Capítulo 5. 1/2

176 22 0
                                    

Termino mi rutina dando un último golpe al saco. Me quedo durante unos segundos frente a él, con los brazos a mis costados, el sudor bajando por cada parte de mi cuerpo y la respiración un tanto agitada.

Retiro los guantes de mis manos con cansancio, limpio el sudor de mi rostro con una toalla y me encamino hacia los vestidores.

Decido revisar mi correo, el cual había abandonado en cuanto había llegado a Los Ángeles. Al abrirlo se encuentra saturado por miles de mensajes, pero solo uno logra captar mi atención. La nacional de boxeo mixto sería dentro de unos meses. Siento una punzada en mi estómago, mientras mi mente evoca recuerdos desagradables.

Me quedo plantada en medio del pasillo, con la mirada en el teléfono, pero no realmente lo que hay en él. Salgo de mi trance cuando siento un empujón por el lado de mi hombro derecho. Me giro a ver y nada más ni nada menos que un idiota.

- Para la próxima fíjate por dónde pasas, imbécil. - Este voltea a verme con una expresión burlona. Me acerco a él y lo tomo por su cuello pegándolo contra la pared. -Porque si vuelves a chocar conmigo, no se quedará en solo una amenaza. ¿Entendido? - Asiente un poco nervioso. Lo suelto del cuello y me voy a duchar.

No tardo más de veinte minutos en estar lista. Salgo de los vestidores de nuevo con mi teléfono en la mano, guardando como archivo la planilla de datos a completar para entrar en el torneo. Me sorprendo de saber que han cambiado a los jurados, pero también me entra una satisfacción de que se hayan desecho de esas malditas ratas.

Me doy cuenta de que he quedado en mitad del pasillo parada como una estúpida, sacudo mi cabeza, vuelvo la mira a mi teléfono y sigo caminando. Mi felicidad no dura mucho cuando de nuevo un idiota choca conmigo, pero de manera más brusca haciendo caer mi teléfono. Trato de respirar con calma, cuento cinco segundos en los que procedo a levantar mi teléfono para girar y encarar al imbécil.

- ¡Eh, orangután! -Le grito debido a que había seguido caminando como si nada. Veo que frena, da vuelta y me da una sonrisa burlona.

- ¿Si, bombón? -Se cruza de brazos y se queda en su puesto. Camino a él con lentitud, sigilosa y con una mirada furibunda. Le muestro mi teléfono, donde una línea surca de esquina a esquina haciéndonos saber que la pantalla está rota.

- ¿Es que te dejaron caer de la cuna cuando bebé o solo eres así de imbécil? - Quedo tan cerca de él que puedo escuchar su respiración.

- ¿Y es que tú te has vuelto loca? Si se te ha caído en móvil no es problema mío. - Frunce su ceño.

- ¿No es tu culpa? Oh, entonces debí imaginar que un estúpido chocó conmigo haciendo caer mi teléfono. - Exclamo con sarcasmo. - Vuelve a cruzarte en mi camino y te juro que me la pagas. - Le amenazo con el dedo.

- Uh, mira nada más cómo me pones a temblar gatita. - Mueve sus manos en gesto exagerado. Decido sacar una pequeña pero filosa navaja, ponerla en su cuello y acorralarlo contra la pared.

- Pues deberías, porque no tienes ni una puta idea de con quién te estás metiendo hijo de puta. -Aprieto más el filo contra su garganta y veo cómo traga duro. - Largo. -Le suelto haciéndole un pequeño corte, este se separa de mi lo más rápido posible y me mira enojado mientras se lleva una mano a su cuello. Finalmente da media vuelta y sigue su camino a los vestidores masculinos.

Guardo la navaja en la cinturilla de mi pantalón. Vuelvo la mirada a mi teléfono y hago una mueca al ver la pantalla. Tecleo a rápido a los chicos que voy de salida para que vengan al gimnasio.

Guardo mi teléfono en el bolsillo trasero de mi pantalón y acomodo bien la bolsa en el hombro. Hago mi camino hasta la puerta, pero me detengo justo antes de abrirla.

Scarlett Dinovik.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora