Diez.

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El viaje a casa del japones desde la disco en automóvil no tardaba mas de veinte minutos. Eso sí, si quien iba manejando no tuviera tantas distracciones como el peliplata tenía ahora: caricias que iban de su rodilla a la parte interna del muslo, pequeños roces de labios en su cuello, sutiles dedos jugando con su cabellera plateada, risueñas sonrisas del japones sumado a declaraciones del tipo "me gustas mucho Victor" "me enloquece tu trasero" "quiero besos Victor". Yuri Katsuki era una hermosa distracción, por ello no podía dejar pasar una luz roja sin comer esos deliciosos labios del azabache. Tanto así que solo reaccionaba cuando las bocinas de los autos que le seguían sonaban.


Una vez dentro de la casa de su chico el ruso se sintió algo tenso, si bien había visitado varios departamentos de "amigos-amantes", en esta ocasión sentía diferente y por primera vez no tenía ganas de salir corriendo al sentirse así. Se quitó el abrigo y el dueño de casa hizo lo mismo, ambos se quedaron de pie en la sala, en silencio hasta que éste fue interrumpido.


—Bueno... Quieres... ¿Un café?— Preguntó el azabache estirando las palabras, jugando con su tono de voz para morderse el labio luego mientras sus mejillas tomaban un color rosa. 


Los dos, al mismo tiempo resoplaron una risa. Acto seguido, dando pasos largos acortaron la distancia entre ellos para entrelazarse con sus brazos. Yuri con los brazos al rededor del cuello de Victor, mientras éste último rodeaba la estrecha cintura del mas joven. Inmediatamente sus bocas se juntaron, pues ambos recintos estaban ansiosos de devorarse mutuamente.


Las manos rusas recorrían baja espalda y costados del azabache, felices de poder abarcar toda la cintura de Yuri con facilidad, sorprendidas al sentir las curvas que se traía el cuerpo del nipón. Mientras que las manos japonesas apretaban los anchos y fuertes hombros de Nikiforov, impacientes por querer sentir mas desordenaban el cabello plateado y de vez en vez lo jalaban de forma suave, acompañando las pequeñas mordidas que el dueño de esas manos dejaba en el cuello del cirujano.


Escuchar los primeros gemidos que Victor dejaba escapar le ponían a Yuri la piel de pollo. El menor proyectó en su mente el plano de su propia casa, para poder ir retrocediendo y llegar a su habitación sin haberse chocado con nada. Con el cuarto de Katsuki a oscuras, este tuvo que ir a tientas hasta la mesita de noche y encender la lampara. Pues para lo que iba a pasar no necesitaban tener la luz principal prendida. 


—A-ah, Victor...— Pronunció en apenas un susurro Yuri, cuando el peliplata apretó con ambas manos sus glúteos y embistió contra su cadera haciendo que ambos miembros se rocen. El azabache también movió su cadera para buscar la ajena mientras dejaba que sus manos se deslicen por el pecho del profesional de la salud. Dándose cuenta que los pezones de su ahora amante estaban erectos.


Sin prisa pero sin pausa, el ruso pudo deshacerse de la camisa del japones. Quien lo imitó quitándole también la camisa quedando ambos desnudos del torso. Los dos suspirando con bocas abiertas y pechos agitados se contemplaron mutuamente. En sus ojos se podía ver la llama del deseo y también en sus pantalones, pues a los dos se le notaba el bulto dentro de la ropa.


Sin perder mas tiempo, el menor tomó al otro de la nuca para volver a besarlo. Buscando desesperadamente la lengua ajena para iniciar una danza de seducción dentro del húmedo y tibio recinto. El de ojos chocolates se echó hacia atrás, cayendo con todo y acompañante sobre el colchón. Aprovechando que Victor había quedado sobre él, enredó ambas piernas en la cadera del peliplata. 

El chico del bus.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora