Capítulo 2

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Suspendida en el espacio, se encontraba la Estación Espacial Nerón, una enorme astilla metálica rodeada por dos anillos colosales, la cual, al igual que otras estaciones pertenecientes a la Federación Estelar, su deber era custodiar, vigilar y proteger a todo el Cuadrante Plasma.

Más de diez mil personas se encontraban en ella cumpliendo con sus órdenes, simplemente custodiando el infinito vacío en busca de alguna anomalía, y quizás fue el destino o algo más, pero fue justo en aquella tediosa roda que alguien detectó algo.

—Señor —comunicó un vigía tras mirar en su radar y confirmara que efectivamente algo se mostraba en su monitor.

—¿Qué ocurre, Malcolm? —le respondió el Capitán Aballard, un hombre avejentado que reposaba en la silla principal de la cabina de mando.

—Hay una anomalía en el radar —comentó realmente confundido, era la primera vez que veía algo así.

—¿De qué se trata? —dudó tras ver como las alarmas por todo el lugar se encendían y como las voces se elevaban con fuerza.

—Algo intenta entrar al Cuadrante —reviró atónito el joven vigía.

—¿Qué es? ¿Una nave, una estación, o qué?

—No... no lo sé, señor —se había puesto pálido y su frente se había empapado de sudor—. Pero es grande, muy grande, y viene rápido.

—Preparen las defensas, activen el... —las palabras del Capitán Aballard se extinguieron en cuestión de un parpadeo. Un objeto colosal entró en el Cuadrante y embistió con fuerza a toda la estación, partiéndola prácticamente por la mitad, causando una masacre sin precedentes.

Era negro, casi imperceptible de no ser porque una luna cercana le iluminaba con sobriedad, lleno de picos por todas partes y una serie de motores en la parte trasera, era una nave, una nave nunca antes vista, ni por la tripulación de la Nerón, ni por nadie. La nave colosal debilitó a tal punto toda la estructura que la tripulación se vio envuelta en un pánico sin igual.

Todas las personas corrían, evitaban el fuego o los derrumbes mientras que algunos eran succionados y arrojados al infinito para morir en silenciosa agonía.

—¡Capitán, están entrando! —comunicó el jefe de seguridad de la estación. En el puente todos estaban malheridos, el impacto fue tan grande que ningún tripulante pudo evitar salir volando. Aballard se levantó tambaleante, la sangre le corría por la frente y sus oídos no captaban sonido alguno.

—¡¿Qué mierda nos ataca?! —clamó aterrorizado, llegó hasta los monitores, pero solo se veían los cadáveres de toda su tripulación tendidos en el suelo como si de una pesadilla se tratara.

—¡Algo se acerca! —advirtió el jefe de seguridad. Tomó un rifle de plasma y se cubrió. Todos en el puente tomaron armas y apuntaron contra la puerta. Pero Aballard se quedó de pie, mirando a la puerta.

Toda la estación se cubrió de una luz roja y una alarma comenzó a sonar, el puente estaba comprometido. Tras la puerta se escuchaban disparos y lamentos de los sobrevivientes de la Nerón. Hubo caos y terror durante interminables minutos, hasta que todo se quedó en silencio.

Aballard tragó saliva, entonces, la puerta fue destruida con una explosión. Hubo un intercambio de disparos, Aballard ni siquiera pudo ver al enemigo, el caos fue tal, que el humo cubrió el puente y bloqueó su vista, pero así como empezó, acabó. El humo se disipó y Aballard contempló con horror al resto de su tripulación, estaban tendidos en el suelo, mutilados, quemados, llenos de sangre, brutalmente asesinados por una fuerza invasora que ni siquiera había podido ver. Gritó horrorizado y miró nuevamente a la puerta.

INFINITY: El Último Guardián (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora