Once.

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Una franja de luz solar entraba por la ventana, se colaba justo entre la separación de las cortinas entreabiertas. El sol de pasado el mediodía iluminaba la habitación dando de lleno en el rostro de uno de los dos hombres que estaban acostados en la cama. Sabanas azules tapaban a medias los cuerpos desnudos, los cuales aun yacían entrelazados.


Fue Victor el primero en abrir los ojos, siendo cegado al instante por la luz que se filtraba entre las cortinas, también azules. Su par aquamarin fue impactado por aquel rayo del sol, haciendo que voltee el rostro hacia el lado contrario. En ese momento terminó de despertarse, pues los recuerdos de la noche (mas bien madrugada) llegaron al ver la cabellera azabache reposar entre su hombro y pecho.

Yuri estaba acurrucado entre el hombro y el pecho ajeno, casi a la altura de la axila. Uno de sus brazos rodeaba el torso desnudo de Victor, así como también una de las piernas del japones se enredaba con las del ruso. Sus ojos cerrados y rostro apacible lo hacían lucir mas joven de lo que era, y mucho mas bello a ojos de Nikiforov si eso era posible. 

—Ey, bello durmiente.— Murmura ahora el peliplata antes de dejar un beso en el revoltijo azabache.

No siendo suficiente eso para alertar al menor, Victor entre besos y suaves caricias logró que el japones se acueste sobre la almohada. Aun así este último no daba señales de despertar, pues giro boca abajo para tapar su rostro del sol. Por lo que el ruso aprovechó para ir al baño y fijarse la hora.


Al volver a la habitación, y sabiendo que eran casi ya las dos de la tarde, se propuso otra forma de despertar a su bello durmiente: Aprovechando la posición de Katsuki y que la sabana solo cubría la parte del trasero del estudiante, comenzó dejando besos por todo lo largo de la espina dorsal. No tardaron en llegar las caricias, primero en hombros para luego enredar sus manos en las hebras negras del durmiente. Los besos llegaron a los hombros del mas joven, siendo un poco mas húmedos que el principio. 


Tal vez Yuri no sentía nada, pero Victor podía sentir como en cada beso que dejaba en esa suave piel su cuerpo se acaloraba. Pues el hecho de tener ese cuerpo a su antojo despertaba cosas en el ruso, provocando que sea mas insistente en sus caricias. Sube una pierna a las del japones, justo cuando pasa la punta de su lengua por el cuello de éste. Luego de un momento, se separa para así calmar un poco sus latidos, los cuales aumentaban con cada roce.


—Mmm ¿Por qué te detienes, Victor?— Una adormilada voz salió amortiguada por la almohada.

—¡Yuri! Estás despierto.— Pronuncia con cierto tono acusador el peliplata. Busca ver el rostro de su asiático, cuando lo logra lo llena de cortos besos en la cara. —Ya son horas de la tarde Yuri ¿No tienes hambre?— Pregunta olfateando la piel ajena, dejando algún que otro beso empalagoso mientras Katsuki se gira para estar recostado frente a frente con el ruso. 


—Si, tengo hambre.— El cuerpo delgado pero con curvas se acerca pegándose al cuerpo fuerte y tonificado del peliplata. El azabache pasa los dedos por la espalda del cirujano, desde los hombros hasta el redondeado trasero. —Se me antoja comer algo de Rusia.— Declara con voz cantarina y un tanto tímida, al tiempo que un sutil rosa adorna sus mejillas.


Victor capta el mensaje, tanto por el sonrojo de Yuri como por el apretón que recibió en sus nalgas por parte del menor. El peliplata se sorprendió, pero al instante correspondió al pedido de su chico. Después de todo él también tenía ganas de comerse a su japones. Pero esta vez lo disfrutaría como quien degusta un buen vino; lento, con delicadeza para que despierte todos sus sentidos.


Así lo hizo, no dejó parte del estudiante sin besar, sin tocar. Guardando en su memoria las zonas en las que Yuri gemía alto, las zonas en las cuales se retorcía bajo su toque, atesorando cual diamante las partes en las que el japones rogaba por mas... 

El chico del bus.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora