Verdades

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Lucía

Me retiro del salón de clases con el móvil en la mano y un libro, que debo devolver con urgencia a la biblioteca o me suspenderán por una semana, en la otra. Siento los pasos de mi mejor amiga tras de mí una vez que he cruzado el umbral.

Abigail y yo no compartimos ninguna clase en la Universidad, en primer lugar porque cursamos distintas carreras y en segundo lugar porque nuestras futuras profesiones no se parecen en lo absoluto. Yo estudio marketing, ella literatura.

Sin embargo, nuestros horarios coinciden más de lo planeado por lo que siempre podemos almorzar juntas y pasar los recreos caminando sin rumbo.

ꟷ¿Puedes esperarme? –la escucho chillar a mis espaldas pero no me detengo, la biblioteca cerrará en diez minutos y se encuentra en la otra punta del campus-. ¡No perderás un dedo por esperarme!

ꟷ¡Cerrará la biblioteca!

No puedo escucharla a la distancia que se encuentra de mí –unos veinte pasos por atrás- pero la conozco tan bien que sé que está bufando. Detesta mi lado nerd.

ꟷ¡Bien! ¡Te espero en la cafetería!

Sonrío aunque sé que no puede verme y apresuro más el paso, logrando que mis pantorrillas duelan por el esfuerzo. No quiero perder mi recreo solo por un libro.

Llego a la cafetería exhausta, necesito con urgencia un café.

ꟷ¡Hasta que al fin llegas! –exclama Abigail, en su lugar en la fila muy cerca de la caja-. Creí que tendría que pagar tu desayuno.

ꟷNo sería la primera vez.

ꟷLo que me recuerda que me debes dinero.

Esbozo una sonrisa y ella también lo hace, a pesar de su tono serio ambas sabemos que está bromeando.

ꟷBien, pagaré por tu almuerzo.

ꟷAsí me gusta.

Avanzamos los últimos pasos hasta llegar a una de las cajas, donde una mujer de cuarenta años atiende con una sonrisa forzada. Debe ser horrible trabajar en un comedor repleto de ruido.

ꟷBuen día –saludo-. Un café grande con un emparedado de cheddar y jamón.

Asiente con la cabeza, mientras anota mi pedido en la computadora.

ꟷ¿Tu nombre?

ꟷLucía Godoy.

ꟷTienes un café pago, Lucía.

Frunzo el ceño ante sus palabras pero no discuto. Sé perfectamente quién lo pagó, aunque debo admitir que creí que era una broma. Ese chico realmente quiere mis apuntes.

Me sorprende ver que mi mejor amiga cotilla no haya empezado a arrojar preguntas a diestra y siniestra sobre el origen de ese café. Supongo que por fin se ha dado cuenta que odio que hable fuerte en público sobre mi vida privada, me gusta pasar desapercibida y que la gente no se entere de mi vida o de quién paga mi café.

No obstante, en el momento en que mi trasero roza el asiento de nuestra mesa las palabras escapan como una cascada de su boca.

ꟷ¿Tienes un novio y no me habías dicho? ¿Andas rompiendo corazones por allí? ¿Es lindo?

Blanqueo los ojos en respuesta y vierto tres sobre de azúcar en mi café.

ꟷNo. No, por Dios. Y no tengo idea.

ꟷ¿Disculpa?

Doy un sorbo a la bebida caliente con sus ojos aún posados en mí. Su ceja izquierda se arquea en busca de respuesta y sé, por mi propio bien, que no puedo alargar más tiempo el interrogatorio.

ꟷUn chico de mi clase me ha pedido los apuntes, a lo que me rehusado. De todos modos parece que eso no es obstáculo para él –explico, con la mirada fija en el envase de mi emparedado que está tan caliente que podría morir de amor-, todos los días intenta convencerme. Es por ello que me compró el café.

ꟷMujer... -suspira dramáticamente, es algo que adoro de ella... le pone pasión a la vida-. Dale los apuntes al pobre chico.

ꟷSabes lo que pienso al respecto.

ꟷNo te morirás por ayudarlo, no tienes ni idea lo que puede suceder en su vida para no poder tener sus propios apuntes.

Abro la boca para discutir pero la cierro rápidamente. No tengo respuesta para ello.

ꟷBien, lo pensaré.

ꟷEsa es mi chica.



Mala suerte, LucyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora