Trece.

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—Me gustan mucho tus besos, son como si besara siempre por primera vez.— Comentó el peliplateado, sentado en el césped de un parque de la ciudad. A su lado, pegado a su pecho, precisamente sentado entre sus piernas yacía el receptor de sus palabras; un japones de cabello negro.


Victor y Yuri llevaban algunas horas tirados en el parque, pues era el día libre del ruso y el mas joven gozaba de su último día de receso universitario. Los días desde que Yuri había terminado sus exámenes pasaron muy rápido, aun así tanto ruso como japones aprovecharon al máximo para poder estar juntos. Pues aunque Victor si tenía que trabajar se buscaban sus espacios.


Yuri iba a esperarlo a la salida del hospital, cuando al peliplata le tocaba guardia el de ojos chocolates le llevaba comida, hasta había tenido el visto bueno de Mari para que Yuri se quede a dormir en lo del cirujano luego de una cena de "presentación". Claro que aun seguían con su relación sin nombre pero, cada uno actuaba como si fueran pareja: Caminar de la mano, mensajes de buenos días y buenas noches, hasta besos en público. 


Justo eso hacían ahora. Intercambiaban besos mientras Victor estaba sentado en el suelo, apoyando la espalda en el tronco de un árbol. En tanto Yuri, estaba sentado entre las piernas de su chico, apoyaba la espalda en el pecho contrario. Habían salido a andar en en horas de la tarde, luego de haber reposado el almuerzo, y ahora reposaban entre mimos que se deban.


—También me gustan tus besos. Creo que hace bastante tiempo no besaba por amor, por cariño digo, con sentimiento.— Explicó algo abrupto el azabache luego que se le escapo "esa" palabra. El ruso, luego de soltar una sutil risita por como hablaba su chico, contestó.


—Si, sé a que te refieres.— Suspiró mirando al cielo, que ya le daba paso a la tarde noche. — Yo nunca besé con o por amor, tal vez con cariño obligado o simple cortesía pero no por ese amor que hace que los besos sean dulces.— Declaró Nikiforov levantando los hombros pero sin dejar de abrazar al azabache.


Los ojos abiertos de par en par, de color del chocolate lo miraron un rato en silencio. Marrón y turquesa se quedaron uno sobre el otro hasta que fue Yuri quien desvió la mirada para ponerla en el parque, observando como la gente ya regresaba a sus hogares, viendo como los árboles se hacían cada vez mas pequeños hasta mezclarse con los edificios de la ciudad. Se acurrucó Katsuki en los brazos del otro hasta que rompió el silencio que él mismo había formado.


—¿Y dices que mis besos te gustan mucho, Victor?— Preguntó sin mover la vista del frente, con un tono de voz suave y calma.


—Claro que me gustan mucho, porque se sienten dulces...— El mayor besó la mejilla de quien se acurrucaba en sus brazos, haciendo que el japones se sonroje y sonría sin saber bien que decir.


Y como Yuri en verdad no sabía como contestar a eso, solo giró la cabeza para buscar nuevamente un beso del ruso. Lo encontró, claro que si. Victor le acunó con una mano el rostro mientras a la otra mano la dejaba en el costado. Yuri dejó sus manos sobre el pecho del peliplata mientras cerraba los ojos, movía los labios de forma lenta, detallada. Como quien busca algo mas allá. Como quien quiere averiguar algo que estaba escondido o era secreto.


Finalmente lo encontró, estaba ahí, pudo sentirlo. Luego de finalizar el beso Victor le acarició la mejilla apartando algún que otro mechón azabache. El japones suspiró mirando esos labios ajenos que recién lo habían besado y pudo sentir esa adicción, esa necesidad de comenzar un nuevo beso y no terminarlo. De comer nuevamente esa boca, porque Yuri descubrió que los besos de Victor también eran dulces. No un dulce fruta que te refresca, no un dulce caramelo que te empalaga; era un dulce que te hacía temblar, un dulce que hacía cosquillas en el estómago, un dulce que lo hacía sonreír.

El chico del bus.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora