¿quién eres tu?

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Definitivamente los demonios oscuros no deberían tener tan buen físico, especialmente cuando salen de la ducha tan sólo con una toalla colgando de sus caderas y teniendo un torso húmedo bastante trabajado.

Después de un baño muy largo, Gray había salido tranquilamente, sin siquiera pensar en las reacciones que yo podría tener mientras este movía, como un perro, su negra cabellera. O quizás era lo suficientemente consciente para que una sonrisa arrogante le acompañara a su divertida mirada.

Estúpido, era obvio que mi sonrojo le hacía gracia.

-Tu tina es bastante cómoda. -soltó sonriente.
-Me alegro. -comenté sincera. Mi intención nunca había sido tenerle enjaulado y sin los recursos básicos. -Tendrás que esperar un poco con la toalla puesta, porque tu ropa aún no se termina de secar y la mía definitivamente no es de tu talla.
-No me molesta ir sin ella -dijo con simpleza.
-Ni de broma. -le informé rápidamente.
-¿Por qué no? Será divertido -señaló con una gran sonrisa.
-Mi departamento no es un maldito bar de strippers, que te quede claro. -le advertí.

No quiero ver más allá de su torso malditamente marco, me dije una y otra vez.

-No hace mucho estabas vestida de maid. Sin mencionar que me despertaste, especialmente, para que te viera solo en ropa interior. –sonrío empalagoso.

-Las cosas no fueron así. –susurré ante el vergonzoso recuerdo de aquel día.

-¿Acaso debería buscar un traje de mayordomo para luego poder desvestirme? –Bromeó de forma engreída.

-TE ODIO. -musité lentamente.

-No te creo. -aseguró al tirarse relajadamente en mi cama, con las piernas cruzadas y sus brazos detrás de la cabeza.

-Pues a mí no me cabe la menor duda. No sabes cuánto te odio. -señalé cruzándome de brazos al apoyarme en mi escritorio.

Después de unos cuantos segundos de silencio, el demonio de hielo al fin habló. -¿Y ahora cuál es el plan?

-¿Plan?-pregunté confundida.

-¿Qué es lo primero de la lista que deseas hacer? –Suspiró.

-Vamos a viajar al caribe. –sentencié rápidamente.

-¿Dónde? –preguntó sin dejarme adivinar en qué pensaba.

-Las "islas turcas y caicos". Es uno de los arrecifes de coral más grandes del mundo. –dije de manera orgullosa. Ya había investigado lo suficiente sobre el tema.

-¿Y cómo llegaste a saber de este lugar?

-Internet lo puede todo. –Aseguré muy confiada.

-Claro, como no. –replico con bastante ironía en su voz.

-Se me olvida que hablo con un demonio troglodita que sólo sabe del inframundo y su retrógrado diablo. –comenté exasperada.

-Antes tu mundo era mucho más entretenido sin ésta tecnología. Las guerras de ahora son estúpidamente irreales. No se les compara con el inframundo, somos superiores. –sentenció orgulloso.

-¿Superiores en qué? –Murmuré. -¿Desde cuándo las guerras te hacen superiores?

-Desde que te mantienen con vida. -sentencio con un aura oscura. ¿Qué era lo que me estaba tratando de decir?

-Que gracioso no. -murmuré seriamente. -Moriré y no a causa de una guerra, ¿Eso me convierte en inferior a ustedes? ¿De eso de trata? ¿De lo débil que soy? -Un nudo en mi garganta se había formado para informarme de las lágrimas que se aproximaba. Sus palabras fueron tan reales, tan crudas y penetrantes, que las sentí como un golpe, uno de los que te rompen y te deja sin aire. Me había acostumbrado al Gray cálido, olvidándome completamente de su naturaleza de hielo. Debía dejar de ser sentirme tan pequeña e ingenua frente a él.

Serendipia DemoniacaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora