¿Será la piel la que nos aprisiona? El cuerpo, lo somático, tan adiestrado, regulado por el todo de los humanos. La sociedad invadiendo nuestros tejidos, hasta cuándo nos dormimos, y también cuando nos vemos soltándonos, cuando el aire se ahoga en libido y vomita placer. Y sí, incluso ahí, cuando la vi parada sola, esperándome, para cumplir ese contrato que sin querer y sin saber firmamos, dónde se explicitaba, tal vez en letra chica, que las horas (o los minutos) se intoxicarían de la pasión que brotaba de nuestras células, en ese baile atávico, cavernícola, de las sombras y sus dueños, tirados en el frío del aire y el calor de los cuerpos. Esos cuerpos que incluso ahí, se nos escapan, no son nuestros, y que, por lo menos hoy, tratamos de recuperar. Y no nos damos cuenta que corre un terrible secreto en nuestros brazos, piernas, estómago y uñas. El secreto de generaciones y generaciones, pero que no es tal hace tanto tiempo. La carga constante de algo, siempre de algo, todos los días, sobre nuestras pieles. Nuestras pieles, que ahora, mi amor, sentadas en cualquier lado, se acarician, dispuestas al misterio. No desaparezcas, mi amor, abracémonos un rato más. Compartamos el secreto de nuestros cuerpos, que ni siquiera nosotros conocemos. Compartamos eso que vive dentro de nuestros disciplinados órganos. ¿No creés en la metafísica, reina de esta colilla? ¿O no la entendés? Podría pasarme la vida explicándotela, lo que necesites saber. Si supiera lo que es saber, porque los que saben son los que nos enseñan sobre nosotros mismos, mi amor. Dicen ellos (¡qué bien que hay alguien que lo hace!) qué es lo normal y qué es lo raro. Pero, ¿qué es lo normal, princesa de este pasto? Ellos nos lo dirán. Lo normal será lo que se sujete a la norma. Esa norma que nos sujeta, esos discursos que nos hacen sujetos. Te invito a deconstruirlos, mientras armás otro cigarrillo.
Gracias por ese beso en medio de la conversación, ya me olvidé de qué hablábamos. Servime otro vaso, por favor, y acercame el encendedor, que el Thanatos me llama, y me pide un poco más de autodestrucción. Llegará el día que me gobierne el Eros, pero lo dudo. No elegimos quién nos gobierna. Ese es otro secreto, niña con los ojos de video tape, el del poder, que es tan vasta su expansión y tan intrincados son sus caminos, que parece equiparable al laberinto del tiempo (o al río de Cronos). Tenemos el poder también nosotros, acá en este patio. Ocupémoslo para recuperar nuestros cuerpos, que así, solo así, linda, nos liberaremos.
¿Qué pasará con los que no son normales? No podemos dejarlos así, excluidos. Ellos son un Otro también. Ellos y ellas también son humanos, también tienen cuerpos. ¿Cómo quebramos una norma? ¿Cómo reclamamos la libertad? Si son ellos los que saben, ellos los que nos informan, ellos los que deciden, ellos los que saben nuestro secreto. Ese secreto anda escondido hace mucho tiempo. Muchos hombres y mujeres lo buscaron durante demasiadas vueltas al sol. Algunas tribus aborígenes y los griegos y los romanos estuvieron cerca de encontrarlo, si es que no lo hicieron. Me han dicho que lo escribieron en una piel de cordero que rondó por Europa, siendo leída por unos cuantos, hasta que un monje la encontró. Y se indignó de la concupiscencia e impiedad de las letras de las palabras del texto, y los escondió debajo de Dios, en una catedral, donde estuvo más de mil años. En el siglo XVIII o XIX lo encontró algún burgués, y se lo llevó, sin aviso ni permiso, para él y los suyos. Leí, tal vez se equivoque (aunque no creo) el autor, que los burgueses le temieron al secreto, lo volvieron a esconder y a esconder los cuerpos, los suyos y los de los que sufrían su poder. Tanto poder en una piel de cordero, y ahora nosotros la buscamos esta noche, mi amor, y la busca la mayor parte del mundo, aunque algunos se conforman con un par de interpretaciones o palabras misteriosas de quién creen poderosos. Nosotros también tenemos el poder, dueña de mi humo, porque el poder circula.
Se ha perdido el rastro del cordero con el secreto. Pero en el siglo XX, movimientos contraculturales y filósofos han tratado de encontrarlo otra vez, y regalárselo al vulgo. ¿Estás escuchando mi historia, mi amor? ¿O te estás durmiendo? Perdoname si te aburro, vampira buena, pero siento que hablando del secreto, lo vamos a encontrar.
Que suaves tus labios, que envidioso el viento, que ahora que nos encerramos sigue soplando afuera, queriendo entrar. ¿Cuántos dedos habrán rozado así una pierna? ¿Cuántos brazos giraron sobre alguna cintura, como el mío ahora? La libertad se nos escapa, nuestros cuerpos son lo que hicieron de ellos. Nosotros seremos lo que hacemos con él. Entonces vos serías un beso en mi espalda, y yo una caricia en tu cuello, y vos un roce en mi brazo, y yo una boca en tu cintura. Seremos, quizás, la revolución. O, por lo menos, quienes reclamen el secreto. Para todos y todas. Para los humanos. Para los cuerpos y sus perfectos devenires que están presos en ellos. Habrá que hablar con ellos.
El éxtasis del último momento nos arrebató la glucosa y el oxígeno. Casi me sentí aferrando el secreto. ¿Vos no? Si estaba ahí, tan cerca, en esa vorágine voraz de libido, placer y sal, pero no bajó a buscarnos. Deben ser nuestros cuerpos, nuestras disciplinadas carnes, normalizadas cofradías de órganos y tejidos, los que nos impiden la libertad. Los que nos impiden conocer el secreto. Y el secreto está en nosotros. Pero nos hicieron algo, cuánta violencia, para que no nos sepamos dueños y señores. No me mires así, luna de jugo, no estoy siendo paranoico. Tal vez sí, pero eso no le quita realidad a mis palabras. Mis palabras que se callan por tu proximidad, que me roba el aire, mientras las horas bajan.
Se aleja el colchón, sin que nos despidamos de él, de nosotros, que nos vamos a alimentar de humo afuera. "¿Y cómo hacemos?" me dijiste, soplando. Podemos hacer tantas cosas. Quejarnos, deconstruir, desarmar, buscar el secreto, defendernos. "Ser la resistencia" se escapó de tus labios. En parte sí, jefa del alba, y en parte no. Si somos la resistencia nos paramos enfrente de todos y nos oponemos, nos mostramos como la opción que sueña (y los sueños, mi amor, no son imposibles, sino, como mucho, improbables) con derrumbar esos estratos de poderes macros que nos roban los cuerpos. Pero también nos regalamos a hundirnos en alguno de esos laberintos de los que estamos buscando la salida.
Me tengo que ir. Odio el río de tiempo que no para. Me voy de tu palacio, duquesa del tabaco, y nos vamos de lo normal. Nos vamos juntos a buscar el secreto. Nosotros y todos. Quebramos la norma, levantamos los brazos, como hace un rato en esa parte del universo circunscripta entre cuatro paredes, dónde quebramos el tiempo y levantamos las manos pero para abrazarnos. Y volvernos infinitos, luz de diamante. Y liberar el alma. El secreto andará en algún lado (en nosotros), dependerá de nuestro amor a la libertad buscarlo. Cavar las capas de discursos que no nos dejan acceder a nosotros mismos. Rascar nuestra piel secreta para soltar nuestro espíritu libre. Por mí y por los otros. Por nosotros, que exhalamos la última escultura de humo de la noche.
Tus ojos somnolientos me sugieren que te aburrítoda la noche hablando de lo mismo. Perdón, mi amor, pero es necesario. Tenésrazón, también podríamos abandonar tanta charla y sentir la libertad del Ser.Pero es más lindo hablarlo. No sé, da lo mismo. Me rodean el cuello tus ágilesdedos. Gracias amor por esa última caricia de tus labios con los míos. Ahí viel secreto. Buenas noches, princesa del ajedrez. Volveré a mi casa a buscar micuerpo, y saldré a la calle a encontrar mi alma.
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Antología de los dioses en la tierra
Short StoryCuentos (¿cuentos?) cortos sobre los dioses en la tierra.