Mi pequeño universo

664 44 24
                                    

Y así mirar a Elizabeth  a través de la bola de cristal se había convertido en mi nuevo pasatiempo, me quedaba sentado ahí, horas y horas solo para mirarla. Sentía como mi corazón se derrumbaba poco a poco cada vez que Elizabeth lloraba y gritaba mi nombre, cerraba los ojos porque era demasiado doloroso y difícil verla así sin poder hacer nada al respecto. Solo rezaba porque Elizabeth no regresara a su antiguo habito de cortarse las muñecas que solo empeoraba las cosas. No toleraba ver como ella misma se lastimaba más de lo que ya estaba y eso me hacía enojar, demasiado.

Cada vez Elizabeth crecía y crecía convirtiéndose en una mujer cada vez más madura, paso a paso en una mujer más fuerte. El tiempo en la Tierra pasaba muy diferente que en el universo, un día aquí es como…un mes allá.

Odiaba todo, odiaba como Elizabeth se volvía cada vez más linda y hombres que nunca la voltearon a mirar en tiempos pasados ahora morían por ella. Como hombres la invitaban a salir o pasaban tiempo con ella, hombres que no eran yo. Por un tiempo, Elizabeth los rechazaba a toda costa pero con el paso del tiempo fue aceptándolos. Y eso, eso era lo que más me partía el corazón. ¿Tan rápido podía olvidarme? No, ella solo trataba de seguir con su vida, aceptar que yo nunca volvería, ¿o no? Eso es lo que yo trataba de creer.

Más de una o dos veces intente romper la bola de cristal cuando veía que un hombre la tocaba, no lo toleraba. Cuando un hombre la besaba, no lo toleraba, ella era mía no de ellos. Solo yo podía tocarla, solo yo podía besarla o acariciarla, solo yo podía abrazarla y consolarla cuando se sentía triste.

Días y días pasaron lo que en la Tierra eran meses y meses que poco a poco se convertían en años. Se graduó de preparatoria, una universidad la universidad de sus sueños la acepto y lloro de felicidad. Yo sonreí y estaba orgulloso de ella, como deseaba estar ahí para felicitarla. Pero pronto mi sonrisa se desvaneció cuando un chico la abrazo y la beso, apreté mis puños con fuerza hasta que mis nudillos se tornaron blancos de con tal fuerza que los apretaba.

“Esa es mi chica” dijo y volvió a besarla

Elizabeth sonreía mientras lo besaba y lo abrazaba por el cuello, fue en ese entonces cuando comprendí y logre aceptar a la fuerza que ella ya me había olvidado. Y eso dolía más que nada, como si Britney volviera a apuñalarme directo en el corazón.

Siguieron pasando los años y Elizabeth ahora se graduaba de la universidad, se veía tan feliz y orgullosa, resplandecía de alegría y se veía más hermosa que nunca. Maldecía por no estar ahí, pero ese mismo chico estaba ahí, no saben cuánto odiaba a ese chico o más bien porque lo envidiaba con todas mis fuerzas. Aunque no tenía ninguna razón para odiarlo, nunca había herido los sentimientos de Elizabeth, de hecho la cuidaba extremadamente bien y esto hacia que lo odiara más porque hacia un mejor trabajo que yo.

Se besaban, se acariciaban, pero nunca pasaban más allá de eso y era lo único que me aliviaba. Hasta ese día, donde Elizabeth, tan inocente que era…ya no lo era más. Y ahí me encontraba yo, me sentía tan enfermo verlos ahí revolcándose uno contra el otro. Fue ahí cuando perdí la locura, rompí todo lo de mi alrededor pero nada satisfacía mi enojo, mi tristeza e impotencia, nada. Me pare frente a la bola de cristal, mi respiración agitada, mi pecho subía y bajaba. Suspire y este suspiro salió tembloroso de mis labios, quería romper esa bola de cristal y olvidarla para siempre pero no podía. Sabía que no podría soportar no verla y si rompía esa maldita bola de cristal nunca más volvería a verla y eso me mataría. Porque solo la tenía a ella y solo ella me mantenía vivo.

Y era de esperarse, termino embarazada. Pensaran que como todo hombre joven este escapo a la más mínima presencia de la palabra “padre” pero no, en vez de eso la apoyo en todo. Hasta le ofreció que se mudara a su casa porque él decía…

“Qué más felicidad saber que tendrás un hijo mío, quiero que vivamos juntos, Elizabeth. Te amo”

Si, que felicidad…para ellos. “Te amo” fueron sus palabras, pero nadie nunca amaría a Elizabeth como yo la amo, nadie, ni si quiera él.

Pasaron los años y al ver que él nunca dejaría de amarla tomo la decisión, le propuso matrimonio. Elizabeth no lo podía creer, ella estaba feliz, había esperado por mucho tiempo que él le propusiera matrimonio que creyó que nunca lo haría. Sin embargo ahí estaba, arrodillado frente a ella con la cajita del anillo en la mano, y ella dijo que sí.

Entonces el día llego, él bebe por fin nacería. El prometido llevo a Elizabeth corriendo al hospital, Elizabeth gritaba del dolor, sin embargo sonreía y decía…

“Ya viene, él bebe viene en camino”

Y él la besaba con tanta pasión y amor mientras yo me enojaba pero a la misma vez estaba feliz por ella.

Él bebe nació y Elizabeth lo tenía en sus brazos, era un niño. La feliz pareja lloraba de felicidad por su hijo.

“¿Cómo lo llamaremos” pregunto él

Elizabeth se quedó callada y una sonrisa decoraba su cara mientras miraba a su hijo en brazos.

“Eros…” murmuro

En ese momento mi corazón dejo de latir, así que…ella no se había olvidado de mí, nunca lo había hecho. Una lagrima rodo por mi mejilla hasta mi barbilla y cayó al suelo frio mientras mis labios comenzaban a formar una sonrisa.

Se casaron, tuvieron una vida alegre y feliz….hasta que tenía que suceder, era el ciclo de la vida.

Elizabeth murió.

Perdí la cabeza, no sabía qué hacer, lo único que me sostenía era Elizabeth. Ella era mi universo y yo me volví loco, rompí la bola de cristal, golpeaba todo lo de mí alrededor hasta que una mano se postro en mi hombro calmándome.

“Eros”

“No…Eldest no es un buen momento”

“¿Recuerdas que te dije que no podía convertirte en humano?”

Asentí con el cabeza, devastado por los recuerdos de ese entonces

“Bueno…pero a un humano se le puede convertir en estrella después de fallecer”

Lo mire rápidamente a los ojos con un brillo de esperanza

“Solo si ese humano sufrió y fue una buena persona en su vida en la Tierra”

“E-Estas diciendo que---“

“¿Por qué no hechas un vistazo al centro del universo?”

Le sonreí a Eldest con toda la alegría del mundo y me eché a correr, corrí y corrí hasta que llegue a la enorme puerta. Suspire…tenía miedo, miedo de lo que podía pasar después de haber cruzado la enorme puerta.

Me arme de valor y la abrí, ahí estaba ella tan hermosa como la recordaba, con un hermoso vestido blanco. Tenía sus ojos cerrados, sus pestañas largas, su nariz pequeña y facciones delicadas…era perfecta.

Camine lentamente hacia ella, y bese su frente. Aunque ella estaba inconsciente y no sabía si podía oírme le hable.

“No sabes cuánto te extrañe, Elizabeth”

* I only have the stars *Donde viven las historias. Descúbrelo ahora