Serendipia Demoniaca

Mi tiempo

Cuando abrí mis ojos y miré el celular me di cuenta que había despertado una hora antes de que la alarma sonara. Eran exactamente las 6:04 am.

Sin ánimos de nada, pensé en quedarme 5 minutos más en la cama. Pero luego recordé a Lucy y todo lo que conllevaba a los demonios, incluyendo el "incidente" con Gray. Supongo también que todo quedó lo suficientemente claro entre nosotros, para que sepa que no me volveré a preocupar por él, ni siquiera le volveré a dirigir la palabra.

Es un poco irónico hacerle la "ley del hielo", cuando él es un glaciar personificado. Pero ya me daba igual.

Sin más preámbulo, me levanté. Dirigí una rápida mirada al portal, donde se encontraba Gray profundamente dormido. Tomé mi ropa y me fui a duchar y a vestir al baño; nunca más volvería a cometer el mismo error de cambiarme delante del estúpido.

Pero al salir éste ya había despertado. Traté de ignorar su mirada, aunque se me era un poco imposible. Cada centímetro de mi cuerpo sentía su presencia.

-Hey!, ¿no me vas a saludar? -dijo suavemente.

Lo ignoré.

-¡Vamos Juvia!, no fue para tanto... -dijo como sí nada. Me hervía la sangre. Nunca antes había golpeado a alguien, pero en éste momento las ganas me sobraban.

A pesar de todo, lo logré seguir ignorando, mientras comenzaba a caminar hacia la puerta de mi habitación.

-Me estas ignorando nuevamente... -dijo seriamente. - ¿Qué fue lo que dijimos de hacer enojar a un demonio oscuro?

-¿qué fue lo que dijimos? O ¿qué fue lo que TÚ dijiste? -exploté. -Me da exactamente igual sí te vuelves a enojar, porque en éste momento yo también estoy muy enojada, de hecho estoy tan furiosa que te golpearía hasta que me cansara, hasta que cada musculo ya no diera más por todos los golpes dados!.

-Pues hazlo -dijo simplemente.

-¿qué? -dije sin poder creérmelo. ¿Había dicho que me dejaba golpearlo? O ¿no me lave bien los oídos? Quizás era una trampa.

-Lo que escuchaste, golpéame. -dijo tranquilamente. -No me defenderé.

-¿Por qué semejante demonio, con el ego del porte de un país entero me dejaría golpearlo? -dije extrañada.

-Dijiste que querías golpearme, pues hazlo. -se escogió de hombros. -Estuve pensando sobre lo que me dijiste ayer.

-¿sobre qué eras un demente? -dije con irá en la voz.

-No, después de eso. -se quedó en silencio unos segundos, hasta que volvió a hablar. -Con mis amigos siempre terminamos golpeándonos cuando algo no nos gusta, es nuestra forma de arreglar las cosas y...

-Nosotros no somos amigos. -dije rápida y severamente.

-A eso quería llegar. Ayer dijiste que pensabas que éramos amigos o que podíamos llegar a serlo, estuve pensando que no era imposible. Me agradas y supongo que yo te agrado...

-Corrección, me agradabas. -dije seriamente.

-Después de unos golpes te volveré a agradar. -me sonrió infantilmente. -Nunca he tenido una amiga mujer, pero supongo que son más frágiles. Así que deberías sentirte afortunada por dejar que me golpearas, sin tocarte un pelo como defensa.

-Paso. -dije secamente.

-¿qué? -dijo incrédulo. Se sentía molesto o quizás herido.

-¿Crees que después de unos golpes podría volver a confiar en ti? -pregunté crudamente.