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Era un perro enorme.

Gerard lucho con todas sus fuerzas pero no logro que el can le soltara. Además su visión estaba nublada por sus ataques de estornudos, sus ojos lagrimeaban sin control alguno y sentía un hormigueo en su garganta que le impedía gritar por ayuda correctamente.

Cuando la esperanza parecía perdida su vecino apareció y rápidamente corrió a ayudarlo quitándole el perro de encima.

«¿¡Que haces aqui!?» Grito Frank.

«¡Asesino!» Contesto Gerard y su vecino le vio dudoso «¡Te vi la otra noche! ¡Había sangre y cuchillos!»

«¿De que estas hablando?»

«¡De eso!» Respondió señalando la pared manchada de rojo.

«¿De una mancha de tomate? No te entiendo»

Gerard logro levantarse y antes de poder dar un paso Frank le hizo sentar en una silla del comedor. Y al lado estaba ese perro mostrándole los dientes con furia. Y Gerard empezó a estornudar de nuevo.

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