh muy bien, sabes que no sería capaz, así que denme una buena razón para no darle uno de mis famosos pisotones.
—Lo siento, nunca recibí nada- me explico Harry rápidamente- un segundo...Dobby tenía dos grandes fajos de cartas, dijo que uno eran de solo una persona.
—Soy una persona insistente- coincidí pero luego lo vi confundida- ¿espera quién es Dobby y por qué tiene ese nombre tan adorable?

🐍

—Oh-dije sencillamente después de que Ron y Harry me contaron sobre Dobby el elfo doméstico y sobre ocultar las cartas y el peligro que Harry corría y blablabla...-lo siento por dudar de ti. Es que jamás tuve amigos en Dorset
Harry asintió.
—No te preocupes.
La señora Weasley preparaba el desayuno sin poner demasiada atención en lo que hacía, y en el rato que tardó en freír las salchichas echó unas cuantas miradas de desaprobación a sus hijos. De vez en cuando murmuraba: «cómo se os pudo ocurrir» o «nunca lo hubiera creído».
—Tú no tienes la culpa, cielo —aseguró a Harry, echándole en el plato ocho o nueve salchichas —. Arthur y yo también hemos estado muy preocupados por ti. Anoche mismo estuvimos comentando que si Ron seguía sin tener noticias tuyas el viernes, iríamos a buscarte para traerte aquí. Pero — dijo mientras le servía tres huevos fritos— cualquiera podría haberos visto atravesar medio país volando en ese coche e infringiendo la ley..
Entonces, como si fuera lo más natural, dio un golpecito con la varita
mágica en el montón de platos sucios del fregadero, y éstos comenzaron a lavarse solos, produciendo un suave tintineo, mientras a mí me ponía dos enormes trozos de pan y con mantequilla, queso y mermelada para poner, Ron le había dicho a su madre mi (según él) terrible elección de ser vegetariana, pero la señora Weasley lo entendió y me dio un trato especial.
—¡Estaba nublado, mamá! —dijo Fred.
—¡No hables mientras comes! —le interrumpió la señora Weasley.
—¡Lo estaban matando de hambre, mamá! —dijo George.
—¡Cállate tú también! —atajó la señora Weasley, pero cuando se puso a cortar unas rebanadas de pan para Harry y a untarlas con mantequilla, la expresión se le enterneció.
En aquel momento apareció en la cocina una personita bajita y pelirroja, que llevaba puesto un largo camisón y que, dando un grito, se volvió corriendo.
—Es Ginny —nos dijo Ron en voz baja—, mi hermana. Se ha pasado el verano hablando de ti.
—Bueno yo igual, pero creo que eran opiniones muy diferentes sobre Harry-dije para luego morder mi pan.
—Sí, debe de estar esperando que le firmes un autógrafo, Harry —dijo Fred con una sonrisa, pero se dio cuenta de que su madre lo miraba y hundió la vista en el plato sin decir ni una palabra más. No volvieron a hablar hasta que hubieron terminado todo lo que tenían en el plato, lo que les llevó poquísimo tiempo.
—Estoy que reviento —dijo Fred, bostezando y dejando finalmente el cuchillo y el tenedor—. Creo que me iré a la cama y..
—De eso nada —interrumpió la señora Weasley—. Si te has pasado toda la noche por ahí, ha sido culpa tuya. Así que ahora vete a desgnomizar el jardín, que los gnomos se están volviendo a desmadrar.
—Pero, mamá...
—Y vosotros dos, id con él —dijo ella, mirando a Ron y Fred—. Ustedes si pueden ir a la cama —dijo a Harry y a mí—. Tú no les pediste que te llevaran volando en ese maldito coche. Además Laila, cielo, debió haber sido muy incomodo dormir aquí en la cocina, puedes ir al cuarto de Ron.
Pero Harry, que no tenía nada de sueño, dijo con presteza:
—Ayudaré a Ron, nunca he presenciado una desgnomización.
—Yo también, adoro desgnomizar.
—Son muy amable, pero es un trabajo aburrido —dijo la señora Weasley—. Pero veamos lo que Lockhart dice sobre el particular.
Y cogió un pesado volumen de la repisa de la chimenea. George se quejó.
—Mamá, ya sabemos desgnomizar un jardín.
Le di una mirada a la cubierta del libro de la señora Weasley. Llevaba escritas en letras doradas de fantasía las palabras «Gilderoy Lockhart: Guía de las plagas en el hogar». Ocupaba casi toda la portada una fotografía
de un mago muy guapo de pelo rubio ondulado y ojos azules y vivarachos. Pero no era tan guapo, no lo sé, pero jamás me gustaron los chicos rubios y eso que yo soy rubia.
Como todas las fotografías en el mundo de la magia, se movía guiñando un ojo a todos con descaro. La señora Weasley le sonrió abiertamente.
—Es muy bueno —dijo ella—, conoce al dedillo todas las plagas del hogar, es un libro estupendo...
—A mamá le gusta —dijo Fred, en voz baja pero bastante audible.
—No digas tonterías, Fred —dijo la señora Weasley, ruborizándose—. Muy bien, si crees que sabes más que Lockhart, ponte ya a ello; pero ¡ay de ti si queda un solo gnomo en el jardín cuando yo salga!

En realidad creo que yo sé más Lockhart, vivo con el magizoologo más famoso en el mundo mágico, se al derecho y al revés como desgnomizar.
Entre quejas y bostezos, los Weasley salieron arrastrando los pies, seguidos por Harry y yo. El jardín era grande pero comparado con el jardín que tiene mi casa en Dorset es más pequeño.
—Los muggles también tienen gnomos en sus jardines, ¿saben? —nos dijo Harry mientras atravesábamos el césped.
—Sí, ya he visto esas cosas que ellos piensan que son gnomos —dijo Ron, inclinándose sobre una mata de peonías—. Como una especie de papás Noel gorditos con cañas de pescar...
Se oyó el ruido de un forcejeo, la peonía se sacudió y Ron se levantó, diciendo en tono grave:
—Esto es un gnomo.
—¡Suéltame! ¡Suéltame! —chillaba el gnomo.
Ron lo sujetó con el brazo estirado, mientras el gnomo le daba patadas con sus fuertes piececitos. Ron lo cogió por los tobillos y lo puso cabeza abajo.
—Esto es lo que tienes que hacer —explicó. Levantó al gnomo en lo alto («¡suéltame!», decía éste) y comenzó a voltearlo como si fuera un lazo. Viendo el espanto en el rostro de Harry, me divertí un poco pero agregué:
— No les duele. Pero los tienes que dejar muy mareados para que no puedan volver a encontrar su madriguera.
Entonces soltó al gnomo y éste salió volando por el aire y cayó en el campo que había al otro lado del seto, a unos siete metros, con un ruido sordo, aún que no había sido una gran distancia aplaudí.
—¡De pena! —dijo Fred—. ¿Qué te apuestas aque lanzo el mío más allá de aquel tocón?
Me incliné en la mata de peonias y tantee con mi mano un par de segundos antes de sacar un gnomo más gordito que los otros.
— ¡Suéltame! ¡Suéltame!
Lo puse en alto y lo comencé a sacudirmientras les grite a los chicos;
—¡A que puedo superar mi marca!

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Laila Scamander y El Heredero de SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora