Nicolás
Llegar a casa a la una de la mañana luego de un largo día de estudio y de trabajo como repartidor de pizza en una cadena de restaurantes que no paga más de cinco dólares la hora, no es en definición un paraíso.
Pero aquí estoy, con los ojos pesados por el sueño y un espantoso olor a pizza que queda impregnado en las sábanas, guardando mi vieja motocicleta en el garage.
Las luces de casa se encuentran apagadas, lo cual puede ser una buena señal o una muy, muy mala. Espero que sea la primera aunque por lo general es la segunda. Suelto un suspiro y tomando el escaso valor que me queda ingreso a mi hogar.
Rápidamente camino hasta la habitación que mi madre comparte con mi pequeña hermana y tal como lo había imaginado, está vacía.Apoyo la cabeza contra el marco de la puerta y cuento hasta diez para no perder la cordura. Pronto me encuentro caminando hacia la casa de Margaret, una señora mayor que suele encargarse de mi hermanita cuando mi madre se escapa de casa.
Aporreo la puerta más de lo necesario e instantáneamente un nudo de culpa se instala en mi estómago.Es la una, Nicolás me recuerdo con pesar.
-Niño, debes calmarte.
-Lo siento, Maggie... ¿está aquí?
-Como siempre, ella está durmiendo en mi cuarto.
Asiento a manera de agradecimiento y me adentro en su colorida y pequeña casa que siempre huele a galletas sin importar la hora o el día. Efectivamente, el pequeño cuerpo de mi hermana descansa bajo las mantas de la cama.
No puedo evitarlo y lloro, parado en una habitación que no es la mía mirando al único ser vivo que se preocupa por mí dormir. Lloro por la madre que me ha tocado, por el padre que mi hermana y yo nunca conocimos ni conoceremos y porque el salario sólo me alcanza para estudiar y pagar las cuentas.
Desearía poder pagarle una clínica privada a mamá, donde realmente la cuiden. Desearía poder comprarle juguetes y dulces a Brisa. Pero sobre todo desearía que mi madre nos quisiera lo suficiente para dejar sus malos hábitos.
Tomo en brazos a mi hermana, con cuidado para no despertarla una vez que el llanto ha parado y con los ojos aún llorosos y un horrible nudo en la garganta me retiro de la casa de mi anciana vecina, agradeciéndole por su continua ayuda.
Sin ella, probablemente mi hermana estaría muerta de frío y hambre, asustada y llorando. Agradezco el día en que le enseñé como comportarse en caso de que mamá se fuera sin mirar atrás, situación que cada día se repite.
La dejo en su cama y la tapo tanto como puedo, procurando cuidarla como se merece. Jesús, sólo tiene tres años.
Con el poco ánimo que me queda, me preparo un café y me siento en el destartalado sofá a esperar a mi madre, si es que acaso vuelve.
Vuelve, por favor.
Y como si la hubiese invocado, pocos minutos después un auto ruidoso se estacionan frente a casa para rápidamente retirarse. Con manos torpes y un olor insoportable mamá entra a casa. Su boba sonrisa pronto desaparece, percatándose de que está en problema.
Dios, ¿en qué momento los papeles se invirtieron?
-Buenas noches, mamá.
Y aquí, en el sofá con el reloj marcando las dos de la mañana sé que dormiré poco, que llegaré tarde a clases y que me espera una conversación sin sentido con mi madre.
Desearía que fuera más sencillo.
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Tarde pero seguro.Resulta que el wifi ni andaba pero ahora sí, por eso la demora.
¿Qué creen que sucede con la madre de Nico?

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Mala suerte, Lucy
Teen FictionÉl es un mal estudiante. Ella es el mejor puntaje de la clase. Él es descuidado. Ella es organizada. Él no sabe dónde tiene la cabeza. Ella tiene cada paso planeado. Él cursa primer año por segunda vez. Ella está a punto de terminar el primer año. É...