~Kevin~
Quiero vomitar. Necesito vomitar.
Eso me pasa por comer tantas golosinas.
— ¿Estás bien, Kev? —Observé al chico a mi lado buscando algún signo de malestar y nada, parecía estar perfectamente.
— ¿Tu estómago es de acero o qué? El mío es un remolino en estos momentos, no volveré a comer así en mi vida.
Dylan y yo vinimos al cine. Estaban proyectando una película que tenía muy buenas críticas y ambos moríamos por verla. Compramos el boleto y todo bien hasta que llegó el momento de comprar la comida.
Debido a que en los últimos días estuve comiendo demasiado sano para lo que estoy acostumbrado, mis antojos salieron a la luz y ya que traía una generosa cantidad de dinero conmigo, al igual que Dylan, decidimos pedir una gran variedad de acompañantes para la película, entre ellos, tequeños, chocolates, algunas papitas y, por supuesto, las palomitas de maíz.
Increíblemente nos habíamos comido TODO y ahora mi estómago rogaba por una liberación.
—Tú decidiste comprar todo eso. Yo estoy bien, mi estómago es resistente. Vamos, te llevaré a casa para que puedas vomitar todo eso —Tomó mi mano y comenzó a caminar.
—Creo que no llegaré a casa. —Solté su mano y corrí hacia los baños. Abrí el primer cubículo que encontré vacío y descargué todo, agradeciendo internamente que no hubiera nadie en ese momento.
A los minutos, sentí una mano en mi espalda, me volteé asustado solo para encontrarme la mirada cariñosa de Dylan, quien comenzó a acariciarme suavemente. Solté un suspiro, aliviado.
— ¿Mejor? —Asentí y le sonreí como pude, recordando de pronto que debía estar asqueroso en esa zona de mi rostro.
Me alejé de él y fui a los lavabos, mojé mi rostro varias veces, enjuagué mi boca y sentí como el malestar desaparecía por completo, solo que ahora tenía un sabor horrible en mi paladar.
—Me encantaría besarte ahora, pero mejor me abstengo. —Lo miré mal.
Él solo ignoró mi mala cara y caminó hasta mí, me rodeó con sus brazos sorprendiéndome, para luego sentir cómo mordía mi cuello.
Me quejé y lo empujé.
— ¡Me dolió! —Soltó algunas carcajadas y nuevamente me tomó de la mano para, ahora sí, salir del lugar.
— ¿Quieres ir a mi casa? Puedes quedarte a dormir, a mi madre no le molestaría —preguntó de repente.
—Me gustaría, pero debo preguntarle a mis padres primero. A veces salen y debo cuidar a mi hermano.
—Llámalos entonces — asentí y saqué mi celular.
Marqué el número y esperé: — ¿Quién habla? Es la casa de los Wilson, soy el hermano menor. ¿Qué desea? —La infantil voz de mi hermano me sorprendió ya que él casi nunca contesta el teléfono.
—Hola, Adán, es Kevin. ¿Podrías pasarme a mamá o a papá?
— ¡MAMÁ! —Aparté el teléfono de mi oreja al escuchar el grito—. Es mi hermanito, contéstale.
Escuché como soltó el teléfono y después unos pasos, hasta que finalmente mi madre atendió —Kevin, ¿qué sucede? ¿Ya vienes?
—De eso quería hablarte. Planeaba quedarme en casa de un amigo, ¿puedo? —miré de reojo a Dylan al pronunciar la palabra "amigo".
Aunque se supone que ya somos algo así como una pareja, no me he atrevido a contarles a mis padres sobre nuestra relación, temía su reacción. Dylan me dijo que no le importaba, que podía esperar a que estuviera listo.
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Rutina de Besos
Teen FictionElián y Lucas son mejores amigos, y vecinos, desde la infancia. En un acto inocente ambos comparten su primer beso, dando éste cabida a muchos más convirtiéndolo finalmente en una costumbre de cada día. Pero el tiempo pasa, su relación cambia y comi...