35. Pollo del terror

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El interior del restaurante era bastante bonito, estaba ambientado como en las películas de cowboys. El suelo estaba cubierto por cáscaras de maní las cuales los mozos se encontraban limpiando a cada rato.

Pero lo que más llamo mi atención fue la gente que se encontraba en el lugar. La gran mayoría vestía vaqueros manchados con tierra y botas texanas. Otros, un poco más elegantes, llevaban trajes de colores brillantes acompañados de sombreros. No había muchas mujeres, y mi vestimenta me hizo sentirme completamente fuera de lugar.

Bajé la mirada hacia mis prendas. Llevaba un sweater negro, unos jeans azules y unos borcegos también negros. Había dejado mi pelo suelto y tenía los labios pintados de bordó.  Por otro lado, mi amigo vestía completamente de negro. Jeans, Vans, camiseta y chaqueta de cuero. Todo un bad boy.

Logan tomó la delantera y avanzó decidido hacia una de las mesas desocupadas conmigo pisándole los talones. Parecía no darse cuenta de todas las miradas sorprendidas y curiosas que la gente nos lanzaba. Es más que obvio que no somos de aquí y al parecer no han tardado en darse cuenta.

Quizás este restaurante no fue la mejor elección. Es lindo, si, y la comida se ve deliciosa, pero este parece ser un lugar familiar, para gente del pueblo. Los turistas no se deben pasear mucho por aquí, y seguro que la gran mayoría opta por cenar en el motel.

Llegamos a la mesa y mi acompañante corre la silla invitándome a sentar. Murmuro un "gracias" con una sonrisa y el procede a sentarse frente a mi.

—Lindo lugar, ¿no?—comenta.

—Si—afirmo un tanto incómoda.

Logan parece haberse dado cuenta ya que frunce el ceño al mirarme.

—¿Pasa algo? ¿No te gusta el lugar? Podemos ir a otro si quieres...

—¡No! No es eso, el lugar es genial—lo interrumpo—. ¿Acaso no te has dado cuenta de como nos miran?

El niega con la cabeza y mira a su alrededor para confirmar lo que digo. Algunas miradas siguen puestas en nosotros aunque esta vez intentan ser más disimulados.

—No me había dado cuenta. Es obvio que nos miran así por que saben que somos turistas.

—Tal vez nos reconocen por la televisión.

—No lo creo, no suele pasar muy a menudo. Éramos prácticamente unos niños cuando estábamos en el programa, de los catorce a los dieciséis hemos cambiado muchísimo. La gente está acostumbrada a ver a los chiquillos en la televisión, por eso se les hace difícil reconocernos.

—Sea lo que sea, me están poniendo nerviosa. ¿Y si Hunter y Alexa publicaron una foto mía porque me están buscando? ¡Pueden decirles donde estamos!

—Estamos a casi 1.500 kilómetros de distancia, si hubiesen hecho eso ya nos habrían encontrado. Además, en caso de que hayan desparramado tu foto, seguro lo hicieron en Los Ángeles.

—¿Tu crees?—mi amigo asiente a lo que yo suelto un suspiro—. Ojalá sea como tú dices. No estoy lista para volver.

—Tranquila, Des. No va a pasarte nada—le da un apretón a mi mano y me guiña un ojo.

Un chico de unos treinta años aproximadamente se acerca a nuestra mesa a dejar el menú. Nos explica sobre el especial del día, la carne que cocinan aquí y también nos ofrece comida mexicana, carnes argentinas y pastas.

Conociéndolo de Nuevo © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora